Valle de Arán en invierno: esquí, un balneario y arte románico
Escrito por
11.12.2023
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Hacía tiempo que no pisaba el Val d’ Arán (valle de Arán), encajado en Cataluña como una cuña entre la frontera francesa y el territorio aragonés. Después de tantos meses sin venir, y sentada en un restaurante de Vielha, percibo que este rincón pirenaico tiene ganas de reivindicar su modernidad en voz alta. En la carta se ofrecen los clásicos de toda la vida —embutidos y quesos caseros o guisados de carne de caza— pero también las cremas emulsionadas o los escabeches de cítricos.
A diferencia de otras zonas pirenaicas, los araneses conservan un estilo de vida pausado y una estampa tradicional de casonas de piedra y callejones adoquinados que no está reñido con el hecho de que sus habitantes viven en el siglo XXI. Aquí se sigue pastoreando, aún se techan las casas con pizarra y se acude a la iglesia los domingos, pero también se hace snowboard, se lleva el último modelito que está en boga y se comen tomates en texturas.
5 iglesias románicas imprescindibles
Un código QR estampado en un cartel informativo me indica que de las treinta y tres iglesias románicas —una por cada población— que salpican el valle, hay cinco de obligada visita. La primera, la de Sant Miquèu, en la propia Vielha, que se construyó en el siglo XIII cuando el románico ya empezaba a utilizar elementos del estilo que le sucedería: el gótico.
La segunda iglesia se encuentra en Bossòst, situado en la N-230 conduciendo desde Vielha en dirección a la frontera francesa. Aquí destacan los perfiles de Era Mair de Diu dera Purificacion, levantada en el siglo XII cuando los señores feudales se disputaban el control de la región. En el mismo Bossòst también se erigen siete capillas románicas que los parroquianos construirían para protegerse contra la peste.
De regreso a Vielha tomamos la carretera que se dirige al Port de la Bonaigua, para acercarnos a tres poblaciones vecinas con un impresionante legado románico: Arties, Salardú y Unha. La iglesia de Santa Maria d’Arties es Bien Cultural de Interés Nacional y luce una espectacular escena del Juicio Final.
Las dos últimas iglesias en la ruta, Sant Andrèu de Salardú y Santa Eulària d’Unha, también destacan por sus pinturas murales. En Unha se encuentra, además, el Musèu dera Nhèu, dedicado a la nieve, ese elemento tan presente en los inviernos araneses. En él aprendo cómo se vivía antiguamente durante los meses más fríos y cómo la nieve se convirtió en una aliada para la economía local con la llegada de los primeros esquiadores.
No hay duda que la nieve es el elemento que mayor magia confiere a los imponentes paisajes de la Val d’Aran. De entre ellos los más populares son los del Parque Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, al que podemos acceder tomando la carretera desde Salardú en dirección a Banhs de Tredòs. En invierno la pista forestal que llega a Banhs no siempre está abierta, por lo que resulta muy popular recorrer el tramo entre el parking y el enclave termal con raquetas de nieve.
Aunque hoy está ocupado por un balneario moderno —que presume de ser el situado a mayor altitud de Europa— este lugar fue utilizado por los romanos, quienes ya conocían las propiedades mineromedicinales de sus aguas. Banhs de Tredòs es también el punto de partida de las excursiones que conducen al famoso circo glaciar de Colomèrs que, para seguir con los superlativos, contiene la mayor concentración de lagos de los Pirineos.
Deportes blancos
En mi paseo por las inmediaciones de Banhs topo con numerosos senderistas, grupos de amigos, familias con niños y también expertos montañeros. Y es que el esquí de montaña y el senderismo con raquetas de nieve son un gran imán para los deportistas de gorro y bufanda. Otra vez la innovación y las nuevas tecnologías, ayudan a los excursionistas a moverse por la Valle de Arán de un modo más seguro. El Centre de Lauegi d’Aran permite conocer, con la ayuda una app, el estado de la nieve, el peligro de aludes y la predicción meteorológica en tiempo real.
De vuelta a Salardú, si tomamos la carretera en dirección al Port de la Bonaigua, llegaremos al mayor dominio esquiable de la península, Baqueira Beret. Spas de última generación, lounges y restaurantes de autor complementan la vanguardista oferta de la estación, que por cierto esta temporada estrena tres nuevos trazados con los que el resort sumará en total 170 kilómetros de pistas incluyendo tres itinerarios fuera de pista.
Baqueira es un clásico para los que disfrutan deslizándose sobre una tabla o unos esquís, pero no es la única opción para gozar del manto níveo en el Valle de Arán. En el mismo Pla de Beret, lugar donde se encuentra el parking para acceder a pistas, los no esquiadores pueden contratar todo tipo de excursiones para adentrarse en esta naturaleza congelada.
En mi caso opto por una ruta a la luz de la luna a través de la densa arboleda de abetos y pino negro del bosque de Montgarri. Subida a un trineo tirado por doce perros la experiencia nocturna carece de grandes vistas panorámicas, pero resulta altamente mágica, como de otro tiempo.
También de otro tiempo parece la cena que me sirven en el mismo Montgarri, ese pueblo que primero se abandonó y que ahora ejerce como refugio de montaña. Una típica òlha aranesa en cuenco de barro y junto a la chimenea ayudará, como ha hecho toda la vida, a recuperar el calor tras la excursión. Hay cosas que, afortunadamente, nunca cambiarán.
Herencia industrial
El legado aranés no se reduce al que dejaron los picapedreros, los maestros de obras y los escultores medievales. El siglo XX también legó un patrimonio industrial rico y diverso que hoy puede conocerse en varios recintos repartidos por la geografía del Valle de Arán.
En Vielha está la fábrica dera lan, una vieja industria lanera que hasta 1963, utilizó la fuerza hídrica del río Nere para cardar la lana. Siguiendo la N-230 dirección Norte, en Arres de Sus, están las minas Victòria, un entramado de galerías que se construyeron a principios del pasado siglo para extraer zinc de las entrañas de los Pirineos. Aunque solo abiertas en verano, hay otras minas que pueden visitarse en la comarca: las de Montoliu y las de Liat, a las que se accede por una pista forestal que parte de Baguergue.
Kris Ubach