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Nada más bello, andaluces,
Ibn Jafacha, el jardinero (1058-1139, Alzira, Valencia), en El Jardín de Al-Andalus
que vuestras huertas frondosas,
jardines, bosques y ríos,
y claras fuentes sonoras.
Preparando el texto sobre la Rota Omeya que une actualmente 7 países del mediterráneo (España, Portugal Italia, Túnez, Egipto, Líbano y Jordania), he regresado a un libro resultado de la magnífica exposición que tuvo lugar en el 2001 en Medina Al-Zahra, en Córdoba: El esplendor de los Omeyas cordobeses. La civilización musulmana de Europa Occidental.
Y confieso que se me empañaron los ojos leyendo las palabras de la ministra de Cultura Siria de entonces, Maha Qannout: «Esta exposición sólo es un sencillo mensaje de la historia de Siria, de la civilización siria y del pueblo sirio, dirigida a vosotros y al mundo, al siglo XXI. Un mensaje que reza: La civilización del Hombre es lo que queda, su acción civilizadora y creativa es lo que debe persistir porque significa la inmortalidad la permanencia.”.
Que cruel ha sido y sigue siendo el siglo XXI para Siria y su legado cultural. No he podido dejar de pensar ¿qué habrá pasado con la mezquita Omeya, llamada Mayor, de Damasco? ¿Y con todo el patrimonio que hacía de ese país uno de los guardianes de la historia de la humanidad? Y me ha parecido más pertinente aún, hablar sobre el legado común que tenemos con ese país, esa patria de todos.
Antes de entrar en la Routa Omeya de la Península ibérica, hagamos un poco de memoria histórica sobre Los Omeyas de Córdoba, fundadores del Emirato y más tarde Califato del Al-Andaluz.
Apuntes sobre el Imperio Omeya
Los Omeyas son los descendientes del imperio musulmán, que inició su expansión el año 628, todavía bajo el mando del profeta Mahoma. De forma algo increíble y a la vez inesperada, acaba extendiéndose de la Península arábiga a 3 continentes, Asia, África y Europa, en lo que es considerado un hecho histórico de lo más extraordinario, por las dimensiones y el tiempo récord en conseguirlo, ¡un siglo aproximadamente!
La dinastía Omeya es fundada en el año 661 por el Califa Muauiya I, que escoge Damasco como capital, y fueron los Omeyas los que hicieron del Al-Andalus el paraíso soñado y cantado por tantas generaciones de poetas árabes.
En el año 750 los abasíes toman Damasco, aprovechando el desgaste del Imperio Omeya. Una noche invitan a varios miembros de la familia Omeya para un banquete y asesinan a la mayoría. Entre los supervivientes se encuentra Abderramán I, un hombre singular que, huyendo por el Norte de África, llega a la Península ibérica en el 755.
La presencia musulmana se sintio en la Península desde el año 711, cuando Yabal Tariq desembarcó en el monte que recibiría su nombre, Gibraltar, conquistando la península a los visigodos. Pero fue Abderramán I quien proclamó, en el 756, el Emirato Omeya de Córdoba, más tarde Califato Omeya de Al-Andalus, manteniendo viva en Córdoba la herencia de Damasco.
De ese inmenso imperio y de su presencia en nuestros países, nos ha quedado un legado cultural imborrable y a la vez olvidado. El alto nivel de las ciencias (astronomía, medicina, matemática), las técnicas agrícolas o de navegación, la literatura y la poesía, como también la arquitectura del período Omeya, aun hoy marcan el paisaje físico y a la vez onírico de nuestras culturas mediterráneas en general e ibéricas en particular.
La Ruta Omeya
La Rota Omeya que ha sido iniciada en el año 2012 pretende traer a la luz esos lazos a través de un recorrido por el Mediterráneo. En España pasa por ciudades como Almuñécar, Granada, Córdoba y Sevilla, entre muchas otras. En Portugal la ruta se centra en Alentejo (Costa Vicentina) y el Algarve, que recibe su nombre del árabe Al-Garbh u «occidente», donde la presencia Omeya se hizo sentir hasta el año 1031.
