¿Te imaginas vivir en un pueblo sin acceso por carretera, a donde únicamente se puede llegar caminando o con un funicular? Puede sonar a tiempos pasados, pero lo cierto es que es la realidad actual en la que viven las 29 personas que, según datos de empadronamiento del INE, habitan Bulnes. Se trata de una parroquia del concejo de Cabrales, en Asturias, y a 649 metros sobre el nivel del mar, en pleno macizo central de los Picos de Europa.
Un lugar, para la mayoría de la gente, difícil para vivir; y al mismo tiempo, un enclave mágico para ir de visita para los amantes de la tranquilidad, la naturaleza y la montaña, ya que es una de las “puertas” de acceso para ir al mítico Pico Urriellu o Naranjo de Bulnes. Si buscas aire limpio, has encontrado un destino ideal porque es un pueblo, literalmente, sin coches. Vamos a conocer esta población entre lo idílico y lo utópico, así que coge las zapatillas y la mochila o sácate el ticket del funicular.
Entonces, ¿cómo podemos llegar a Bulnes?
Lo dicho: a pie o en funicular. Sin duda, la opción más bonita es ir caminando. Son 4 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, con un desnivel positivo de unos 500 metros; para los que no estén muy habituados a andar, pueden subir a Bulnes en funicular, y hacer la vuelta por el sendero, que es casi todo de bajada.
Se puede dejar el coche en el aparcamiento público y gratuito de Poncebos; desde aquí también se inicia la conocidísima ruta del Cares, así que vale la pena madrugar para encontrar sitio (otra alternativa es dejarlo en Arena de Cabrales, donde se puede coger un autobús). Cerca del Hotel de Poncebos veremos un cartel que señaliza el camino hacia Bulnes.
No tiene pérdida y nos ocupará alrededor de dos horas la subida (algo menos la bajada). El recorrido es precioso y pasa por la Canal del Texu (Tejo). Se inicia por unas escaleras que llevan al puente medieval de la Jaya, donde podremos deleitarnos con las traslúcidas aguas del río Cares. En invierno, es frecuente encontrar el camino con nieve.
Es un paseo bonito para hacerlo como una excursión. Pero nos invita a reflexionar cómo ha sido la dura vida de los habitantes hasta la llegada del funicular en 2001: hasta hace apenas 20 años, esta subida (y bajada) era la única vía de comunicación con el mundo exterior de las familias de Bulnes. Hay que decir que esta pequeña aldea también vivió sin energía eléctrica hasta las postrimerías del siglo XX, ya que la electricidad llegó en 1988.
La otra opción para llegar al recóndito pueblo de Bulnes es coger el funicular. De hecho, se construyó ante la dificultad que presentaba la orografía para levantar una carretera. En temporada alta (de junio a octubre) tiene una frecuencia de media hora y su horario se prolonga de las 10h de la mañana a las 20h de forma ininterrumpida. En temporada baja (del 1 de octubre al 31 de mayo), hay vagones entre las 10h y las 12:30h, y entre las 14h y las 18h. Para los excursionistas no es barato (22€ ida y vuelta) y para los residentes de Bulnes (¡qué menos!) es gratuito.
¿Qué hacer en Bulnes?
El pequeño pueblo de Bulnes, sin carretera y en medio de la montaña, es un lugar en el que sentiremos que se ha parado el tiempo. Nos recibirán casitas tradicionales de piedra con tejados rojos y sus fachadas lucen un aspecto muy bien cuidado, con macetas y flores (en temporada); también hay un bonito cementerio (si es que podemos adjetivar así un camposanto) y un precioso puente de madera en el que contemplar el discurrir del agua y escuchar unos pájaros que aquí no quedan silenciados por el ruido de los motores.
A pesar de la incomunicación viaria, el atractivo de los Picos de Europa atrae a muchas personas todo el año y evita su aislamiento. Eso se aprecia claramente, sobre todo, en la “considerable” oferta de alojamiento –sobre todo teniendo en cuenta su reducido tamaño-; de hostelería, con hasta tres bares/restaurantes; y con alguna tienda en la que comprar algo.
Se divide en dos partes: Bulnes de Arriba, donde está el castillo, las casas más tradicionales y las mejores vistas del entorno; y Bulnes de Abajo, la parte más animada y donde están los comercios. Además de pasear por el pueblo, algo que haremos en poco tiempo, hay algunas rutas míticas para hacer en los alrededores:
- De Bulnes a Urriellu por Puente Poncebos. El Naranjo de Bulnes o Pico Urriellu es el monte más emblemático de la zona y esta pequeña aldea es uno de los puntos de partida para la caminata hasta el refugio, que es lo más cerca que podemos estar de la cima si no escalamos (tiene paredes verticales muy pulidas de 600 metros). Es una ruta sin dificultad técnica, pero físicamente muy exigente: son 24 kilómetros y 1.735 metros de desnivel positivo con fuertes subidas, un recorrido que nos llevará unas 7 horas hasta la vega de Urriellu. Está señalizada con las marcas blancas y amarillas de un PR.
- De Bulnes al Mirador del Pico Urriellu. Si viajamos en familia o no estamos preparados para hacer la ruta anterior, tenemos una opción más suave para sentirnos cerca del emblemático monte asturiano: el mirador inaugurado en 2009 al que se llega por la ruta que va al Collado de Pandevano, en la parte alta del pueblo. Nos ofrece una impresionante panorámica del valle del río Bulnes, de los dos barrios de la aldea y, como telón de fondo, el gigante de piedra. Son apenas 10 minutos a pie por un camino algo estrecho y resbaladizo.
- Ruta del Cares. La conocida como la “Garganta Divina” parte del cercano pueblo de Poncebos y va hasta Caín. Es uno de los planes imprescindibles para hacer en los alrededores de Bulnes. Son unos 22 kilómetros (ida y vuelta) que podemos hacer en unas 4-5 horas, por lo que nos ocupará toda una mañana o una tarde.
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Colaboradora en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. En mi mochila nunca falta saco ni esterilla. Ah, también soy un intento de baserritarra.
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