Cuenca, de yacimientos celtas y romanos a pueblos renacentistas
Escrito por
21.05.2018
|
5min. de lectura
Índice
En la provincia de Cuenca encontramos una de las joyas del dominio romano en la Península ibérica: Segóbriga. El yacimiento, que descansa sobre un cerro, es uno de los mejores conservados de la meseta, de ahí que actualmente se pueda visitar gran parte de su patrimonio.
Su momento de máximo esplendor fue entre los siglos I y III d. C. No obstante, antes de la llegada de los romanos esta urbe era de los celtas. El propio nombre de Segóbriga (sego-victoria y briga-ciudad: Ciudad victoriosa) es de origen celtíbero. De esta primera etapa data la necrópolis.
Un paseo por Segóbriga nos permite transportarnos hasta la época de los gladiadores. Sobre todo en su teatro y anfiteatro, que no han llevado mal el paso del tiempo. Otros monumentos que se pueden visitar son el acueducto, la muralla, la puerta principal, el foro, la acrópolis, el circo y las termas.
La ciudad en su momento fue conocida por la explotación de lapis specularis, un mineral muy valorado en la Antigua Roma ya que era transparente y permitía crear ventanas. Fue su principal motor económico junto con la ganadería.
Maravillas de la naturaleza conquense
Otras “piedras” de gran valor en Cuenca son las que se encuentran esparcidas por la Serranía de Cuenca: los tormagales, rocas cuyas formas se dicen que fueron esculpidas por hadas y duendes debido a su originalidad y belleza.
Algunas de las formaciones naturales más impresionantes son “Los callejones de las Majadas” (donde se grabó El mundo nunca es suficiente, de James Bond), Tormagal de Masegosa, la ciudad encantada de Valdecabras, la popular calavera, así como las hoces y los caños creados por el agua de sus ríos.
Gracias a ellos, el Parque Natural Serranía de Cuenca tiene un gran valor hidrológico. Algunos de los lugares destacados son la laguna de Uña, el nacimiento de río Júcar, las pozas de Solán de Cabras, el valle del río Escabas y el arroyo Almagrero o el de Herrería de los Chorros, donde aún quedan reservas de truchas mediterráneas.
La hoz del río Júcar ha regalado a Cuenca estampas tan impresionantes como Alarcón. Esta fortaleza que los árabes levantaron sobre un peñón durante la conquista musulmana aprovechando la defensa natural del río terminó convirtiéndose en uno de los pueblos con mejores vistas de Cuenca.
Su castillo, reconvertido en parador, es un crisol de las diferentes épocas y remodelaciones. En él se conserva la muralla prácticamente íntegra, la puerta del campo, la del calabozo, la del bodegón y la torre del Homenaje.
Otros lugares que conviene visitar son la iglesia de Santo Domingo de Silos, Santa María y San Juan Bautista, ya que en esta última es donde están los murales del pintor conquense Jesús Mateo.
El agua también es la responsable de la riqueza de la fauna de la serranía de Cuenca, donde destacan el águila calzada, el águila real, el musgaño de cabrera, la bermejuela, el lirón, el corzo, el ciervo y el zorro, entre otras especies como el cangrejo autóctono.
Si te encanta el senderismo, este espacio cuenta con unas 11 rutas para recorrer a pie con diferentes niveles de dificultad. También se puede realizar en bici.
Antiguos pueblos medievales
Declarado Conjunto Histórico-Artístico, Moya es una antigua villa medieval. Debido a su ubicación estratégica, en un cerro a 1.150 metros de altura entre Teruel y Valencia, en el pasado fue conocida como la llave de los reinos.
La fortaleza, que pertenecía al marquesado de Moya, aún conserva la torre del Homenaje, las iglesias, conventos, el hospital, el ayuntamiento y la plaza Mayor.
La villa de Belmonte también cuenta con un curioso castillo cuyo exterior se caracteriza por su forma pentagonal que parece abrazar el pueblo. Rodeado de murallas, en ellas aún se conservan algunas de las cinco puertas: San Juan, Chinchilla, Almundi, la puerta de Toledo y la puerta Nueva.
Otros de los edificios históricos de Belmonte son la Colegiata de San Bartolomé, de estilo gótico; el palacio de Buenavista, el convento de los Jesuitas, la casa de las Comedias y la ermita de Nuestra Señora de Gracia.
En sus alrededores se puede visitar Villaescusa de Haro, un pequeño pueblo donde destacan los restos romanos, godos y musulmanes.
El encanto renacentista
Con aire renacentista está San Clemente, un pequeño pueblo de casas nobles y palacios que guarda la esencia de las diferentes épocas. Su punto de encuentro es la plaza Mayor, donde están algunos de los edificios más emblemáticos como la antigua casa Consistorial, la iglesia de Santiago Apóstol (siglo XV), el convento de las Trinitarias y la antigua cárcel de la Santa Inquisición, actualmente reconvertido en el Museo de Artes Navideñas.
Las angostas calles que parten de la plaza nos llevarán hasta algunos palacios como el de Piquirroti, marqués de Valdeguerrero, el de Oma y el del Marqués de Melgarejo. En la plaza del mercado, en cambio, es donde se concentran muchos de los edificios religiosos.
Más información | Turismo Castilla-La Mancha
Escapada Rural