La verdadera historia de Zugarramurdi
Escrito por
11.01.2021
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Explica la periodista francesa Mona Challet en su ensayo Brujas, que este término surgió como una marca de infamia social -la peor de todas, dice-. Una denuncia mentirosa e interesada que supuso la tortura y la muerte de miles de personas. En su inmensa mayoría, de mujeres. Y es que, como señala la autora, en las persecuciones de brujas tuvo también mucho que ver la misoginia: “La bruja encarna a la mujer liberada de todas las dominaciones, de todas las limitaciones”, escribe. De ahí que fueran las mujeres las que se llevaron la peor parte en toda esta historia. Mujeres como las de Zugarramurdi, el pueblo de las brujas que, en realidad, nunca lo fueron o, al menos, no según los estereotipos que las retratan como mujeres maliciosas y malvadas. Esta es la verdadera historia de Zugarramurdi.
Todo comenzó con una joven francesa que llegó al pueblo en 1608. Nadie sabe por qué llegó, pero al poco comenzó a lanzar acusaciones de brujería contra algunas personas. La apacible vida en este rincón del valle de Baztán y Bidasoa iba a acabarse. Estaban a punto de suceder trágicos acontecimientos que aún hoy, cuando han pasado los siglos desde entonces, se siguen contando. No solo eso, son muchos los viajeros que se acercan hasta estas tierras fronterizas para conocer qué hubo y qué no de verdad de todo este asunto.
¿El pueblo de las brujas?
Más un trabalenguas que un topónimo, Zugarramurdi es una pequeña pedanía de unos trescientos habitantes, entre la Montaña Navarra y el Mar Cantábrico, en el corazón de la comarca transfronteriza de Xareta. Se emplaza entre extensos hayedos, caseríos aislados, prados por donde campan ovejas y corren los pottokas (un tipo de caballo endémico). Un territorio afín a las leyendas y los mitos, como lo del mito del pico Larrún, por ejemplo.
En esta región, el Pirineo funciona como una barrera pétrea que hace que todas las borrascas que azota el mar hacia el interior se concentren en la zona, descargando varios miles de litros al año. El resultado es el dominio del verde allá donde se mire.
La verdadera historia de las brujas
La visita a Zugarramurdi pasa necesariamente por dos lugares. El primero de ellos, es el Museo de las Brujas. A sólo 300 metros de las famosas cuevas, ocupa el edificio de un antiguo hospital. El museo elimina el foco más sensacionalista con el que siempre se trata el tema de la brujería, poniendo más atención en el mundo de mitos, plantas medicinales y rituales tradicionales que servían para entrar en contacto con la tierra y la naturaleza. A la vez, se da una visión detallada y muy didáctica de la sociedad vasca del S. XVII y del proceso inquisitorial histórico que la localidad vivió con la Santa Inquisición, por el cual hasta 300 de los 500 vecinos, especialmente mujeres, sufrieron torturas y muerte. En esencia, se trata de un bello homenaje a todas las personas que han sufrido de un modo u otro injusticias sociales.
Hoy se sabe que realmente hubo más de imaginación que de magia negra. Con toda probabilidad, la pretensión de aplicar una jurisdicción laica en la zona junto a envidias y rencillas entre los propios vecinos propició el aluvión de denuncias por brujería allá donde sólo hubo prácticas naturistas tradicionales.
La entrada al infierno
Si la primera visita se ha realizado en el interior del museo, para la segunda será mejor calzarse las botas porque aguarda una aventura de lo más geológica. El magnífico complejo cárstico a menos de quinientos metros del centro histórico del pueblo es el plan estrella de toda escapada rural a Zugarramurdi. Hasta los menos dotados en imaginación encontrarán el lugar de lo más mágico.
Hay que disponer de algo más de una hora como mínimo para disfrutar de todo el complejo. La experiencia comienza con la aproximación al entorno que brinda el mirador. No es excesivamente alto pero es suficiente para tener una buena perspectiva del entorno natural de la zona. Posteriormenete, unas pasarelas ayudan a superar el caudal del río Infierno. El correr del agua llena de sonoridad el ambiente y su murmullo se siente mientras se visita la cueva principal.
La inmensa cavidad princial se conoce como La cueva grande. La abertura mide más de 120 metros de longitud y en las zonas más espaciosas llega a medir hasta los 26 metros y alcanza alturas de 12 metros. Casi como una iglesia. De hecho, se la conoce como “la catedral del mal”. Se entiende que los vecinos más fantasiosos vieran en el lugar indicios de magia negra. Incluso una roca frente a una cavidad fue señalada como el mismísimo altar de Satán y vieron en el saliente de una roca la forma de un carnero con sus cuernos. La vista sigue por la cueva del Akelarre, siguiendo el camino circular marcado.
Y ya que estamos con las brujas…
Si el viajero se fija en otros detalles más allá de las brujas, detectará en muchos lugares de Zugarramurdi el dibujo de un caballo azul, con la cola y las crines rojas y sus patas cortas. Se trata del pottoka, una raza de poni autóctono, que sirve de marca para el popular sendero de la Pottoka azul que conecta con el valle de Baztán más auténtico. Se trata de una forma estupenda de conocer un territorio fronterizo lleno de historia y paisajes llenos de montes, verdes prados, riachuelos y frondosos bosques de hayas, robles, castaños y pinos en el que no existen grandes poblaciones salvo cuatro: Zugarramurdi y Urdazubi-Urdax en Navarra; Sara y Ainhoa en Aquitania.
El camino no es excesivamente exigente a nivel físico, por lo que resulta apto para toda la familia. En total, 36,7 km en ocho horas y media (se puede realizar en cinco etapas). Tras la caminata, se pueden reponer fuerzas probando los platos más tradicionales. Y atención, porque como escribió Pío Baroja, la gastronomía de la zona se caracteriza por ser: “ Larga, abundante, buena para estómagos de triple fondo”.
José Alejandro Adamuz
Saludos, José Alejandro Adamuz.
He leído tu artículo acerca de Zugarramurdi y me ha resultado muy interesante.
Te quería preguntar: qué opinas de que haya una Asociación internacional de brujas?
Al final va a resultar que haberlas haylas.