El pueblo de la Mancha que tuvo un laboratorio pionero en España
Escrito por
30.06.2022
|
6min. de lectura
Índice
Hay un lugar en Ciudad Real que albergó, hace poco más de un siglo, un laboratorio impresionante y avanzadísimo en el mundo de la electricidad. Ese lugar es un pueblecito llamado Piedrabuena, donde nació Mónico Sánchez Moreno, un hombre admirable, inventor y pionero mundial de la revolución que supuso la electricidad.
Mónico Sánchez nació en 1880 y, como vamos a ver, llegó muy arriba a este y al otro lado del Atlántico, partiendo de una familia humilde. Como otras muchas personas en aquel tiempo, comenzó a trabajar siendo adolescente, pero en un determinado momento comenzó a interesarse por la electricidad y decidió formarse en ello.
Estudió en inglés, sin saber el idioma
Se inscribió en un curso a distancia que ofrecía una institución londinense. El curso, por cierto, era en inglés. Y esto tiene mérito, porque Mónico Sánchez no conocía ese idioma, pero su dedicación y empeño le llevaron a sacarle un más que buen partido y destacar entre los alumnos. Tanto es así que el propio director del curso, Joseph Wetzler, le ayudó a conseguir un trabajo en Nueva York con una carta de recomendación.
Era 1903 y el joven piedrabuenero se embarcó rumbo a Norteamérica con aquella carta en el bolsillo, y no mucho más. Allí, en Estados Unidos, continuó su formación, pasando por la universidad de Columbia, mientras trabajaba. Poco a poco se fue haciendo un camino como ingeniero, título oficial que obtuvo en Estados Unidos, estando en nómina de algunas de las más importantes empresas del incipiente negocio de la electricidad y las tecnologías relacionadas.
En Piedrabuena puso en marcha una obra enorme para crear un laboratorio de unos 3.500 metros cuadrados
Trabajando para Van Houten and Ten Broeck Company, inventó un aparato de rayos X portátil, que era una revolución en el mundo de la medicina. Era mucho más pequeño, menos pesado y mucho más eficiente energéticamente que las máquinas habituales de su época, por lo que su invento fue una pequeña revolución. En Nueva York se hablaba del aparato Sánchez y se le reconocía un gran valor. Para poder calibrar la ventaja de este aparato portátil es suficiente con saber que el aparato de Mónico Sánchez pesaba 10 kilogramos, frente a los 400 que solían pesar los equipos estándar.
En Estados Unidos se movía en el mundo de Tesla, Edison, JP Morgan o Westinghouse
En un determinado momento creó su propia empresa, cuyo nombre era Electrical Sánchez Company. Entre sus aventuras empresariales y su prestigio personal, consiguió hacerse un hombre muy respetado y valorado en el sector, así como acaudalar una pequeña fortuna en el banco.
Hablamos de un hombre que se codeaba y peleaba en el mundo de los negocios con gente como Tesla, Edison, JP Morgan o George Westinghouse. En el registro de patentes hay unas cuantas a su nombre que todavía nos dejan entrever su valor.
Pero la tierra de uno es la tierra de uno y Mónico Sánchez pensó, en 1913, que había llegado el momento de volver a casa y deshacer el viaje atlántico. Debido al éxito de su invento, estaba convencido de que desde Piedrabuena podría seguir investigando y vendiendo sus productos a toda Europa, ya que no tenía competencia real. Y eso a pesar del reto que suponía llegar desde un pequeño pueblo manchego al resto del mundo con la tecnología más avanzada.
En Piedrabuena puso en marcha una obra enorme para crear un laboratorio de unos 3.500 metros cuadrados, con una minicentral eléctrica propia y llevar un importante caudal de agua que desviaba hasta la instalación.
Piedrabuena no tenía electricidad
Esta es otra muestra magnífica de que nada paraba a este hombre cuando tenía un objetivo. No lo paró no saber inglés para hacer un curso en ese idioma, y tampoco lo paró que no hubiera electricidad en Piedrabuena en 1913 para crear su laboratorio. Para eso construyó la central eléctrica, que servía de electricidad a su fábrica y al resto del pueblo.
El Laboratorio Eléctrico Sánchez no era sólo una fábrica. Era también un centro de investigación y en los planes de Mónico Sánchez estaba crear allí mismo, en Piedrabuena, un centro de formación en electricidad al máximo nivel. Por hacer una comparación, es como si se creara hoy un centro super avanzado de inteligencia artificial en un pueblo de unos 4.500 habitantes, donde no llegara Internet. Así era de peculiar Piedrabuena hace un siglo, un pueblo pequeño de Ciudad Real, pero que alojaba un laboratorio y una empresa puntera a nivel mundial dentro la tecnología radiológica.
El gobierno francés le condecoró por su contribución médica al país.
Aunque destacó con su máquina de rayos X, en su laboratorio de Piedrabuena Mónico también hizo algunos objetos preciosos con tubos de vacío que son más arte que otra cosa. Para este ámbito más creativo tampoco se detuvo en su ambición y contrató a un soplador de vidrio alemán para que le ayudara.
Otro detalle útil para hacernos una idea de la importancia de su invento es que durante la Primera Guerra Mundial, Francia compró unos cuantos de sus aparatos portátiles de rayos X. Pero no para hospitales o centros médicos al uso, sino que los instaló en algunas ambulancias, donde funcionaban gracias a un generador, y los mandó al frente. De esta forma se podía llevar este avance médico cerca de la propia guerra. El gobierno francés le condecoró por su contribución médica al país.
Pero si el trabajo con Francia le generó reconocimiento, no deberíamos dejar de reconocerle nosotros por poner en manos de muchos médicos de sitios pequeños, como el propio Piedrabuena, una máquina de diagnóstico que con seguridad mejoró la vida de muchísima gente.
Luego vendrían los malos tiempos, para todos, y también para Mónico Sánchez. Su industria se arruinó y las complicaciones tecnológicas y de ventas le hicieron desistir. Aun así, siguió pegado a su pueblo, donde regentó un cine después de la Guerra Civil Española.
Hoy se puede ver en Piedrabuena la fachada del edificio del Laboratorio Eléctrico Sánchez. Sobre los terrenos se levantan hoy edificios de servicio público, como dice la placa que hay en el lugar. Mónico Sánchez fue un pionero de primer nivel y trabajó y pensó en el ámbito de la salud y de la formación. Por lo tanto, no está mal que ahora, junto a esa fachada de su fábrica, esté un centro de salud, un centro cultural y un centro de enseñanza primaria. No es mal homenaje, aunque algo corto, porque debería ser mucho más conocido este personaje.
Manuel Jesús Prieto