Balma del Perich, la casa rural incrustada en la roca de un pueblo medieval
Escrito por
20.06.2023
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Mura está considerado uno de los pueblos más bonitos de las afueras de Barcelona. Es medieval, por lo que su fama es entendible pero, además, tiene otro aliciente: y es que ha logrado conservar su patrimonio de la época gracias a estar escondido entre la espesa vegetación del Parque Natural de Sant Llorenç de Munt i l´Obac. Para llegar hasta él habrá que seguir una zigzagueante carretera que discurre entre bosques.
En poco más de una hora, si venimos desde la ciudad condal, habremos viajado en el tiempo. Y no solo al medievo, tal y como nos sugieren las edificaciones y el empedrado de sus calles; sino mucho más atrás: a más de 30 millones de años. Cuando todo el valle estaba anegado por el agua porque la Cataluña Central era un mar.
Un enorme mar interior por el que hoy la comarca de Bages, junto con sus vecinas, está declarada Geoparque Mundial de la Unesco.
La desaparición del mar y la acción de los ríos que se crearon posteriormente fueron acumulando sedimentos, algunos más blandos que otros, dando lugar a la creación de balmas. Cavidades en la roca como la Balma del Perich: de 7 metros de profundidad y 30 metros de longitud en un abrigo rocoso que, aunque en sus orígenes se cree que pudo ser un refugio, hoy es una casa rural de diseño.
Pero, antes de adentrarnos en la vivienda, conviene explicar que una balma, al contrario de lo que muchos pensamos, no es una cueva.
“Una balma es una formación natural” nos explica Santi, propietario de la Balma del Perich, por teléfono. “La diferencia con las cuevas es que no están excavadas en la roca. Las cuevas tienen galerías, las balmas no”. Por ello, la parte más estrecha de una balma siempre está en el interior y el exterior es más ancho.
Una cavidad habitada desde el siglo XIV
No se sabe cuál es la fecha exacta de la construcción de la Balma del Perich, aunque la referencia más antigua que se ha encontrado es un archivo histórico de compra venta del año 1326. “Creemos que estuvo habitada desde antes del siglo XIV. Posiblemente fuera un refugio o dejasen allí su rebaño”, dice Santi.
La iglesia de Mura es del siglo XII, por lo que es muy probable que si el pueblo ya estaba habitado, la casa estuviera ya hecha. Era una época en la que se sufría de hambre, por lo que era muy goloso construir una casa en la que solo había que levantar una pared.
Respecto a su nombre, la Balma del Perich, viene de la familia Perich que la habitó hasta el año 1962. “Se fueron a vivir al centro del pueblo, la balma entonces no tenía ni luz ni agua corriente. Se mudaron para tener más comodidades”.
Según Santi, ellos son los que les descubrieron la historia de la casa, así como las tradiciones y costumbres que había en Mura cuando su padre decidió comprar la balma, entonces ya abandonada.
“El día de Navidad inauguró la chimenea y, al día siguiente, se murió”
La Balma del Perich es un sueño hecho realidad; aunque el protagonista de ese sueño ya no viva para contarlo. Hoy son sus hijos quienes continúan con su proyecto y se encargan de que su historia no caiga en el olvido.
“Mi padre llegó al pueblo en los años 70 en un R5. Él era aparejador, por lo que iba a repartir tarjetas para ofrecer sus servicios a los vecinos: ayudaba a construir y reformar casas”, cuenta Santi. “Allí, además, conoció a mi madre y juntos decidieron comprar la Balma del Perich”.
Por aquella época, la balma no solo estaba ya deshabitada, sino que había sido saqueada: tenía los cristales rotos, faltaban piedras, etc. Había trabajo que hacer, aunque no había prisa. Su padres compraron la balma con la idea de ir reconstruyéndola poco a poco.
“Cuando tenía 200 mil pesetas que le sobraban apuntalaba una pared. Cuando conseguía ahorrar otros tantos hacía los cerramientos, etc.”, relata con nostalgia. En total, la Balma del Perich contaba con dos edificios: la propia vivienda y un granero. Ambas construcciones estaban hechas de mortero y cal, por lo que si se quería conservar hacía falta reforzar su estructura.
