El pueblo medieval que fue el primero en ser Monumento Nacional
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17.05.2023
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Incrustado en la sierra de Francia, entre campos de cultivo y antiguas acequias, está La Alberca: el primer pueblo de España en ser declarado Monumento Histórico Artístico Nacional, en 1940. Antes, no obstante, ya había llamado la atención de artistas de renombre como Unamuno, Sorolla o Buñuel, entre muchos otros, quienes le demostraron su amor a través de sus obras.
“Cerrando los ojos veo las negras calles de La Alberca, los balconajes de madera, los alteros voladizos de sus casas, las mujeres sentadas en el umbral de las puertas y los niños jugando en la calle, y allí, en la fuente, una moza llenando el cántaro. Y corre la vida, como el agua de un arroyo que baja de la cumbre entre guijarrales. Y a las veces, el agua se enturbia, y otras, como en este verano, casi se extingue por la sequía”, escribió Miguel de Unamuno en el libro Brianzuelo de la Sierra.
El texto fue publicado en 1900, pero parece que la vida en La Alberca no ha cambiado tanto desde entonces. Y eso es lo que le hace especial: su arquitectura, sus tradiciones y su gente. La misma que te recibe al llegar al pueblo, que te acoge y que han hecho que, cada día, La Alberca atraiga entre 800 y 900 visitantes.
No es un asunto baladí para un pueblo que solo cuenta con 1.100 habitantes. No obstante, sus vecinos no solo han sabido gestionarlo de una forma sostenible, sino que la mayor parte de ellos han decidido involucrarse haciendo que el visitante se sienta uno más de su tierra.
Decía Unamuno en Brianzuelo de la Sierra que “Cada uno de esos hombres que está ahí sentado es un universo”. Después de conocerlos no podemos estar más de acuerdo.
Un pueblo que se ha hecho a sí mismo
Son poco más de las siete de la tarde cuando llegamos a La Alberca a través de un pequeño sendero que parte de la Casa del Parque Natural de Las Batuecas-Sierra de Francia, un centro de interpretación abierto en 2006.
Un hombre menudo, de camisa de cuadros y chaqueta azul, nos espera en una de las entradas del pueblo. Es Miguel Ángel Luengo, el alcalde de La Alberca y quien nos guiará a través de las pedregosas calles para explicarnos su historia y tradiciones.
“No tenemos ningún monumento en concreto, pero somos el primer pueblo de España nombrado Monumento Nacional y uno de los más visitados por todo su conjunto”, dice orgulloso señalando la arquitectura medieval que caracteriza el entramado urbano de la localidad.
Mientras nos adentramos en sus angostas calles peatonales (cerradas al tráfico gracias al consenso de los vecinos), algunos espontáneos van saliendo a nuestro paso para interpretar cómo era la antigua vida en La Alberca, aunque no parece distar mucho de la actual. Algunas de las tradiciones y oficios más populares todavía se conservan, como la del Marrano de San Antón, en la que cada 13 de junio se bendice un cerdito y se suelta por el pueblo con una campana al cuello hasta el 17 de enero, cuando se sortea por las fiestas de San Antón.
“No siempre es sacrificado”, nos explica Luengo, “Es vecino ilustre, algunos son indultados y se envían a granjas escuelas. El origen de la tradición era entregarlo a familias pobres para que se alimentasen, aunque hoy se rifa”.
La escultura homenaje al Marrano de San Antón se erige junto a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. En el lado opuesto del templo encontramos el osario con dos calaveras en donde nos esperan las mujeres que suelen acompañar a la moza de ánimas, otra de sus tradiciones más vivas y que atrae a numerosos curiosos cada tarde.
Y es que, durante todos los días del año, al oscurecer, la moza de ánimas recorre el pueblo tocando la esquila, entonando una salmodia y rezando:
«Fieles cristianos
acordémonos de las benditas almas del
purgatorio con un padrenuestro y un avemaría
por el amor de Dios»
El culto y la devoción por las ánimas benditas en La Alberca tiene mucho arraigo, igual que las turroneras. Y es que los vecinos han conseguido mantener sus diferentes costumbres y tradiciones, así como conservar su patrimonio, bien sea material o inmaterial, porque saben su valor. Gracias a ellas han logrado ser un referente del turismo.
La casa del vecino Saturnino que está abierta al público
Las casas de La Alberca se caracterizan por su aspecto medieval con un entramado de madera sobre la base de piedra. Las plantas superiores sobresalen de las inferiores, y son visiblemente distintas.
