Llega el otoño y con el primer atisbo de frío nos entra la pereza. Es el síndrome de la marmota: preferimos hibernar a salir a la calle; pero ese es un gran error. El otoño está lleno de oportunidades y bellezas fascinantes –fue Albert Camus quien la describió como ‘una segunda primavera, donde cada hoja es una flor’–. Y si no le creéis, echad un vistazo a todas las maravillas otoñales que hay en Portugal.
1. La región del Duero: la estrella otoñal
A partir de octubre, el valle del río Duero rompe el molde de la belleza. El cambio de colores de un mar vertical de viñedos es sublime: amarillos, naranjas, granates… Las hojas se van matizando bajo una luz cálida que parece mágica. Ese es el paisaje en el que se desarrolla la vendimia anual que llena de actividades las quintas históricas, como por ejemplo, Quinta de Santa Barbara, Quinta do Vallado o Quinta do Castro. En ellas nos aguardan grandes experiencias enológicas.
Un modo sorprendente de recorrer el valle en esta época es en uno de los cruceros fluviales que parten del muelle de Pinhão. Lo ideal es observar el paisaje con una copa de vino en la mano. Una alternativa al barco para recorrer el valle es el tren histórico entre Régua y Tua. Se trata de un simpático ferrocarril de principios del siglo XX que a su ritmo viaja ribera arriba. La suma de otoño y estilo ferroviario convierten a este viaje en uno de los planes otoñales más románticos de Portugal.
2. Sierra de la Estrella: un otoño de altura
En la Región Centro, el Parque Natural Serra da Estrela tiene el honor de ser la mayor área natural protegida portuguesa; también alberga el punto continental más alto del país, por lo que es una escapada perfecta en invierno. Pero resulta que en otoño no se queda atrás, ni mucho menos.
La Sierra de la Estrella es un fascinante universo otoñal que ocupa seis municipios rurales donde es común encontrar una naturaleza espectacular de bosques de robles, hayedos y abedules que se encargan del espectáculo cromático, como en Covão d’Ametade, junto al Cantaro Magro.
Una de las mejores rutas para practicar senderismo es la Ruta de las Hayas, de 5,4 km. y que, tal como indica su nombre, pasa bajo un dosel de hayas enormes. Ahora, además, el Parque Natural Serra da Estrela ha sido declarado recientemente Geoparque Mundial por la Unesco. Así que planes no faltan.
Para recuperar calorías tras las caminatas lo mejor es recurrir a la cocina local. Destaca sobre todo, el queso mantecoso de la sierra, que se produce con la leche de los rebaños de cabras que aún se guardan a la vieja manera. Con un poco de pan de la zona, ¡manjar de reyes!
3. La romántica Sintra
A Lord Byron le entusiasmó la sierra de Sintra. Y eso que no la visitó en otoño, si no en julio. Hoy el Parque Natural de Sintra-Cascais, a apenas media hora en coche de Lisboa, es una de las escapadas estrella de todo viaje a Lisboa. Vale la pena visitarla en otoño, cuando un manto de hojas cubre el suelo y dota a los palacios cierto aire de encantados.
Como es habitual, habrá que subir al Castelo dos Mouros. En estas fechas, el camino adquiere los bellos colores de la estación. Una vez arriba, si el viento lo permite, se podrá disfrutar de una espléndida vista otoñal de la sierra. Otros de los escenarios que adquieren mayor belleza en estos días son el convento dos Capuchos y la Quinta da Regaleira. Hay que transitar por el jardín y bajar por el famoso pozo iniciático para dejarse llevar por una dulce saudade otoñal. Para calentarnos tras pasear por estos paisajes, nada mejor que confiar en las queijadas de Casa Piriquita.
4. Gerês: otoño protegido
Paisajes únicos, cascadas y aldeas bucólicas son el santo y seña del Parque Nacional da Peneda-Gerês, en el extremo noroeste de Portugal, entre Alto Minho y Trás-os-Montes. Es la única zona portuguesa protegida como parque nacional y cuando llega el otoño aún destaca más.
Los robles y hayas explotan en una sinfonía de colores que van del dorado a los granates y ayudan a pintar junto a las pequeñas aldeas como Pitões das Júnias, una de las postales otoñales más bellas de Portugal.
Algunos de los enclaves más representativos del otoño en el Parque Nacional Peneda Gerês son el valle del río Homem con su estupendo bosque de robles y el Miradouro Pedra Bela, para obtener una perspectiva espectacular del valle y de la sierra.
5. Alentejo: cuando el otoño es gastronómico
Cuando a los alcornoques del Alentejo les comienza a salir las bellotas es que el otoño ha llegado para embellecer la región. El otoño aquí sabe especialmente a castañas, a chocolate y, sobre todo, a vino, que es la época de la vendimia.
Se puede recorrer la comarca de feria en feria. La estrella entre los más pequeños de la familia es la Feria del Chocolate, que se celebra en Grândola, en el en el distrito de Setúbal, a principios de noviembre. No es el Festival Internacional del Chocolate de Óbidos; pero las figuras a tamaño real, los chocolates maridados con sabores tradicionales y otras maravillas son como para dejar la boca abierta. La Feria de la Castaña, el 9 y 10 de noviembre en Marvão, no se queda atrás en atención del público: nada como el otoño para disfrutar de castañas asadas y pan de castañas, licor de castañas, salsas con castañas, dulces con castañas…
La uva es la otra gran protagonista del otoño en Alentejo. Las viñas en esta época tienen una belleza especial. Se puede visitar Herdade do Esporão, donde se combina el vino con aceites y con actividades enológicas o por la Hacienda Herdade Vale da Rosa, famosa por sus uvas sin pepitas. Además, se celebra la Festa da Vinha e do Vinho, en Borba, ciudad más famosa por sus tintos que por su mármol. Para acompañar a los caldos, coincide con la Feira Gastronómica y de Productos Regionais, donde se puede probar los contundentes platos de caza, las setas o espárragos tradicionales de la zona.
6. Aldeias do Xisto: el otoño contemplativo
Ubicados en la Serra da Lousã, en el centro de Portugal, las 27 aldeas de esquisto forman una constelación otoñal ideal para desconectar, llevarse un libro, mirar por la ventana con una taza caliente de café y salir a dar largos y tranquilos paseos. Tal vez, te resulte incluso difícil que tu móvil tenga señal para poner los dientes largos a tus amistades.
Todas las aldeas están cortadas por el mismo patrón: una o dos calles, casitas construidas en piedra, olor a pan recién hecho; pero en cada uno se descubre un encanto especial, con diversos puntos patrimoniales y naturales a destacar. Además, cuando llegan las castañas, hongos, madroños, nueces y avellanas, las aldeas parecen cobrar una animación especial y se organizan diferentes fiestas para dar la bienvenida a los sabores otoñales.
José Alejandro Adamuz
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