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Los acantilados son, junto a los faros, de los espacios más románticos que existen. Será esa ruptura que acaba en vertical, el no poder seguir más allá pero, sin embargo, tener el horizonte a nuestro alcance. En ellos se experimenta lo sublime de la naturaleza, una vibración que se siente muy adentro y que nos conecta con la máxima sensación de libertad. Hay muchos y de diversos tipos, pero estos son algunos de los acantilados más espectaculares de España.
1. Ronda (Málaga)
Por norma general, asociamos acantilado a mar y a lugares inaccesibles, pero no siempre se cumple. Por eso comenzamos con la ciudad de Ronda. Rainer Maria Rilke no pudo evitar la fascinación por esta pequeña ciudad que desafía al vértigo, situada al borde mismo de un acantilado. La imagen del Puente Nuevo –en realidad, no lo es tanto, pues es original del siglo XVIII–, sobre la garganta del río Guadalevín, con más de 120 metros de altura, sigue siendo tan subyugante como lo fue para el romántico poeta.
Si no, que se lo pregunten a Michelle Obama, que no ocultó su entusiasmo por lo maravilloso de este paisaje a su paso por la localidad malagueña. Dada su especial ubicación, Ronda se mira a sí misma desde multitud de miradores. Tal vez, el favorito de Rilke fue el mirador de Los viajeros románticos, pero el más famoso es uno de peculiar nombre: el Balcón del coño.
2. Los Gigantes (Santa Cruz de Tenerife)
La naturaleza volcánica de las Islas Canarias es propicia a espectaculares acantilados. Ahí están, como uno de los ejemplos más icónicos, Los gigantes. Desde la playa de los Guíos, al oeste de la isla de Tenerife, las vistas son tales que uno no puede estar más que de acuerdo con el nombre dado a ese conjunto de paredes verticales que están entre los 300 y 600 metros de altura. Los guanches los conocían como la “muralla del infierno” o “muralla del Diablo”. Desde Punta Teno también hay un mirador excepcional a los acantilados.
3. Finisterre (La Coruña)
Antiguamente los romanos lo consideraron el fin del mundo. En la actualidad, aquí siguen llegando los peregrinos que hacen el Camino de Santiago. Es la última etapa, allí donde la tradición manda quemar las botas con las que andaron el largo trayecto. Pero, al cabo y a su faro también se puede llegar cómodamente en coche. No se rompe la magia del lugar por ello. La punta del cabo es uno de los acantilados más míticos de la Península ibérica. Imagen y símbolo de la Costa da Morte. A 138 metros sobre el nivel del mar y sobre un brazo de tierra que se adentra en las aguas, su faro es el más visitado de toda Galicia. Un emplazamiento ideal para puestas de sol legendarias.
4. Cabo de Formentor (Mallorca)
Aproximándonos por carretera al cabo de Formentor, aparece a la derecha, alzado sobre rocas, el faro. Es una de las postales más bellas de Mallorca. En el norte de la isla, el cabo está formado por una península desde la que se logra contemplar la bahía de Pollença. Los acantilados que se abren en los laterales de la carretera comienzan a impactar, pero nada que ver con lo que espera más adelante. Durante el trayecto al faro es posible detenerse en los miradores que ofrecen diversas perspectivas del cabo y sus acantilados. Entre los más populares, el mirador de Sa Creueta, a 232 metros de altura; y el mirador de Es Colomer. No hay que perderse una puesta de sol desde aquí por nada del mundo.
5. Barbate (Cádiz)
Desde la playa de Hierbabuena, a una hora de Cádiz, comienzan a insinuarse los acantilados de Barbate. Paredes de arenisca que se levantan a unos 100 metros de altura sobre el mar y que ocupan toda la costa: desde Barbate hasta prácticamente el faro de Trafalgar. Los extensos pinares del Parque Natural de la Breña y Marismas de Barbate se asoman al vértice de los acantilados. Un sendero que sube en zigzag desde la playa nos lleva a recorrer el borde mismo de los acantilados. Naturaleza y cultura se unen a nuestro paso. Al poco, aparece la torre Almenara del Tajo, cuya cilíndrica construcción sirvió de atalaya defensiva, desde donde se seguía el paso de los atunes por el Estrecho. Lo que se ve más allá del mar es la costa de Marruecos.
6. El Flysch de Zumaia (Guipúzcoa)
La localidad de Zumaia, junto a la desembocadura del Urola, fue antaño floreciente por sus astilleros. En la actualidad, lo es más por el turismo que llega atraído por la belleza del entorno. Y es que la playa de Itzurun forma parte de uno de los tramos más espectaculares del litoral guipuzcoano. Hay que subir hasta la ermita de San Telmo para tener la mejor panorámica de los enormes acantilados verticales de piedra caliza. Sus vistosos pliegues se deben a un fenómeno geológico conocido como flysch, formado a lo largo de miles de años por la erosión del mar. ¡Gran parte de la historia geológica de la Tierra a plena vista! El lugar es tan fabuloso que sirvió como escenario para Juego de tronos. Hay un recorrido, desde Zumaia, que se conoce como la Ruta del Flysch, que regala más vistas espectaculares sobre esta parte de costa.
7. Cabo de Peñas (Asturias)
En estos acantilados parece que los prados verdes quieren fundirse en un Cantábrico siempre agitado. El cabo de Peñas, en el punto más al norte del Principado de Asturias, se adentra en el mar como si fuera la proa de un barco, con paredes rocosas de más de cien metros de altura. Geográficamente, el cabo está enclavado entre Gijón y Avilés y es espacio protegido. Se trata de un lugar excepcional para sentir la energía de la naturaleza. Si necesitas aislarte del mundo por unas horas, este es uno de los mejores lugares. Más si es al atardecer. El cabo está coronado por el faro, el más importante del litoral asturiano. Guía a los marineros en el mar desde 1852 y hoy se ha convertido en el museo Medio Marino de Peñas.
José Alejandro Adamuz
Los peregrinos no andar on el camino ni naduvieron en el mar.