Hay un pueblo en Soria que tuvo un alcalde más que ilustre. Un alcalde de leyenda, podríamos decir. Un personaje que protagoniza una de las obras más famosas de nuestra literatura. El lugar es la villa de Berlanga de Duero y ese alcalde famoso es Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid.
Si hablamos de alcaldes famosos de la historia, muchos pensarán en el rey Carlos III, al que se le llama el mejor alcalde de Madrid. Por supuesto, no fue alcalde, pero se preocupó por la ciudad y de ahí el falso título. Otro alcalde memorable es el que interpreta Rafael Alonso en la película Amanece que no es poco. Y recordando sus órdenes desde el balcón, vamos a hacer flashback. Es decir, vamos a mirar al pasado.
Belanga de Duero fue entregada a el Cid como reconocimiento por sus servicios
Como ha ocurrido con otras miles de líneas imaginarias que podríamos dibujar sobre España, la zona de Berlanga estuvo en disputa entre cristianos y musulmanes, y también entre los propios reinos cristianos, durante mucho tiempo. Por eso no es extraño que sobre esas tierras se levantaran sólidos castillos que servían para defender la zona y para ir haciendo más fuerte esa línea de conquista. Por otra parte, el rey reconocía y pagaba los servicios de alguno de sus hombres entregándole esas nuevas tierras que iba sumando a sus dominios.
Berlanga había estado en poder musulmán hasta 1060, cuando la conquistó Fernando I de León. En 1089 su hijo, Alfonso VI, entregó varios territorios y castillos a el Cid como reconocimiento y como muestra de aprecio durante la reconciliación entre ambos. Uno de esos lugares fue la fortaleza que gobernaba Berlanga de Duero y las tierras y recursos correspondientes. Era el momento en que el Cid volvía de su primer destierro. Según la Historia Roderici, regresó a Castilla, su patria, donde lo recibió el rey Alfonso con todos los honores y con muestras de alegría.
Con la entrega de los castillos, territorios, poderes… el Cid se convertía en uno de los 12 hombres más relevantes de Castilla. A cambio debía mantener un grupo de caballeros preparados para ponerse al servicio del rey siempre que este lo necesitara. Como decíamos antes, esto era lo habitual en esta vida medieval de conquistas y combates territoriales.
El Cid conocía bien la zona, porque parece bastante probable que combatiera por la zona antes de llegar a los 20 años, a juzgar por algunas crónicas de la época (mencionadas por Gonzalo Martínez Díez en su libro El Cid histórico). Es más, fue en esos días cuando se ganó el apelativo de campeador.
De entre todos lugares relacionados con el Cid, Berlanga de Duero es el que lo reconoce como primer alcalde
Y como Berlanga de Duero era un señorío del Cid, en cierta medida la gobernaba y por ello se le considera uno de los alcaldes que ha tenido la localidad. Es cierto que el Cid era el señor de Berlanga de Duero, así que bien podríamos considerarlo como algo más importante e influyente que un alcalde, tomando la idea que tenemos en la actualidad de ese título. Quizás debamos tomarlo más como un título honorífico que reconoce la unión estrecha entre el mítico caballero castellano y este pueblo soriano.
Más de 900 años de historia hace de todo esto, pero el personaje es tan relevante que, en el edificio del ayuntamiento de Berlanga, en nuestros días, podemos ver una placa que habla en esos términos y considera a El Cid como el primer alcalde. Fueron muchos los lugares a los que se unió el Cid de un modo u otro a lo lago de su aventurera vida, pero sólo aquí se ha conseguido que se le considere su alcalde.
Berlanga de Duero forma parte de ese camino histórico y turístico que es El camino del Cid, que tiene como libro de ruta básico y esencial El cantar del mío Cid. Este cantar de gesta, que narra con ciertas libertades la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, fue escrito en torno al año 1200, lo que nos sitúa a casi un siglo de su muerte, ya que el campeador falleció en Valencia en 1099.
Berlanga de Duero está en El cantar del mío Cid y en muchas crónicas históricas
En el cantar vuelva a aparecer Berlanga, pero esta vez no tiene relación con lo que ya hemos contado, sino con las hijas de el Cid. Cuenta que los infantes de Carrión, sus esposos, planearon ultrajarlas y luego abandonarlas en los montes. Tan mal veían las cosas ellas, que les pidieron a sus captores que les corten la cabeza en lugar de tratarlas así, pero no sirvió de mucho. Las azotaron hasta sangrar, rompiéndole la ropa, y las dejaron abandonadas pensando que estaban ya muertas.
Elvira y Sol, eran las hijas de el Cid pero eso no las libro de que sus esposos los infantes de Carrión quisieran matarlas. Como decíamos, las maltrataron y las dejaron en el monte dándolas por muertas. Félez Muñoz, sobrino de el Cid y por lo tanto primo de ellas, abandonó el grupo de los infantes y volvió para ayudarlas. Con su sombrero cogió agua para limpiarlas y las tapó con las ropas que él tenía. Las subió a su caballo y así fueron a buscar ayuda.
Enterado el Cid de todo esto envió a doscientos caballeros desde Valencia para que fueran al encuentro de las pobre mujeres y las llevaran junto a él. Debían marchar día y noche hasta estar con ellas. En el camino de vuelta, el cantar cita brevemente las etapas del viaje, y así dice que en Berlanga descansaron una noche antes de seguir camino. Esta es otra muestra de la importancia de Berlanga en aquel tiempo y de su relación con el Cid.
Es cierto que el Campeador dejó su marca en muchos lugares de España, y gracias al cantar de gesta que narra sus idas y venidas están marcados claramente en el mapa. Pero entre todos ellos hay un pueblo que no llega hoy a los 900 habitantes, pero que tiene un pasado destacable, como prueba su castillo y otros edificios históricos. Un pueblo que es citado por Machado en su Campos de Castilla y del que se dice que tuvo al propio Cid como alcalde.
Manuel Jesús Prieto