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Hay un tweet circulando por la red que dice: “De niño pensaba que la arena movediza iba a ser un problema mucho más relevante en mi vida”. Un comentario que ha suscitado numerosos likes ya que, seguramente, muchos nos hemos sentido representados. Las temidas arenas movedizas las hemos visto durante nuestra infancia en películas como La historia interminable, Indiana Jones o Jumanji, entre otras; y también hemos tenido que sortearlas en videojuegos como Super Mario Bros.
Parece que, en los setenta y ochenta, este fenómeno suponía una amenaza súper importante, y que todos tendríamos que acabar enfrentándonos a él en algún momento de nuestra vida para evitar ser succionados. Uf, menos mal que no ha sido así.
Pero, justo cuando ya nos habíamos olvidado del tema -y de su peligro-, algunos medios de comunicación han querido desbloquear de nuevo este antiguo miedo. Y es que, aunque muchos aún no las hayamos visto, las arenas movedizas existen. Están entre nosotros pero, ¿es verdad que podemos encontrarlas en España? Pues parece que sí.
Las “arenas movedizas” de San Lorenzo
Antes de nada, hay que aclarar que, aunque nos refiramos a ellas como arenas movedizas, “es fuerte llamarlas así”, me dice entre risas Germán Flor, profesor del Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo. A él recurrí para buscar explicación al fenómeno que ocurre en la playa de San Lorenzo, en Gijón.
Esta no es la única playa de España en la que hay una parte donde la arena parece hundirse, o en la que se produce la licuefacción del suelo (como se refieren a este fenómeno los geólogos), aunque sí es la que se ha popularizado por ello en los últimos veranos. De hecho, el periódico El Español llegó a decir de ella: “Las arenas movedizas ya son una preocupación en España: esta es la playa que puede ‘enterrarte’ en segundos”. Como podéis imaginar, esto no es así. Ni es una preocupación, ni te va a tragar entero, ni mucho menos en segundos.
Para poder ver el fenómeno en Gijón habrá que dirigirse a la parte occidental de San Lorenzo, al arenal que está justo debajo de la iglesia de San Pedro. Aunque, ojo, no es tan frecuente como se cree. La licuefacción del suelo en esta parte se produce de forma ocasional, pues según Germán Flor, deben darse unas condiciones muy concretas.
“En toda esa zona, sobre todo donde está el cerro de Santa Catalina y donde está la playa, hay unas rocas calizas que son del Jurásico (Formación Gijón). En esas calizas circula agua dulce procedente de un acuífero que sale por debajo de la playa. Cuando llueve mucho, o ha llovido mucho los días anteriores, hay mayor concentración de agua de lo habitual entre los poros que hay entre los granos de arena fina de la playa y, entonces, esto hace que se comporte así, creando una especie de arenas movedizas”, explica.
Para que se produzca este fenómeno, además de arena fina y el agua dulce, también suele ser necesario que haya marea baja pues, “se da preferentemente con mareas vivas”, añade.
Si tienes la suerte de poder presenciarlo, no hay de qué preocuparse. Nadie va a desaparecer como Ártax, el caballo de Atreyu en La historia interminable (que escena más triste, cómo no iban a traumatizarnos). En la playa de San Lorenzo apenas nos hundiremos hasta el gemelo o, como mucho, hasta la rodilla.
Este fenómeno no es exclusivo de Gijón, sino que pasa en muchas otras playas de Asturias (se han registrado también en la de la Portilla, en San Martín, Llanes), y de España. De hecho, en la de Las Teresitas, en Tenerife, es posible presenciarlo durante todo el año.
Las Teresitas, la playa con trampas de arena
La playa de Las Teresitas “es el caso más representativo”, afirma Germán Flor. “Ocurre porque esa playa es artificial y se metió arena fina del Sáhara. Ahí lo que ha pasado es que la playa tiene cierta pendiente y está en zona intermareal, por lo que hay cambio de mareas que se mezclan con el agua dulce”, cuenta.
En Las Teresitas las “arenas movedizas” se parecen mucho más a las que nos imaginábamos de pequeños. Además, según publicó el periódico El Día, sí parecen peligrosas: hay varios socavones en los que se han caído ya varios bañistas hundiéndose hasta la cintura, aunque lo normal es enterrarse hasta las rodillas.
Un hecho que Germán Flor parece confirmar, ya que “yo he estado allí y ves como los socorristas van poniendo conos para que los niños y gente mayor no se metan dentro, pero sin aparente peligrosidad”. Estos socavones están situados junto a la caseta de la Cruz Roja.
En el Mont Saint Michel la arena se ha tragado tanques de la II Guerra Mundial
Pero, ¿dónde puede haber más licuefacción del suelo y ser más peligroso? “En zonas de marismas o de llanura mareal. Por ejemplo, en el Mont Saint Michel, en Normandía, Francia”, explica Germán Flor.
Este pueblo y monasterio construido sobre una roca se caracteriza porque, con la subida de la marea, se queda rodeado de agua, con variaciones de hasta 17 metros entre bajamar y pleamar. Cuando hay bajamar, en cambio, el arenal sobre el que se asienta queda al descubierto. Hay que tener cuidado pues, “hay una zona kilométrica donde hay cambios de marea muy grandes y donde hay agua encharcada. Es peligroso, ya que incluso hay tanques de la II Guerra Mundial que han sido tragados por la arena”. Hoy, incluso hay empresas que ofrecen esta actividad entre los turistas.
En España, igual de peligrosas son ciertas zonas de las marismas de Riotinto, donde “te puedes quedar enterrado hasta el pecho”, ya que el sedimento es aún más fino y el nivel freático -la profundidad a la que se encuentra el agua subterránea en relación con la superficie del suelo- es aún mayor. “¿Cuándo decimos nosotros que el nivel freático está muy alto? Cuando veas plumeros. Aparecen en medianas, taludes y en zonas de charcas. En una playa fluctúa por la marea”.
En la costa española hay multitud de playas pegadas a acantilados en las que se pueden ver burbujas que salen del suelo y que no tienen nada que ver con las que producen las olas al romperse. “Es porque sale agua dulce por debajo”, explica Flor. Por suerte para nosotros, la arena mayoritariamente es gruesa y más compacta, por lo que no en todas ellas se puede presenciar el fenómeno de las arenas movedizas.
Entre las alarmantes noticias de este verano sobre tiburones y las arenas movedizas, parece que ir a la playa se ha convertido en una actividad de riesgo. Aún más. Como si sortear las olas o la resaca del mar no fueran suficientes.
Laura Fernández
Periodista, blogger y viajera. No necesariamente en ese orden. En ocasiones me despierto sin saber dónde estoy. Adicta a los cómics y a los noodles con salsa de cacahuete. Redactora en @escapadarural, colaboradora en la Conde Nast Traveler y en la Divinity. Mi casa: Meridiano180.
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