Cascadas de Lamiña, el rincón secreto de Cantabria
Escrito por
27.11.2022
|
3min. de lectura
En la Cantabria más profunda y desconocida, en plena Reserva del Saja, la naturaleza nos sorprende una vez más con un rincón muy especial: las cascadas de Lamiña, una serie de saltos de agua que maravillan a todo aquel que las visita.
Para acercarnos hasta las cascadas de Lamiña hemos de llegar hasta el pueblo de Barcenillas, en el valle de Cabuérniga. Una pequeña y encantadora localidad cántabra de tradicionales construcciones de piedra situada a menos de una hora de la vibrante Santander. Otra posibilidad es acercarse hasta el pueblo de Lamiña y comenzarla desde ahí, desde la fuente del lavadero, junto a la iglesia, en Fuente Arriba. Da igual la opción que elijas, pues ambas convergen en un mismo punto desde donde continua la sencilla senda que conduce a nuestro destino.
Ruta a las cascadas de Lamiña
Si nos decantamos por comenzar en Barcenillas, una vez dejado el coche, comenzaremos a caminar por una pista amplia y muy cómoda que transcurre paralela al arroyo Barcenillas, entre la frondosa vegetación de ribera y algún que otro avellano y castaño. En total son poco más de 2 kilómetros de recorrido que no entrañan dificultad alguna y que suponen un entrante relajado en nuestro menú senderista de hoy.
Completado este primer tramo, habremos alcanzado un cartel que indica el camino a tomar para llegar a las cascadas de Lamiña, o cascadas de Úrsula como también se las conoce. Esta segunda etapa tiene algo de pendiente y, si ha llovido recientemente, se ha de completar con cuidado para no resbalar con el barro que se haya podido formar. Por lo demás, este desvío es de lo más sencillo. Puede incluso que te cruces con algún que otro ejemplar bovino. Nada que temer.
Tras estos dos primeros tramos alcanzamos el río que, sí o sí, hemos de cruzar; pues no hay puentes ni pasarelas habilitadas que lo salven. Eso sí, hay unos troncos que facilitan el paso. Depende de la época del año, puede que el caudal baje algo más revoltoso por lo que cruzarlo será una aventura aún mayor y requerirá una mayor dosis de equilibrio.
Afortunadamente, no es muy ancho y, aunque no siempre ocurre, lo único que puede suceder es que sumerjas algún pie en el río, pero nada más. Como recomendación, si puedes, lleva un bastón o hazte con algún tipo de vara por el camino que te ayude a cruzar.
Una vez superado este escollo aparece el desfile de cascadas. Dos caídas de agua algo tímidas y, como colofón, la señora cascada de Lamiña con su elegante cola mucho más elevada y espléndidamente abrazada por vegetación y rocas vestidas de musgos y líquenes. Hemos llegado.
Ahora toca disfrutar del entorno y, si las temperaturas y la valentía lo permiten, darse un chapuzón en este recóndito lugar de la Cantabria más rural.
En total, cuando estemos de vuelta habremos recorrido unos 7 kilómetros en, aproximadamente, 3 horas (paradas incluidas). Como curiosidad, si prefieres no volver por el mismo camino puedes continuar la ruta circular y así contemplar las cascadas desde arriba, en modo panorámico, desde otro punto de vista.
Elísabet García