Ruta por el Vall de Boí

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13.05.2023

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6min. de lectura

Vall de Boí
Vall de Boí. Por Alberto Loyo/Shutterstock

La reina románica

Hubo un tiempo en el que los señores feudales dominaron la escena social, política y administrativa de los territorios catalanes. Provenientes de la nobleza o de las altas esferas militares, estas poderosas autoridades locales se hicieron con el control de la tierra —y de sus pagesos— bajo la promesa de protección ante eventuales invasiones.

Una de estas familias feudales, los Erill, establecidos en la parte alta de la Vall de Boí, urdieron un plan perfecto para demostrar su poderío y contentar a sus aliados en las jerarquías eclesiásticas. Influenciados por la moda del momento —el románico lombardo— los señores de Erill colmaron este valle de picapedreros, maestros de obra y artesanos que levantarían, en pocas décadas, ni más ni menos que ocho iglesias y una ermita. Corrían los siglos XI y XII. 

Iglesia románica de Sant Climent de Taull
Iglesia románica de Sant Climent de Taull. Por KarSol

Ha pasado un milenio y aquel excepcional patrimonio románico sigue luciendo casi del mismo modo a cómo se concibió en sus orígenes. Viniendo desde el Sur por la localidad de El Pont de Suert, los primeros ejemplos que encontramos son la recoleta Assumpció de Cóll y Santa Maria de Cardet. Esta última, encaramada sobre un promontorio rocoso, exhibe un curioso campanario de espadaña fruto de modificaciones barrocas posteriores.

Más al Norte está Barruera y su iglesia de Sant Feliu, que conserva dos ábsides de distintas épocas; y Durro, población en la que encontramos dos magníficos templos más: la Natividad y la ermita de Sant Quiric.

Si seguimos río arriba el curso del Noguera de Tor —el principal afluente del Noguera Ribagorçana— topamos con la aldea de Erill la Vall, punto clave en esta ruta por el románico catalán por dos motivos; el primero, la iglesia de Santa Eulàlia y su torre lombarda de seis plantas, considerada la más esbelta de todo el conjunto del valle. El segundo, el Centro del Románico de la Vall de Boí, una didáctica exposición que nos ayudará a comprender mejor la iconografía y las técnicas constructivas de la época medieval. 

Santa Maria de Taüll, por Frank Lambert
Santa Maria de Taüll. Por Frank Lambert

Desde aquí conviene seguir hacia el Este para llegar a Boí, la escueta localidad que da nombre al valle, para después continuar hasta Taüll, donde se levanta la quintaesencia del románico catalán. En este último pueblo se erigieron dos iglesias hermanas, ambas consagradas en el año 1.123 con tan solo un día de diferencia: Sant Climent y Santa Maria. Parte de los extraordinarios frescos de sus ábsides y de las arcadas de los presbiterios fueron trasladados a Barcelona hace cien años, y hoy se custodian en el Museo Nacional d’Art de Catalunya (MNAC).

Por suerte, los avances técnicos de nuestra era —un sistema de reproducción virtual mapping— nos permiten observar al emblemático cristo de Sant Climent exactamente como lucía cuando fue pintado en el siglo XII. 

El arte de la naturaleza…

Presa dels Cavallers (Caballeros) Boi Taüll. Paisaje alpino y lagos del Pirineo.
Presa dels Cavallers (Caballeros), Boi Taüll. Por Sergio

Todas estas piedras consagradas —colocadas a consciencia por los maestros de obras medievales— los pueblos que crecieron a su vera y esos cementerios de cruces vencidas y céspedes recién cortados, están rodeados de un perfecto envoltorio en verde. Este valle, que es un cul-de-sac que parece no llevar a ninguna parte, es en realidad la puerta de entrada al reino natural de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, uno de los quince parques nacionales de España, el único en territorio catalán. Es un lugar de superlativos, modelado por los glaciares en el Período Cuaternario, que se halla coronado por varias cumbres que superan los 3.000 metros de altura. Los Besiberris Norte y Sur o el Comaloforno están entre ellas. 

Destinos naturales: Aigüestortes
Aigüestortes. Por Alexandre Arocas

Si bien estos colosos graníticos atraen a multitud de alpinistas, el parque también ofrece muchas opciones para los caminantes ocasionales, quienes pueden acercarse a parajes de gran belleza sin demasiado esfuerzo. Es el caso de algunos de los 200 lagos que salpican la orografía de este lugar y que son accesibles tras una breve caminata, como la que puede hacerse hasta l’Estany de la Llebreta desde la Palanca de la Molina o hasta l’Estany Llong desde Aigüestortes. 

Pero el encanto intocado de la Vall de Boí no solo se encuentra en el parque nacional, también en otros rincones recónditos (y menos concurridos) como el Salencar de Barruera, un atípico humedal de altura donde abundan las nutrias (Lutra lutra), los ánades azulones (Anade plathynchos) o las ranas bermejas (Rana temporaria).

El patrimonio natural de la Vall de Boí son sus densos bosques caducifolios y de coníferas, sus macizos graníticos y su rica biodiversidad, pero también sus aguas. Aquí, a 1.500 metros de altitud, brotan varios manantiales mineromedicinales cuyas temperaturas oscilan entre los 4 ºC y los 56 ºC. Los romanos ya constataron las virtudes terapéuticas de estas fuentes en los s.I y II —y también aquellos señores de Erill que dominarían estas tierras mil años después— pero la primera Casa de Baños como tal no se construiría hasta el s.XVII.

Levantadas junto al santuario de Caldes de Boí, aquellas termas eran punto de paso obligado para los peregrinos que se acercaban hasta el templo para venerar a la Mare de Déu de Caldes. Hoy en esta localidad opera un reputado centro termal que cuenta con un balneario, dos hoteles y una embotelladora de agua mineral. 

El placer de la mesa

Rovellons / Níscalos
Rovellons / Níscalos. Por Xavier Lorenzo

Igual que sucede en tantas regiones de montaña —que solían quedar aisladas en época invernal— también la Vall de Boí desarrolló durante siglos un recetario basado en los productos procedentes de los bosques y de los animales que se criaban en el propio hogar.

Las setasmoixarrons (seta de San Juan), rovellons (níscalos) o fredolics (negrillas)— son uno de los bienes más preciados, protagonistas de ferias y jornadas gastronómicas en la comarca. Pero también las hierbas aromáticas, muy presentes en algunas recetas como las sopas de pastor, el típico plato de montaña hecho a base de pan, ajo, cebolla y tomillo. Los caracoles son otro de esos recursos que abunda en los prados y zonas de ribera; suelen servirse en arroz o acompañando al conejo estofado. Y con semejante despliegue de recursos hídricos en el valle, no es de extrañar que una de las estrellas en la mesa sea la trucha autóctona, la Salmo trutta fario, que convive en estos cauces con otras especies introducidas como la trucha europea y la americana. Y nos quedan las carnes. Aquí se cría la ternera autóctona, la bruna de los Pirineos, que los ganaderos del valle comercializan bajo el sello de garantía de producto ecológico; y el cordero, con el que se elabora la txirella, un típico embutido local. 

Kris Ubach

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Comentarios

  1. M.Carmen Rangel picon 23 de mayo de 2023 a las 06:18 - Responder

    Me encanta ,todos los pueblecitos catalanes

  2. Ángel Benito Bercero 11 de junio de 2023 a las 22:47 - Responder

    Somos una Asociación de Arte Románico de Vitoria, necesitamos guías para las iglesias de Bohi, Taüll, Erill la Vall y Barruera, para los días 7 y 8 de octubre.
    Un saludo.

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