Àrreu, el pueblo que desapareció la noche de Navidad
Escrito por
25.12.2022
|
10min. de lectura
Actualmente está en ruinas y en él solo vive un habitante
La noche del 25 de diciembre de 1803, el pueblo de Àrreu desapareció bajo la nieve. Un alud de grandes dimensiones sepultó las 10 casas de esta localidad aislada en el Pallars Sobirà, levantada bajo el barranco de Monars, en Lleida. Con ellas, la nieve también se llevó la vida de 17 vecinos. A muchos la avalancha les sorprendió durmiendo.
Este no fue el último alud ocurrido en el barranco de Monars. Según un estudio publicado por la Asociación Meteorológica Española, los aludes en esta zona se repitieron en 1930, 1950 y en la década de los 70. Aunque ninguno tuvo tanta fuerza, ni fue tan mortífero como el de aquella noche. Los vecinos entonces ya estaban preparados.
Tras la catástrofe, los supervivientes volvieron a levantar Àrreu en una zona segura: 200 metros más abajo. “Después del alud se reconstruyeron 8-9 casas que estuvieron habitadas hasta los años 80”, explica por teléfono Ferrán Rella, escritor, docente y presidente del Consell Cultural de les Valls d’Àneu.
Las ruinas de las viviendas y de la antigua iglesia de San Serni de Àrreu, zona conocida como las bordas de Àrreu, fueron utilizadas como cuadras. Cuando subían con el ganado, algunos vecinos se encontraban restos del antiguo cementerio, que han ido bajando hasta el nuevo camposanto.
150 años después de la tragedia, durante los años de la posguerra, el pueblo volvía a estar lleno de vida.
La carretera de la discordia
Entre 1946 y 1970, Àrreu vivió su época dorada. En el pueblo vivían unas 30 personas que se dedicaban a la agricultura y a la ganadería. Había niños, jóvenes y mayores que tenían su propia iglesia, la ermita de Mare de Déu del Neus (Virgen de las nieves) y organizaban bailes y romerías en el centro del pueblo.
“Era un pueblo muy bonito y muy unido, porque todos colaborábamos en todo”, dice María Cortinat, de la casa Joan de Àrreu en el documental Camí d´Àrreu, dirigido por el cineasta Aleix Gallardet y producido por el Consell Cultural de les Valls d’Àneu.
El documental, que fue presentado en varios festivales de cine, recoge los testimonios de los vecinos que vivieron en el pueblo hasta el año 1981, cuando se fue la última familia. Esta vez, la huida no tuvo que ver con una catástrofe natural, aunque sí con los inconvenientes de vivir en la alta montaña totalmente aislados.
“El problema es que no había acceso por carretera, los vecinos tenían que subir y bajar a pie”, nos explica Ferran Rella. Transportaban la leche, así como otras mercancías, en burros y yeguas. Les ponían unas cestas en los costados para cargarles el peso y tenían que ir caminando junto a ellas. Tampoco había escuelas ni médicos. “La gente de montaña es sufridora pero sin accesos era difícil vivir allí y, poco a poco, la gente se fue marchando”, concluye.
La construcción de la deseada carretera nunca llegó y algunos vecinos acabaron enfrentándose entre ellos. El camino debía de cruzar las tierras de la casa Joan y, aunque Cortinat asegura que estaban dispuestos a ceder su terreno, pero con un recorrido que no les afectase, nunca llegaron a un acuerdo con el resto de los habitantes. Según cuenta en el documental, que se podrá ver en el Festival de Documental Etnográfico de Espiello, una noche, mientras dormían, aprovechando que su hijo estaba en la fiesta mayor de Escalarre, les prendieron fuego a la casa. La situación, que se fue agravando con los años, se volvió insostenible.
“Sabía del conflicto. Al final fuimos tirando del hilo y la historia cada vez se hacía más interesante”, nos dice Aleix Gallardet, director del documental Camí d´Àrreu, por teléfono. “Y es terrible, porque al final no gana nadie”. Todas las personas que salen en el documental son vecinos que han vivido en el pueblo pero que, debido a la falta de accesos, se vieron obligados a marcharse.
Con el pueblo abandonado, muchas de las casas fueron saqueadas y las reliquias barrocas que aún se conservaban en la iglesia de Sant Serni de Àrreu -entre ellas una talla de madera y dos picas bautismales de la Edad Media- tuvieron que ser trasladadas a la parroquia de Sant Martí de Borén.
No es de extrañar que, con la llegada de los neorrurales al pueblo, en la década de los 90, muchos vecinos estuvieran dispuestos a ceder sus casas para que estos jóvenes que buscaban vivir de forma sostenible y aislados en la naturaleza las cuidasen. Donde unos veían el inconveniente del aislamiento, los nuevos inquilinos veían una fortaleza.
Aunque un plan de ampliación de las pistas de esquí de Baqueira Beret, que amenazaba con ocupar parte del valle de Àrreu, hizo que los jóvenes se marchasen definitivamente del pueblo en el 2005. Los neorrurales se habían puesto de lado de los ecologistas, mientras algunos de los ex vecinos estaban de acuerdo en la ampliación y los presionaban para que se fueran.
