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Si alguien tiene dudas sobre cuán difícil podría ser entrar en una fortaleza en la Edad Media, entonces recomiendo visitar Alarcón. Este pueblo situado en el sur de Cuenca, y que parece sacado de una película Disney de los 90, aún conserva prácticamente intactas las torres de vigilancia que antaño impedían el acceso al pueblo y que, hoy, tampoco lo ponen fácil.
Una estrecha carretera de entrada cruza los pequeños arcos de las torres mientras la alerta del monovolumen suena sin parar: “Ding, ding, ding”. Me advierte de que apenas hay espacio entre el coche y la pared. “Menos mal que, al menos, no viene ningún coche de frente”, pienso.
A la derecha, el muro de la fortaleza se erige pareciendo no tener fin; a la izquierda, un acantilado desciende hasta el río Júcar. La situación estratégica de Alarcón, sobre un peñón en medio del meandro del Júcar, hizo que en el medievo fuera una importante frontera para defender el reino de Castilla del musulmán.
“En aquella época Alarcón tenía unos 3.000 habitantes. Hoy solo somos ciento y pico”, me explica Jesús Mallor, guía de Alarkum, tras dejar la furgoneta -sin rasguños- aparcada en la plaza del pueblo.
El declive de Alarcón comenzó con la entrada de la Edad Moderna, “Con el territorio pacificado ya no se necesitaban fortalezas para protegerse. El acceso, por su orografía, seguía siendo complicado, por lo que la vía de comunicación se desvió hacía el sur, hacia La Mancha, y Alarcón dejó de tener importancia”.
Esto explica el porqué un pueblo tan pequeñito tiene tantas iglesias: cinco. Y es que, aunque actualmente solo la iglesia de Santa María realiza oficios, gracias a las labores de recuperación del patrimonio en la década de los 60 impulsadas por Luis, el cura del pueblo, todas siguen en pie e, incluso, una de ellas ha acabado siendo una imponente obra de arte.
Igual te suena de lo que hablo: de la iglesia de San Juan Bautista y la enorme Pintura Mural del artista Jesús Mateo que cubre todo su interior. ¿No? Pues pasa, ponte cómodo y disfruta de esta maravilla.
El templo de las estaciones, los horóscopos y la creación
La iglesia de San Juan Bautista está situada en la plaza Infante Don Juan Manuel, justo al lado del Ayuntamiento. A primera vista y desde fuera, no parece que tenga nada que la haga especial. Cuando Jesús Mallor sacó las llaves para abrir sus puertas, tengo que admitir que pensé que lo que íbamos a ver dentro era algún retablo o talla «fuera de serie». Lo cierto es que esperaba encontrar cualquier cosa; cualquier cosa excepto lo que había allí dentro.
“La luz es muy tenue, pero tus ojos irán haciéndose a la oscuridad y podrás ir viendo mejor”, me advierte Mallor. Y así fue, según pasaban los segundos, en las paredes cada vez se podían apreciar más formas, dibujos y, al cabo de un tiempo, la variedad de tonalidades. ¡Guau! Estar en medio de aquella sala, rodeado de todas esas pinturas fue ¡Guau!
El mural, de 1.500 metros cuadrados, cubre cada pared del templo. Incluso su techo abovedado. Hay animales grandes y pequeños, flores, plantas, células… Algunos son seres reales, otros fantásticos. “Hay una mezcla entre naturaleza y mitología. Pero una mitología global, no solo religiosa. Hay una génesis, una evolución”, me cuenta Mallor.
Con la mano levantada encontramos también al hombre. Está en el altar, como protagonista de toda esta historia y del templo. “Si te fijas”, me dice, “la cabeza y el tronco están en el altar, pero los pies están al final de la iglesia haciendo que ocupe todo el espacio. El suelo es blanco porque está buscando esa continuidad”.
Y si el hombre es el suelo, la bóveda es el universo. Va cambiando de color, hacía el amanecer porque representa un día completo. Hay estrellas, constelaciones e incluso signos del Zodiaco. Aunque ninguno de esos elementos ha sido colocado al tuntún.
“Lo difícil es que un chaval de 22 años tenga esta historia en la cabeza”
“El edificio tiene cuatro partes en las que están representados los elementos naturales: tierra, fuego, agua y aire. Asimismo, cada elemento tiene una triana que corresponde a un signo del Zodiaco. Y cada parte del edificio tiene tres paredes. Tres por cuatro doce: en cada una de ellas hay un signo, un mes y cada mes es parte de una estación. El año astrológico está repartido por todo el edificio”, me explica Jesús Mallor con esa pasión que solo tienen los que aman su trabajo.
El degradado de los colores también va en función de la estación en la que nos encontremos y de la orientación de la propia iglesia. Por ejemplo, en la pared sur está Leo que nace en julio, en verano.
El más difícil de reconocer, no obstante, es Virgo. “Jesús Mateo es Virgo, así que podemos entender todo, porque lo difícil es que un chaval de 22 años tenga esta historia en la cabeza”, dice Mallor con una sonrisa.
Al final de todo está el infierno, la oscuridad, hay brasas y un tridente. Está opuesto a la luz, a la divinidad.
Un mural de Interés Artístico Mundial por la UNESCO
Jesús Mateo, el artista de esta historia, solo tenía 22 años cuando comenzó la obra en 1994. En total, tardó 8 veranos -en invierno hacía demasiado frío- y lo hizo por amor al arte, para resucitar la iglesia de San Juan Bautista. Y vaya si lo consiguió. Hoy, este inmenso mural está protegido por la UNESCO como Interés Artístico Mundial y es un referente del arte contemporáneo.
Aunque Jesús Mateo no estaba allí en el momento de visitar su obra, desde EscapadaRural lo llamamos por teléfono para que nos explicase. ¿De dónde surgió todo aquello?