La obra principal, que comenzó hace ocho años, se terminó en 2020. Toda la familia se involucró en ella, aunque no todos pudieron disfrutar del resultado.
“El día de Navidad mi padre inauguró la chimenea y, al día siguiente, se murió. Yo creo que pensó: ya he terminado mi obra, ya puedo descansar tranquilo”, cuenta. Aunque aún había trabajo por hacer.
Santi y su hermano decidieron continuar con el proyecto de la masía. En ella han creado un estilo personalizado en el que destaca el cuidado del huésped. “Nos interesamos por lo que el viajero quiere antes de que venga: si hay un cumpleaños y necesitan un pastel; o se trata de una empresa y necesita actividades de Teambuilding”, explica.
Tanto Santi como su hermano están muy contentos de cómo está funcionando, van sin prisas, pero con mucho cariño. La Balma del Perich es el sueño de su padre, por lo que no es su actividad económica principal y, todo lo que se obtiene de las rentas de los viajeros, se queda en la casa. “Aún nos queda por reconstruir una antigua prensa del siglo XVIII, un gallinero y la cuadra, donde queremos poner una mesa de ping pong”.
La Balma del Perich en antiguas tierras de Baco
La Balma del Perich está situada a unos 300 metros del centro del pueblo medieval de Mura. En total cuenta con una superficie de 470 metros cuadrados repartidos en dos plantas: en la más baja es donde estaba el almacén, la bodega y donde se tenían a los animales; la planta superior estaba destinada a la vivienda.
Una de sus principales características, debido a su emplazamiento, es que se trata de una masía que es muy fresca en verano y caliente en invierno. Las paredes externas disponen de un grosor de hasta 60 centímetros y el techo del primer piso es la cavidad interior de la cueva, lo que permite que las temperaturas sean suaves.
En la planta baja, fuera de la cueva, hay dependencias dedicadas a trabajos del campo: una prensa de vino, tres tinas circulares, una fuente natural, así como un almacén de carbón; además de una segunda construcción. Todo ello fue recuperado, ya que corresponde a la vida tradicional del pueblo y de la comarca.
“El nombre de la comarca de Bages viene de Baco. Era una región vitícola, aquí se hizo mucho vino en el siglo XVIII. Casi todo el vino que llegaba a Barcelona venía sobre todo de Bages hasta la llegada de la filoxera, en el siglo XIX. En aquella época era más seguro beber vino que agua. Por eso en nuestra casa tenemos tres tinas”, explica Santi.
Cuando todos los viñedos quedaron arrasados, a los habitantes de Mura les quedó el aceite de oliva; que actualmente están tratando de recuperar porque cuentan con un par de variedades autóctonas de aceituna. También el carbón. Muchos de los vecinos tuvieron que irse a trabajar a Terrassa y Sabadell, donde estaban las fábricas.
Mura también fue lugar de paso (o refugio) de los franceses durante la guerra de la Independencia. “Hay constancia de ello porque, tal y como nos indicó la familia Perich, en la casa se encontró el uniforme de uno de los soldados”, dice Santi.
Y es que su situación, en la parte baja de un valle y rodeada de parque natural, ha hecho que Mura fuera el escondite perfecto en la antigüedad. Y también en el presente, pues gracias a ello hizo que pudiera protegerse de las aberraciones urbanísticas de los 60 y 70.
Mura ha logrado conservar su esencia medieval y, gracias a Santi y su familia, también lo han hecho con las antiguas balmas de sus inmediaciones, de gran valor geológico. Dos de los principales reclamos para aquellos viajeros que desean salir de Barcelona y viajar a otra época sin necesidad de irse muy lejos.
Laura Fernández
Periodista, blogger y viajera. No necesariamente en ese orden. En ocasiones me despierto sin saber dónde estoy. Adicta a los cómics y a los noodles con salsa de cacahuete. Redactora en @escapadarural, colaboradora en la Conde Nast Traveler y en la Divinity. Mi casa: Meridiano180.
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