Para poder entender mejor su estructura y funcionamiento de la misma, acudimos a visitar el número 7 de la calle Mesón, donde está la Casa Museo Sátur Juanela. Allí el alcalde le pasa el testigo a Saturnino, nieto de los antiguos propietarios de la casa donde se crió y vivió gran parte de su vida. “Es un homenaje a mis abuelos Saturnino y Josefa, los Juanela. A una forma de vida que ya es historia”, nos dice.
La casa de los abuelos de Saturnino está compuesta de tres pisos. El inferior se utilizaba como establo, así el calor de los animales subía al primer piso haciendo de “calefacción”. El inconveniente es que lo mismo ocurría con los olores.
En el primer piso estaba la zona común donde se reunían, así como las habitaciones. La casa de Saturnino es una vivienda grande, por lo que en la parte trasera se puede visitar un comedor con otra habitación mejor acondicionada que las anteriores. “Aquí solo te traían cuando estabas enfermo”, nos explica. Era la cama que se usaba de paritorio en la casa. “También es la sala donde se conservaba al difunto, aquí venían a velarle”.
La principal curiosidad de los hogares tradicionales albercanos es que la cocina estaba en la parte superior y el humo se desvanecía entre las tejas. Junto a ella estaban también las salas más frescas, donde conservaban los productos que compraban o que traían de la huerta; así como las piezas del cerdo de la matanza. “Mis abuelos hacían trueques con los vecinos, se cambiaban unos alimentos por otros”, nos dice.
El trueque, de hecho, les ha permitido obtener productos con los que ellos no contaban pero que, sorprendentemente, forman parte de su seña de identidad. Por ejemplo, las almendras que se utilizan para elaborar sus deliciosos turrones, una de las joyas gastronómicas junto con los embutidos ibéricos.
En la parte más alta de la casa, en la buhardilla, hoy Saturnino y Mari reproducen un vídeo donde representan cómo era entonces la forma de vida. “Esta es una de las pocas casas que quedan con la estructura tradicional. Hay que mantenerla”, concluye.
Un vestido, aún en uso, de más de 20 kilos
Los populares bordados serranos, que desde el año pasado son Bien de Interés Material y que aspiran a ser declarados Patrimonio de la Humanidad, se pueden ver colgando de los balcones de la Plaza Mayor. También en los manteles o colchas de los establecimientos, en su cerámica y la madera.
En ellos podemos distinguir la figura de un águila, el león, truchas y hasta el árbol de la vida; todos ellos tienen un significado que se ha ido transmitiendo de una generación a otra.
Aunque si hay una prenda que destaca por encima de todas, esa es el traje de vistas de La Alberca. “Es único en el mundo. Tiene hasta versículos del Corán, lo que confirma la presencia árabe en la zona. Puede llegar a pesar 25,30 kilos, 8 kilos solo en joyas”, nos explica Miguel Ángel Luengo.
Decenas de collares y brazaleras de diferentes tamaños cubren la parte frontal del vestido, desde el cuello hasta los talones. De ellos cuelgan cruces, camafeos y relicarios, todos ellos mezclados entre sí. Y, aunque parece una pieza de museo, lo cierto es que incluso hoy en día algunas mujeres lo siguen usando.
“Aquí aún se conserva el ritual del amor y la boda comienza muchos días antes”, dice Luengo. “Sorolla vino por esto. Y el traje de vistas lo representó en un cuadro que actualmente está en Nueva York”.
Y es que no han sido pocos los artistas que se enamoraron del pueblo y que, como Unamuno o Sorolla, decidieron incluirlo en sus obras. El cineasta Luis Buñuel rodó en él Las Hurdes: Tierra sin pan (1933); y José Luis Cuerda lo hizo con La Marrana (1992). La Alberca también fue escenario de Marcelino pan y vino (1955) y El Lazarillo de Tormes (1950).
Imprescindibles que ver en La Alberca
- Perderse por sus callejuelas
- Entrar en la Casa Museo Sátur Juanela
- Comprar turrón en uno de los puestos de su plaza Mayor
- Ver “La moza de ánimas”
- Acercarse a la Casa del Parque
- Conocer Mogarraz y los pueblos de alrededores
- Disfrutar de la gastronomía local en el restaurante La Cantina
Laura Fernández
Periodista, blogger y viajera. No necesariamente en ese orden. En ocasiones me despierto sin saber dónde estoy. Adicta a los cómics y a los noodles con salsa de cacahuete. Redactora en @escapadarural, colaboradora en la Conde Nast Traveler y en la Divinity. Mi casa: Meridiano180.
Pueblos paisajes y lugares muy curiosos e interesantes.