“Yo tenía muy claro desde muy niño que mi mundo no era pintar lienzos en un caballete en un estudio, enmarcarlos y ponerlos en una pared”, me cuenta.
No obstante, la creación del mural admite que fue fortuita. Fue un día a cenar al Parador de Alarcón y, cuando terminaron, le enseñaron el edificio, que estaba cerrado y semiabandonado, sin uso, sin culto. “Allí descubrí un espacio alucinante y yo las vi [las pinturas]. Y como las vi las pinté”.
“Yo lo que hice fue estructurar el proyecto a raíz de una frase, un mito de origen. Y lo que hice es eso, un mito, originario, de la vida en la tierra. De la construcción de la vida en la tierra”, dice.
Aunque la reconversión de San Juan Bautista a obra de arte no fue tan sencillo. Según Mateo, durante el proceso se encontró con muchas negativas y encontronazos, sobre todo por parte de los políticos.
Reconoce que nadie le encargó la obra, nadie le pidió que pintara aquello y le costó bastante convencer a las autoridades competentes y a la iglesia para que le dejaran intervenir, por el tipo de edificio que era.
El proyecto salió adelante meses más tarde gracias a los amigos de Jesús Mateo y de todos aquellos que querían formar parte del mismo. Crearon la asociación cultural que es la que ha sacado todo esto adelante. Estuvieron abiertos por obras y, si alguien de los que venía a visitarlos quería formar parte podía hacerse socio. Según Jesús Mallor, pasaron de ser 10 en los inicios a unos 1.000.
Lo difícil es que un pueblo de 100 habitantes llegue a tener una obra de arte contemporánea a nivel mundial
Jesús Mallor
Hubo mucha gente interesada. Entre ellos personalidades como Gustavo Bueno, José Saramago, Fernando Arrabán, etc. Gente del mundo de la cultura que vinieron a ver el proyecto y que ayudaron a financiarlo gracias a la organización de conciertos, exposiciones, conferencias…
En 1997, además, consiguieron el amparo internacional de la UNESCO. Gracias a ello muchas de esas personas próximas dejaron de interferir y la gente empezó a ver la obra de otra manera, según Mateo.
Y es que, con la declaración de Bien de Interés Artístico Mundial se logró proteger la obra pero también su soporte, su lienzo, que es el edificio. “Ambas cosas están unidas de por vida”, dice Mallor.
En los últimos años lograron arreglar el suelo y su iluminación, además de que se está trabajando para acabar con algunas de las humedades. De media, la Pintura Mural de Alarcón recibe unos 20.000 personas al año.
El templo está abierto los viernes, sábados y domingos.
“La gente se queda alucinada con que un pueblo pequeñito pueda tener ese castillo y cinco iglesias. Yo siempre digo que lo fácil para Alarcón es tener eso, por su historia. Lo difícil es que un pueblo de 100 habitantes llegue a tener una obra de arte contemporánea a nivel mundial”, concluye Jesús Mallor mientras abandonamos el edificio y caminamos hacia el castillo, hoy reconvertido en Parador Nacional.
Las mejores vistas de Alarcón
Por el camino hacemos un alto en la iglesia de Santa María, la única que sigue funcionando como tal. En Alarcón, durante la guerra civil no sufrieron la pólvora, pero sí los saqueos. Como consecuencia, faltan el órgano y la campana. También las imágenes del retablo, todas menos una; aunque gracias a su diseño, tan recargado, apenas se nota la ausencia. Según Mallor, es uno de los retablos más importantes del Renacimiento en la provincia de Cuenca.
Continuando la calle llegamos a un estrecho puente de piedra que nos lleva hasta el arco de entrada del castillo. “Originariamente, la puerta de entrada era más alta, aunque igual de estrecha. Tenían que entrar de uno en uno”, me explica. El patio de armas, que hoy es parte del hall del parador, era mucho más grande. Donde hoy está el bar y el restaurante, antiguamente era donde los soldados hacían guardia. Asimismo, la torre del homenaje era un búnker, por si el resto de la seguridad fallaba.
Desde lo alto de las murallas del castillo dicen que están las mejores vistas de Alarcón. Lo suscribo. Desde ellas se puede ver el embalse y el meandro del Júcar, cuyo azul turquesa hace que a uno le entren ganas de zambullirse. El meandro es doble y sirvió de frontera natural durante la Edad Media. Si te fijas, en los alrededores aún se pueden ver algunas de las torres de vigilancia del siglo XIV. “En caso de asedio tenían agua, prados, huertos etc. ”
Desde las murallas también se puede ver la entrada al pueblo. La estrecha carretera que, al llegar a los arcos, se convierte en un solo carril. “Ahora hay que saber salir”, pensé.
La última parada fue a las afueras del pueblo, en la gran explanada que hay junto a la torre de Armas y que en Google Maps está marcado como el mirador de Alarcón. Las vistas a todo el conjunto son incluso más impresionantes que desde el castillo.
¡Guau! Quién se iba a imaginar que, además de toda esa belleza de pueblo, en su interior incluso hay vistas al firmamento.
Laura Fernández
Periodista, blogger y viajera. No necesariamente en ese orden. En ocasiones me despierto sin saber dónde estoy. Adicta a los cómics y a los noodles con salsa de cacahuete. Redactora en @escapadarural, colaboradora en la Conde Nast Traveler y en la Divinity. Mi casa: Meridiano180.
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Precioso pueblo! No lo conocíamos, lo visitamos de casualidad íbamos de paso, la pena que no se puede visitar el castillo, y las iglesias cerradas. Visita muy recomendable.
Acabo de estar en Alarcón unos dias y no he podido ver este mural porque solo abre los fines de semana.En fin,Cosas de este pais