No hay constancia de que Coco Chanel visitase Galicia en algún momento de su vida, pero le hubiese encantado. Por lo menos, los lugares en los que florecen las camelias, su flor preferida e icono de su marca.
La francesa se quedó prendada de ella después de ver a Sarah Bernhardt interpretando La dama de las camelias, de Alejandro Dumas. A partir de ese momento, la flor empezó a influir en sus ideas. Se fijó en que los dandys la llevaban como adorno en las solapas y ella decidió pasarlas a los cinturones femeninos.
También cayó en la cuenta de que al ser una flor que apenas tiene olor, aunque las mujeres la llevasen de adorno podían seguir escogiendo el perfume que quisieran ponerse. Incluidos, claro, los perfumes de su marca: era un genio de los negocios.
Además, la camelia es dura y conserva sus pétalos todo el año, una característica que ella atribuía a la mujer para la que diseñaba: fuerte, independiente, con personalidad. La flor pasó a ser el símbolo con el que la creadora se presentaba al mundo. Y también el de una comunidad autónoma. Si lo llega a saber, quizás hubiese diseñado un traje dedicado a Galicia (lo cual habría sido, como poco, curioso).
El poder de la atracción
Muchas personas sienten la misma fascinación por la flor que Chanel. Por eso, cada año se desplazan a Galicia miles de visitantes para disfrutar de la visión de la también denominada ‘Rosa de Japón’.
La Ruta de la Camelia recorre castillos, pazos y jardines, casi todos situados en las Rías Baixas. Allí se concentran la mayoría de las 8.000 variedades de camelia que se dan en la comunidad debido a la acidez de sus tierras y su clima.
La historia –más bien la leyenda– asegura que fue Marco Polo quien trajo la flor a Europa como recuerdo de su viaje por la Ruta de la Seda en China. Y hay quien dice que fueron los navegantes portugueses y españoles que se adentraron a los mares del Lejano Oriente los que regresaron a casa con ella (por lo visto, funcionaba muy bien como souvenir).
Lo único que se sabe con certeza es que su descubridor fue el jesuita y botánico Georg Josephus Kamel, que en el siglo XVII visitó Filipinas a bordo de un barco español. Cuando el científico y naturalista Carlos Linneo vio sus apuntes años después, decidió bautizar a la flor con el apodo con el que conocían al religioso, Camellus.
Sea como sea, en el siglo XVIII la camelia ya daba color a Galicia. Estos son algunos de los pazos más interesantes en los que se pueden observar.
Pazo de Oca
Ubicado en A Estrada, a pocos kilómetro de Santiago de Compostela, también se le conoce como “El Versalles gallego”. Propiedad de los duques de Medinaceli, está considerado como Bien de Interés Cultural. Los edificios se erigen en el terreno en la actualidad son del siglo XVIII y sus jardines están valorados como unos de los mejores de Galicia. Tiene incluso dos lagos con unos nombres como poco llamativos: Virtudes y Vanidades. La entrada cuesta 6 euros.
Pazo de Lourizán
Su edificio fue construido por el arquitecto y militar Jenaro de la Fuente Domínguez. Durante algún tiempo residió en él nada menos que el político Eugenio Montero Ríos. Tiene un terreno de 54 hectáreas en las que se encuentran varios árboles incluidos en el Catálogo de Árboles Singulares de la Xunta de Galicia.
Por supuesto, su abundancia de camelias, con una avenida propia, es uno de los puntos fuertes de su atractivo. La entrada es gratuita, aunque es mejor informarse previamente llamando al 986 805 000.
Pazo de Mariñán
Se encuentra en el municipio de Bergondo en A Coruña y es una de las paradas indispensables en la Ruta de la Camelia. El sitio ha tenido otro dos nombres pazo de Bergondo y pazo de Láncara. En 1936, su último propietario Gerardo Láncara murió sin descendencia así que lo donó a Diputación para fines sociales.
En su historia hay un dato truculento, al menos según académico Felipe Senén: uno de los muchos antepasados de Láncara, Luis de Pimentel y Sotomayor intentó, de manera infructuosa, asesinar a su mujer doña Inés de Ribadeneyra en las dependencias del pazo. Y también un misterio: los jardineros recortaban los setos en forma de palabras como “honestidad” o “virtud”, hecho que relacionaba a los dueños con los masones pero que nunca se confirmó.
En 1997 empieza a cultivarse en su terreno el Jardín de las palabras, en el que visitantes relacionados con el mundo de la cultura plantan un árbol y dejan unas líneas escritas. Por allí han pasado Saramago, Mario Benedetti o Camilo José Cela. No hace falta decir que, por supuesto, también posee una excelente plantación de camelias. Las visitas, tanto guiadas como libres, son gratuitas.
Pazo de Rubiáns
Situado en Vilagarcía de Arousa, provincia de Pontevedra, posee más de 4.500 ejemplares de camelias. Una de las más sorprendente es la de color rojo llamada Eugenia de Montijo en honor al tono del cabello de la emperatriz. El jardín comenzó a perfilarse en el siglo XVII y su conservación siguió generación tras generación.
Las últimas responsables han sido Dña. Dolores Urcola Zuloaga y Dña. Paloma Rey Fernández-Latorre, actual Señora de Rubianes y Marquesa de Aranda. En el pazo también tienen viñedos y elaboran su propio vino, por lo que las visitas guiadas a veces combinan la visión de las camelias con la degustación del vino (una “ruta alegre”). El precio debe consultarse en la página particular del pazo.
Pazo de A Saleta
Una capilla erigida por orden del coronel Severo Pérez Cardecid en 1863 le da nombre a este pazo en el que, además, todavía se conservan partes de una casa de labranza. Asimismo, también está la casa en la que viven los propietarios actuales.
Su impresionante jardín es obra del británico Robert Gimson, que en 1968 llegó a Meis, Pontevedra. Allí encontró el lugar perfecto para practicar su pasión, la jardinería. Su esposa Margaret también participó en la transformación de la finca en un excelente jardín botánico. La arquitecta paisajista Brenda Colvin fue la encargada de darle forma en 1970.
La International Camelia Society le ha otorgado el título de Jardín de Excelencia Internacional gracias a la colección de camelias que viven en el lugar. Y también tienen otros premios como la Camelia de Oro y el premio especial Antonio Odriozola. Aunque se trata de un recinto privado, organizan visitas guiadas. Los precios oscilan entre los 20 y los 10 euros.
Carmen López
Os habéis olvidado del Pazo de Santa Cruz de Ribadulla.
Correcto! El único que tiene un bosque de camelias.