Aquí hablaré de mis lugares preferidos de la ruta y los que considero imprescindibles para visitar. Empiezo por la magnífica ciudad de Vila Real de Santo António (Portugal), ciudad de frontera sobre el río Guadiana, cuyo centro histórico, construido después del gran terremoto de 1755, sigue la traza pombalina, así denominado por haber sido implementado por el primer ministro de Portugal el Marqués de Pombal, responsable de la reconstrucción del país después del fatídico acontecimiento. Con su gran plaza y sus calles en escuadra perfecta mirando hacia el mar y el Guadiana, Vila Real es sin duda el lugar ideal para iniciar el recorrido.
De aquí a Cacela Velha, es un salto, y llegamos a un pequeño pueblo de pescadores que con sus casas terreas pintadas de blanco nos recuerdan la esencia mediterránea de la región. En época Omeya, sería ya un centro urbano con alguna importancia. Al-Idrisi, en el siglo XII, la describe así: “Qast’alla es una fortaleza construida en la orilla del mar; está bien poblada, y en ella hay muchos jardines y vergeles plantados de higueras”.
Es de Cacela el que por muchos es considerado el gran poeta de Al-Andalus: Ahmad b. Darraj al-Qastalli y, por si fuera poco, hoy día las vistas de su fortaleza están consideradas como de las más bellas del Algarve oriental.
Tavira, del árabe Al-Tabira, y Faro, antigua Santamaria del Al-Garb y posteriormente Santa María de Ibn Harun, serían las próximas ciudades que visitar. Tavira es sin duda, una de las ciudades más bonitas del Algarve siendo su centro histórico, con su puente romano sobre el río Gilão, que une las dos orillas de la ciudad y su castillo, con vistas sobre la ciudad, visitas obligadas. En su museo está el famoso “Vaso de Tavira”, pieza musulmana datada del siglo XI con fuerte simbolismo y que es uno de los ex-libris de la presencia musulmana en la región.
De Faro dice Al-Idrisi: «Santa María de Occidente está edificada en la orilla del mar y el mar viene a golpear sus murallas. Es de tamaño mediano y muy bonita. Tiene una Mezquita principal y una asamblea de notables. Por su puerto entran y salen navíos”. Las murallas son en gran parte de época musulmana y su Puerta de la Villa está considerada la más antigua puerta islámica del país.
No podemos dejar de referir las murallas de Loulé o el castillo de Padrene, que aún hoy impresiona por su grandiosidad y estado de conservación, en el camino hacia Silves, Shilb, la capital de la región en el período andalusí. Elogiada por los cronistas de la Antigüedad, por su medina, sus murallas (uno de los monumentos musulmanes más importantes de Portugal), sus bazares y el refinamiento de su estilo de vida.
Finalmente, acabaríamos el recorrido en Vila do Bispo, ya en la costa Vicentina de Alentejo. Su litoral está integrado en el Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina, con más de 110 km de playas y paisajes naturales únicos. Ahí se localiza uno de los locales más místicos y profundamente asociado a la historia de Portugal: Sagres.
Su fortaleza y promontorio fueron parte esencial de la etapa de expansión de Portugal por el mundo, en los siglos XV y XVI. Lo que es curioso es pensar que en época musulmana se peregrinaba a este lugar, a lo mejor por la fuerza y belleza que la naturaleza nos brinda o quizás por el amor al descubrimiento y la curiosidad de lo que habría más allá del Al Bahr al A’dham al-Gharbi (el gran mar del Algarve).
Podríamos seguir camino hacía Mértola, Beja y Évora en Alentejo, pero eso son otras rutas, otras herencias, la de los Almorávides, dinastía africana, mora, originaria del Sudoeste del Sáhara y del Sahel. ¡Lo veremos en la próxima escapada!
Sofia Fonseca