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En el interior de Vizcaya, a 50 kilómetros de Bilbao, está el municipio de Ziortza-Bolibar. De apenas 400 habitantes, no es de los más conocidos del País Vasco y su nombre seguramente no te suene. Ahora bien, ¿qué te parece si te decimos que de este pequeño núcleo poblacional salió la razón de que Bolivia, al otro lado del Atlántico, se llame así?
Aunque es un hecho bastante desconocido, lo cierto es que los antecesores de Simón Bolívar ‘el Libertador’ eran de este pueblecito vasco. De ahí viene su apellido: Bolibar, ya que en euskera no existen ni los acentos ni las uves. Su familia lo castellanizó una vez asentada en las Américas. Este hecho no pasa por alto en la localidad que exportó el apellido, hasta el punto en que hoy exhiben diferentes monumentos dedicados al líder que contribuyó a la independencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Panamá y Bolivia en el siglo XIX. Te acercamos esta historia tan curiosa.
Una emigración clave en el siglo XVI
A mediados del siglo XVI, muchos vascos iniciaron una emigración hacia las Américas en busca de fortuna. Simón “el Viejo”, hijo del caserío Errementarikua (del Herrero) de Bolibar, partió hacia Santo Domingo. En aquel viaje que seguro que tuvo sus complicaciones –entonces el crucero no tenía ni servicio de cafetería, ni internet, ni solárium-, no llegaría a hacerse la idea de lo trascendental que sería su incursión en el devenir de la Historia universal y, concretamente, de Sudamérica.
Damos un salto temporal para llegar hasta su descendiente Simón Bolívar, que nació en Caracas (Venezuela) en 1783. Su recorrido por diferentes batallas por el continente y su papel esencial en ellas hizo que se ganara el apodo de “el Libertador”. De su nombre –y, por extensión, del pueblo vasco de Bolibar- derivó la denominación de países sudamericanos como la República Bolivariana de Venezuela o la misma Bolivia (antes República de Bolívar o República Bolívar).
El gobierno de Venezuela mandó erigir un monolito en honor de Simón Bolívar en 1927 en la plaza de Bolibar y financió la construcción de escuelas y del frontón
Curiosamente, los países de América del Sur nunca se olvidaron del pueblo de origen del personaje militar, hoy llamado oficialmente Ziortza-Bolibar, al que han agradecido con diferentes gestos haber “parido” a los Bolívar. Así, como explican desde el mismo Ayuntamiento de Ziortza-Bolibar, el Gobierno de Venezuela mandó erigir un monolito en honor de Simón Bolívar en 1927 en la plaza de Bolibar, donde aún permanece. Ya en la década de los 50, desde el otro lado del Atlántico ayudaron a financiar la construcción de las escuelas y del frontón de Bolibar.
Los monumentos a Simón Bolívar en Bolibar
Podemos decir que los grandes atractivos turísticos del núcleo de Bolibar son, en la actualidad, los que recuerdan la figura del conocido como “el Libertador” de América del Sur. Como decíamos, en la plaza central está el monolito en homenaje a Simón Bolívar, obra del arquitecto Pedro Ispizua y en el que figura el tradicional escudo familiar vasco y un bajorrelieve en bronce con la figura del “Libertador”. Por otro lado, en el siglo XVI se erigió, sobre el solar que habitaron los antiguos Bolibar, un palacio de estilo renacentista, que conserva dos ventanas con la forma primitiva y en una de ellas se puede leer la fecha “1542”.
Aún hay más. Coincidiendo con la efeméride de los 200 años del nacimiento del héroe en Sudamérica, en 1983 se inauguró el Museo Simón Bolívar en el caserío Errementarikua. En la puerta de la entrada se exhibe un busto del personaje. La primera planta es, en realidad, una muestra etnográfica que exhibe cómo era la vida en Bolibar y en la comarca durante la Edad Media, con interesantes elementos de la época. Una segunda planta está dedicada, ahora sí, a la trayectoria personal y política de Simón Bolívar “el Libertador”; también se pueden ver colecciones de la historia de Venezuela.
La entrada al Museo Simón Bolívar es gratuita y abre de martes a viernes de 10h a 13h. Los sábados, domingos y festivos es visitable de 12h a 14h. Solo abre por las tardes en julio y agosto, de 17h a 19h. Los lunes está cerrado.
El otro gran atractivo de Bolibar: el monasterio de Zenarruza
En Bolibar también podemos visitar otro elemento patrimonial de gran valor: el monasterio de Zenarruza, un templo gótico del que se han encontrado restos del siglo XI. Se trata de un conjunto religioso que antes era una colegiata y que hoy está integrado por una iglesia, un claustro, una hospedería, la casa del abad, las casas de colonos, dos puertas de acceso y dependencias que albergan la comunidad cisterciense, así como las antiguas casas de canónigos y el patio.
Este conjunto está declarado Monumento Nacional de Euskadi y en la actualidad es punto de paso de muchos peregrinos que hacen el Camino de Santiago del Norte, ya que tiene alojamiento para ellos. Los mismos monjes del lugar son quienes cuidan a los visitantes, preparándoles la cena y el desayuno. Además, los que quieran (no es obligatorio), pueden participar en la liturgia de la comunidad en la iglesia. También hay servicio de hospedería con pensión abierto al público general.
La edificación es muy bonita, pero el enclave la hace aún más impresionante, entre verdes prados. Según la leyenda, la construcción se levantó en este precioso emplazamiento por la indicación de un águila que tomó una calavera en una ermita (la de Santa Lucía de Garai, en Gerrikaitz) y la dejó caer sobre esta loma. Sea como fuere, hoy es un lugar muy apropiado para dedicarse a la espiritualidad o, simplemente, descansar y relajarse. Abre de lunes a sábados de 10.15h a 13.30h y de 16h a 19h.
Por aquí también pasa la “Ruta del vino y del pescado”, que une Ziortza-Bolibar con Ondarroa y Lekeitio, ambos en la costa, un recorrido por las rutas comerciales de trueque de estos productos.
Se puede llegar en coche hasta el mismo monasterio. Eso sí, los que lleguen haciendo el Camino de Santiago deben estar prevenidos de que les espera una subida de unos 150 metros por unas escaleras hasta el templo.
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Colaboradora en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. En mi mochila nunca falta saco ni esterilla. Ah, también soy un intento de baserritarra.
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