Si estamos explorando los cielos del oeste de América, no sería extraño que pudiéramos divisar un cascanueces americano (Nucifraga columbiana), un ave que forma parte de la familia de los cuervos, y que destaca por tener una gran inteligencia.
Tanto es así que es capaz de hacer acopio de semillas (sobre todo de piñones, es decir, las semillas de los pinos) durante los meses de verano para sobrevivir a los largos inviernos, almacenándolos en diferentes lugares en una gran área geográfica para, más tarde, recordar dónde están todos esos lugares con una precisión que ni un GPS.
Un pájaro de con memoria prodigiosa
El primer ejemplar de cascanueces fue descrito a principios del siglo XIX por William Clark, mientras dirigía una expedición de exploración por Norteamérica, desde San Luís hasta la costa del Pacífico, durante la cual también elaboraría la cartografía de los territorios inexplorados. Por eso al cascanueces americano también se le conoce como cascanueces Clark. La especie suele anidar en pinos u otros tipos de coníferas a principios de la primavera. Se ponen de dos a cuatro huevos y la incubación suele ocurrir de 16 a 18 días.
Ya su forma de almacenar la comida resultó extraordinaria a los primeros que investigaron sus costumbres. No es para menos. La escala y complejidad no tiene ningún otro precedente en el reino animal: esta ave debe esconder su comida (hasta treinta mil semillas) en seis mil lugares diferentes en áreas que pueden llegar a cubrir 260 kilómetros cuadrados de territorio. Vamos a repetirlo: seis mil sitios diferentes.
El transporte lo realizan a través de un saco sublingual capaz de guardar alrededor de noventa semillas por viaje. Semillas que ha obtenido también de una forma muy elaborada: haciendo palanca para abrir las piñas y extraer las semillas.
La razón de esta estrategia es la de seguir el adagio «no poner todos los huevos en una misma cesta», es decir, crear muchas redundancias para no perderlo todo en caso de error o pérdida eventual. Así, si algún otro animal encuentra la comida, aún quedarán otros cientos o miles de sitios donde tener más reservas. Además, los escondites están ubicados en toda clase de sitios, sin ninguna relación entre sí: desde bosques densos a desoladas cimas montañosas.
En otras palabras, la memoria del cascanueces americano debe ser prodigiosa para recordar tantos enclaves diferentes. Muchos seres humanos, de hecho, probablemente serían incapaces de recodar seis mil escondites diferentes, máxime si tenemos en cuenta que este recuerdo debe permanecer durante meses, hasta el cambio de la estación. Esta redundancia tan obsesiva, pues, no solo sirve para evitar los robos, sino eventuales olvidos o despistes: si no eres capaz localizar las semillas de diez o veinte sitios, aún te quedan cientos o miles.
Los trucos mnemotécnicos que emplea el cascanueces americano para recordar dónde se hallan sus reservas de comida se parecen bastante a los trucos que usan los humanos para recordar largas listas de palabras: crear asociaciones con otros objetos. Tal y como lo explica David Ogilvy Barrie en su libro Los viajes más increíbles: Maravillas de la navegación animal:
Al parecer, el ave toma nota de pequeños puntos de referencia situados alrededor de cada escondrijo y puede recordar relaciones geométricas entre ellas. En su medio natural, estos puntos de referencia pueden ser piedras o arbustos, pero cuando se hacen pruebas en el laboratorio, les basta con cualquier objeto hecho por el hombre.
Estos puntos de referencia que emplea el cascanueces, además, suelen ser de gran tamaño por varios motivos: pueden avistarse desde lejos y son más difíciles que cambien de lugar de resultas del viento, la lluvia o cualquier otro accidente meteorológico o geológico. Posteriormente, es probable que se recuerden detalles más pequeños y más próximos para determinar con mayor exactitud el escondrijo. Todo esto, sin embargo, es solo teórico: realmente las capacidades del cascanueces americano son maravillosas porque ni siquiera a día de hoy sabemos muy bien cómo se despliegan.
Es probable que en esta habilidad subyazcan subproductos cognitivos o biológicos similares a los de las palomas mensajeras, que también son capaces de regresar a casa tras recorrer largas distancias. Tal vez la paloma más famosa de la historia sea el palomo mensajero Cher Ami, que fue condecorado con la Croix de Guerre por su encomiable labor de entregar doce mensajes de vital importancia al cuartel estadounidense en Francia durante la Primera Guerra Mundial. Y varios años antes de que se establecieran los primeros sistemas operativos de telégrafo electrónico, por ejemplo, la familia de banqueros Rothschild llegó a desarrollar un sistema de comunicación por medio de palomas mensajeras, allá por la década de 1840.
Tras estudiar a las palomas mediante sistemas de GPS, se sabe que regresan a casa también usando puntos de referencia del paisaje y una combinación de rastros de olor y la posición del sol, amén de que pueden fijar un rumbo aprendido como si dispusieran de una brújula interna, concretamente gracias a la magnetita que reside en su pico, un metal que les sirve para orientarse respecto al campo magnético de la Tierra.
Sin embargo, nada supera al cascanueces americano. Un pájaro que apenas ha tenido protagonismo en los libros de historia, ni siquiera en los libros de biología, pero que, bajo su aspecto común, casi anodino, se oculta una gran capacidad para realizar muchas tareas diferentes, ser previsor, almacenar comida para los años malos y recordar, casi con memoria fotográfica, miles de sitios diferentes en los que hacer realidad el adagio «no poner todos los huevos en una misma cesta».
Sergio Parra
busco los mejores lugares para visitar en argentina