“Lo que peor llevo es vivir solo”
Eloi Renau es uno de aquellos neorrurales que estuvo viviendo en Àrreu entre los años 1994 y 1996; además de uno de los protagonistas del documental Camí d´Àrreu. “Éramos un grupo de tres amigos de Barcelona que queríamos llevar vida de payeses, de montaña y vivir de la autosuficiencia”, me explica desde el mismo pueblo de Àrreu.
De aquella historia ya hace 26 años. Sin embargo, en 2019 Eloi Renau decidió volver al pueblo, aunque estuviera abandonado. “Lo que peor llevo es vivir solo. Me he acostumbrado, pero mi motivación para volver no era estar solo, sino porque me gusta el pueblo, el valle y aquí tengo mucha madera para trabajar”, dice.
Carpintero de profesión, esta vez Eloi está feliz por tener su propia casa, aunque aún la está rehabilitando. También tiene caballos, animales y, a diferencia de la otra vez, desde hace un par de años el pueblo tiene una carretera. “Está sin terminar, en realidad es un camino de tierra que está a medio hacer. Dicen que podría estar listo para el verano. Ojalá, porque si hubiera buenas comunicaciones la gente volvería”, se sincera. Gracias a ese camino, Eloi ya puede desplazarse en todoterreno a los pueblos de los alrededores para hacer la compra o ver a sus amigos.
El sueño de los antiguos habitantes de Àrreu ha llegado tarde. Sin embargo, algunos de ellos sí piensan en regresar. Además de Eloi, hay una pareja que ha comprado una casa y la está rehabilitando. Según Santi Busquets, presidente de la Associació de propietaris d’Àrreu, “La idea de los vecinos es recuperar el pueblo. Con la construcción de la carretera teníamos claro que algunos de ellos volverían”.
Santi Busquet conoció Àrreu gracias a su padre, quien compró una casa en el pueblo hace unos 30 años. Durante estos años, estuvo colaborando con los vecinos para la construcción de una pista que les permitiese subir y bajar en coche. “Hicimos el proyecto a través de la Diputación y de la Generalitat, pero se terminó el presupuesto, por lo que aún está a medias”, reconoce.
Además de la carretera, tanto él como algunos de los antiguos habitantes están buscando financiación para poder recuperar la iglesia, que está en ruinas, y el resto del pueblo. “Pero sin hacer cosas raras”, dice. “Queremos mantener la arquitectura del siglo XIX original y aprovechar para que se instauren energías renovables”.
Eloi es el ejemplo de que se puede vivir de forma sostenible, pues cuenta con un huerto, con paneles solares y con baterías que le permiten tener electricidad la mayor parte del tiempo. Incluso tiene Internet. También tiene cocina de leña, para el invierno. “Tenemos un grado de responsabilidad. Mis objetivos son intentar ser más coherente con el medio ambiente”, dice.
Abandonado pero con turismo
Más allá de ser uno de los muchos pueblos abandonados de la Península ibérica, Àrreu también tiene gran atractivo turístico. En primer lugar porque se trata de un pueblo de montaña, situado en el Pirineo catalán, entre abruptas cumbres. Gracias a ello, a lo largo de los años ha logrado mantener su ecosistema casi intacto, con una rica fauna entre la que destacan los ciervos y los osos.
“Por aquí pasa una pista circular, que lleva recorrerla unos 50 minutos andando, por eso sí que veo turistas de vez en cuando. La gente en invierno sube con raquetas”, dice Eloi. El pueblo más próximo es Borén, situado en el margen izquierdo del río Noguera Pallaresa. Para llegar hasta Àrreu, si no es con un 4×4, lo mejor será ascender a pie, pues hay un camino que comienza donde la iglesia de Sant Martí y que atraviesa el puente de la Noguera. Durante el trayecto se pueden ver los cimientos de un antiguo castillo, también abandonado.
Si continuamos, llegaremos hasta la mitad del barranco, donde a un lado está el pueblo y las cuadras (a 1.230 y 1.380 metros de altura); y al otro la ermita de Mare de Déu de les Neus. Este pequeño templo románico del siglo XI fue la única edificación que logró sobrevivir al gran alud que se llevó por delante Àrreu en 1803. Cada 5 de agosto, frente a la ermita, se solía cantar: “Defenseu la nostra vida, Mare de Déu de la Neu” (defiende nuestra vida, Virgen de las nieves), en alusión a la catástrofe.
“No muy lejos también está el lago de Airoto, que tiene un refugio. Es alta montaña, por eso hay que venir con una mínima preparación física, y también equipados. Los caminos son muy abruptos”, dice Eloi. Para él, la ventaja de la inaccesibilidad es que actualmente el turismo del valle d´Àrreu es sostenible.
En un futuro no muy lejano, uno de los sueños de Eloi es construir un refugio de montaña para impulsar el turismo responsable en la zona. El objetivo es que: “Las huellas de las personas que pasan cada día no hagan daño al medio ambiente”.
Quizá este sea el momento en el que Àrreu tenga su tercera oportunidad.
Laura Fernández
Periodista, blogger y viajera. No necesariamente en ese orden. En ocasiones me despierto sin saber dónde estoy. Adicta a los cómics y a los noodles con salsa de cacahuete. Redactora en @escapadarural, colaboradora en la Conde Nast Traveler y en la Divinity. Mi casa: Meridiano180.
¡Grandísimo trabajo y super interesante la historia! ¡Gracias!