Dulces a subasta: las floretas extremeñas
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06.03.2020
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Por San Blas, las cigüeñas verás y… mucho comerás. Ya, la verdadera segunda parte del dicho -“y si no las vieres, año de nieves»- no tiene nada de gastronómica, sino más bien de meteorológica pero la rima venía muy bien en este caso. La festividad de este santo se celebra en muchas localidades a principios de febrero y en todas se elaboran dulces para la ocasión, pero en Valverde de La Vera (Cáceres) tienen un producto muy especial por diversos motivos. Sin quitar mérito al resto, solo faltaba.
Se trata de las floretas, cuyo nombre ya apunta a una de sus característica forma, la primera razón por las que considerarlas especiales. La segunda es su sabor. Sus ingredientes no tienen nada de exótico ya que son agua, harina, huevos, sal, anís y miel (en algunos pueblos les echan leche, la pasta se expande más), pero como casi todos los productos tradicionales demuestran que en la sencillez está el gusto.
Y la tercera es la manera en la que adquirirlas en esta fecha señalada. Por supuesto, se pueden comprar en muchos establecimientos, pero si se quiere vivir la experiencia lo suyo es pujar. Sí, tal cual y como suena, en una subasta. Al menos si el interesado se pasa por el pueblo el día de la fiesta.
Charo García, habitante de Valverde, explica que: “es un dulce que se hace con un hierro que le da la forma, se fríe en aceite hirviendo y cuando ya están hechas, se deja que se enfríen sin moverlas para que no se rompan. Después, se les echa un poquito de miel. La elaboración es parecida a la de los buñuelos”.
En San Blas, las mujeres de la asociación que organiza la fiesta, “piden a los vecinos que colaboren aportando los ingredientes necesarios para hacerlas como los huevos y el aceite”, comenta Francisco Javier Menéndez, que también vive en la localidad.
“Una vez hechas, preparan unas bandejas. La gente se reúne en la puerta de la Iglesia y entonces se subastan” asevera. “Alguien dice que da tanto por una de ellas y si otra ofrece más dinero, pues se la queda”. La cantidad recaudada sirve para cubrir los gastos de la fiesta.
Al hablar de un producto tradicional, siempre surge la pregunta de su origen. Y en este caso, como en muchas ocasiones, no hay ninguna respuesta. O al menos verificada. Una de las teorías las relaciona con la cruz de Calatrava, ya que su forma es muy parecida a la del escudo de la orden militar y religiosa homónima. Pero en general no existe mucha información acerca de su nacimiento.
Tampoco sobre el sitio, aunque si se sigue la hipótesis ‘calatravesca’, habrían empezado a elaborarse en territorios de la orden, allá por el siglo XIII. De hecho, el dulce -también conocido como flor frita o fruta de sartén– se elabora asimismo en algunos sitios de Castilla-La Mancha y Castilla y León, aunque por esas zonas son típicas de Semana Santa y la receta puede variar.
Algo que sí es verídico es que durante generaciones y generaciones el hierro con el que se troquelan pasaba de madres a hijas junto a la receta. Cada maestrillo tiene su librillo, ya se sabe, y las formas de los moldes no siempre eran exactamente iguales, así que había “piques” para ver cuál era el más original. Hoy en día ya se han estandarizado, aunque es posible que algunos de los que se usan aún sean heredados.
Por San Blas, la garganta cuidarás
Es el patrón de los otorrinolaringólogos y se le otorgan capacidades curativas de los males de garganta. Antes de ser canonizado, Blas de Sebaste vivió en Armenia (actualmente Turquía) en el siglo III. Se hizo famoso por salvar a un niño que se había clavado una espina de pescado en la garganta y también por devolver la salud a los animales.
Cuando Agrícola y su batallón irrumpieron en su territorio mientras perseguían cristianos, encontraron a todos los animales de la zona en la puerta de la cueva en la que vivía Blas. Le pillaron rezando y se lo llevaron como prisionero, para intentar que renegase de su fe pero no lo consiguieron. Acabaron arrojándolo a un lago, pero Blas -al estilo de Jesucristo- se mantuvo sobre las aguas gracias a su Dios.
Retó a sus perseguidores a hacer lo mismo que él para demostrar que sus deidades tenían más poder pero, como Blas intuía, se hundieron y murieron. Sin embargo, no le sirvió para librarse de su propia muerte, ya que al volver a tierra le torturaron y le decapitaron.
Todo este repaso sirve para explicar por qué en Valverde de La Vera, pueblo del que es patrón, además de subastar las floretas lanzan desde la iglesia cordones de colores bendecidos cuando sacan al santo en procesión. La tradición indica que la persona debe atarse uno de ellos al cuello y quemarlo el miércoles de ceniza para protegerse de enfermedades de la garganta.
Otros lugares, otros sabores
La devoción por este mártir cristiano se profesa en muchas partes y en todas se come algo especial aprovechando la ocasión. En Oviedo (Asturias) son típicas las rosquillas de San Blas que hacen las monjas pelayas, en cuyo convento reposan algunas de las reliquias del santo. En 2019 se vendieron más de 12.000 unidades.
En Albalate de las Nogueras (Cuenca) es típico un rollo parecido al roscón de Reyes y en la misma provincia, en Torrubia del Campo lo celebran con unas roscas de pan también conocidas como fideos. En ambos lugares se realizan subastas similares a las de Valverde de La Vera.
En el pueblo de Carrizosa (Ciudad Real) el producto tradicional de la festividad son los panecillos de San Blas. El día de antes se llevan a bendecir a la Iglesia y al siguiente se reparten entre las personas -sobre todo niños- que llaman a la puerta de casa (sí, una especie de Halloween de la Meseta).
Y un último ejemplo, que además se desvía del dulce: en Miraflores de la Sierra (Madrid) es clásico comer las patatas con bacalao que ofrece el Ayuntamiento. Cuidado con las espinas, puede que ese día San Blas se coja el día libre: al fin y al cabo es su fiesta.
Carmen López