Maldà, el pueblo que lucha por descentralizar la cultura
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08.04.2023
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Cuando alguien se plantea la idea de irse a vivir a un pueblo, un comentario muy típico de urbanitas es: «¡Qué aburrimiento! ¡Si en los pueblos no hay nada!». Ese “no hay nada” se refiere, normalmente, a que supuestamente hay pocos planes de ocio y una oferta cultural escasa o nula (cine, teatro, exposiciones, debates, presentaciones de libros o discos, conciertos, etc.).
Aunque siempre hay excepciones, esas observaciones tienen su parte de razón; es cierto que la variedad de cines o de propuestas musicales, por poner algunos ejemplos, es enorme en las ciudades y suele ser muy pobre en los pueblos.
Como decíamos, hay honrosas excepciones. Para conocer una de ellas, nos acercamos a Maldà, un pequeño pueblo ubicado en Vall del Corb, en la comarca de l’Urgell, en Lleida. Llegó a rozar los mil habitantes hacia 1930, pero desde entonces, su población -como en tantos pueblos de interior- está en descenso. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2018 había 225 habitantes.
Maldà tiene un encanto especial, con el núcleo urbano elevado y, como todos los de la zona, está rodeado de campos de olivos, almendras, cereales, viñas, algún campo de pistachos y alguna granja. El pueblo tiene algunos comercios, casas rurales y el Bar Centro, un establecimiento de lo más especial.
Salvados por el bar
Se trata de un bar de pueblo que nació a principios del siglo XX, de la mano de la Cooperativa Agraria de Sant Martí de Maldà, que produce y vende aceites de oliva de gran calidad con la Denominación de Origen Protegida Les Garrigues, además de vinos y licores. La mercantil ha hecho concesiones para su gestión que han hecho que fuera cambiando de manos con el paso de las décadas, pero siempre con esa filosofía de bar de pueblo, de punto de encuentro para el vecindario de Maldà. En 2015 lo cogió un grupo de amigos con nuevas ideas y con ganas de revitalizar el espacio.
Uno de los socios fundadores es Sebastià Mata, que también es exalcalde de Maldà y actual teniente de alcalde. Aunque hace un par de años se constituyeron oficialmente como cooperativa, lo cierto es que siempre han funcionado como tal desde el inicio, con un objetivo claro: “Intentamos que sea un bar de pueblo, con una idiosincrasia que no sea la actividad económica pura y dura, sino también con una función social y buscándonos la vida para que no deje de ser un medio de vida para las personas que trabajan en él”.
Y para ello, concibieron un espacio social que aportara algo más: una interesante oferta cultural. Por fuera, el Bar Centro Maldà aparenta ser un típico bar de pueblo. Cuando entramos dentro, sin embargo, nos topamos con una decoración sorprendente y muy cuidada, repleta de materiales reciclados y de mucha imaginación. Todo con un elevado contenido político que defiende lo que ellos mismos han bautizado como “cosmoruralidad combativa”. Pretenden que los pueblos sean sujetos, espacios en los que vivir, más allá de ser visitados, objetos para personas que se acercan de la ciudad.
Los pueblos deben ser lugares vivos culturalmente, no solo las ciudades
Para ello, han hecho una fuerte apuesta por la cultura: a principios de 2020 se creó la biblioteca de la mujer escritora a la que puede acceder cualquier persona. También se organizan numerosas exposiciones de artistas, conciertos -han estado algunos conocidos en Cataluña como Alfons Olmo, de Verdcel-, ciclos de charlas y debates de pensamiento político y crítico con temáticas de lo más revolucionarias en un pequeño pueblo, como el trabajo sexual.
Todo esto se combina con una tradicional oferta de bar, con cafés, cervezas, menús de medio día y cenas con productos de la zona. Un buen lugar para compartir reflexiones y, sobre todo, la vida. En general, el nuevo e innovador papel del Bar Centro de Maldà ha tenido una buena acogida por parte de los habitantes del pueblo. Aunque Mata confiesa que también tiene sus “detractores” porque cualquier acción tiene su reacción: “No todo el mundo ve bien que haya gente nueva en el pueblo”, admite Mata.
“Todas estas actividades, que son bastante habituales en las ciudades gracias a los ateneos y diferentes espacios culturales, nos preguntamos por qué no tenerlas en un pueblo, a pesar de que la masa crítica es más reducida”, observa el concejal. De momento, asegura, están en proceso de demostrar que es posible y es viable. Además, están en negociaciones con artistas relevantes de diferentes disciplinas que llenan pabellones en Madrid o Barcelona, así que estad atentos porque pueden dar alguna sorpresa.
El fundador del Bar Centro de Maldà admite que, para ciertos nombres propios, acudir a un pueblo tan pequeño “es una cuestión de militancia”, pero creen que hay que romper el estereotipo de que solo pueden funcionar en circuitos de grandes masas: “También pueden funcionar en entornos más íntimos, aunque económicamente sea menos rentable. Es una manera de reivindicar que los pueblos deben ser lugares vivos culturalmente, no solo las ciudades”, añade.
Sebastià Mata cree que la cultura es un elemento importante para luchar contra la despoblación. ¿Lo es?
“Cuando hablamos de despoblación o de intentar repoblar partimos de la preocupación de que haya servicios esenciales, como centros de salud y colegios, además de una buena red de transporte público y vivienda; pero obviamos la importancia de la estructura social. La manera de construirla es a través de la acción cultural, que no vemos solo como un bien de consumo al que vamos, ejercemos la acción y después se ha acabado, sino que entendemos que cualquier forma de vida social ya genera cultura. Que haya una acción social en los pueblos hace que la gente se sienta arraigada y transforme el día a día, no que solo vengan a comer y a dormir”.
Vallbona de les Monges, una visita obligada
Para quien les guste conocer bares auténticos y con una razón de ser, que hacen pensar, que invitan a participar, que conmueven, no deben perderse una visita por este lugar tan especial. De paso, pueden aprovechar para acercarse a otro pueblo cercano con mucho encanto como es Vallbona de les Monges (a 6 kilómetros de Maldà).
Es conocido por su monasterio cisterciense de Santa María de Vallbona, que pertenece a la Ruta del Císter, y donde también hay un bar de lo más interesante. Se trata de Vallbona Café, también cooperativa, y que es una “hermana de la vida”, como afirma Sebastià Mata, porque colaboran con frecuencia y se dan mucho apoyo mutuo.
Un ejemplo de ello es que participan codo con codo en la organización del Tros Food, una ruta enogastronómica que consiste en una caminata circular de unos 12 kilómetros por el Vall del Corb y que cuenta con unos avituallamientos un tanto diferentes: en lugar de dar barritas energéticas y otras chucherías deportivas, ofrecen a los senderistas tapas elaboradas con productos de la zona, maridadas con cervezas, vermuts y vinos locales.
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Colaboradora en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. En mi mochila nunca falta saco ni esterilla. Ah, también soy un intento de baserritarra.
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