Con respecto a La Raya, ya José Saramago lo dejó bien claro con el discurso de los peces con el que abrió su Viaje por Portugal: entre pueblos vecinos no hay frontera que valga, como igual sucede entre los peces del río Miño, que todos hablan el mismo idioma, estén de un lado o de otro del mapa.
Así pues, en Chaves-Verín no entienden de fronteras. Desde el 2007, ellos prefieren considerarse mejor como dos barrios de una misma ciudad, pues apenas están distanciados por 30 km por carretera.
Uno es portugués (Chaves) y el otro es español (Verín). Juntos, son una eurociudad con servicios y recursos comunes, con un mismo legado y un mismo futuro. Chaves-Verín es un destino para una escapada singular. No podía ser de otro modo tratándose de una ciudad sin fronteras, en la frontera.
5 poderosas razones para descubrir Chaves y Verín
Como si se tratara de una rayuela turística, estos planes te llevarán a descubrir lo mejor de esta eurociudad, saltando de una casilla a otra.
1. Peregrinos termales
Chaves y Verín descansan sobre una de las mayores concentraciones de agua minero-medicinal de la Península, que la llevaron a ser conocida ya en la época romana como «Acquae Flaviae». Así que mejor no dejarse el traje de baño en casa para poder disfrutar al máximo de este universo termal, alimentado por manantiales que brotan a unos 73 grados.
En total existen seis manantiales repartidos en tres zonas diferentes: Chaves, Vidago y Verín. Y para facilitar la tarea de recorrerlos todos, hay un Kit del termalista, que se puede adquirir en el edificio que antiguamente albergó la aduana. Los balnearios con aire art decó son un imprescindible de la zona. Las instalaciones de Chaves – Termas & SPA son internacionalmente famosas tanto por la belleza del entorno junto al margen derecho del río Támega, como por sus modernos métodos de tratamiento.
2. Máxima sostenibilidad
A la hora de viajar, no hay que perder de vista hidratarse correctamente. Y en la medida de lo posible, mejor hacerlo sin contaminar. Las opciones son varias y cada vez hay más puntos de recarga para bidones. Cuando llegues a la eurociudad de Chaves-Verín lo primero que notarás es la presencia constante del agua. Hay por todas partes y su riqueza en bicarbonato y en minerales la hace especialmente adecuada para el consumo.
Los manantiales más conocidos son los de Caldas de Chaves, Campillo, Vidago y Vilarelho da Raia, del lado luso; y los de Sousas, Fontenova, Fuente do Sapo, Caldeliñas y Cabreiroá, del lado gallego. La última representa la preocupación por la sostenibilidad que rige en la zona.
En un parque de árboles sublimes, el agua de Cabreiroá surge de un pequeño manantial algo maloliente; pero del que ya el Nobel Ramón y Cajal le supo sacar beneficios en su consumo diario. Lo mejor es que todas sus botellas cuentan con al menos un 25% plástico reciclado y todas son 100 % reciclables. También fomentan otros formatos retornables como el vidrio y utilizan sólo energía de fuentes renovables.
3. Una tarde de arquitectura
El modernísimo MACNA de Chaves parece toda una declaración de principios: sin fronteras, la mirada se centra en el futuro y en el arte. Diseñado por el galáctico premio Pritzker, Álvaro Siza, este museo con la forma de un gran volumen blanco horizontal es en sí todo un destino arquitectónico.
Como no podía ser de otro modo, el museo se encuentra en la ribera del río Tâmega, por lo que se puede llegar hasta él siguiendo el cómodo sendero peatonal. Como exposición permanente, el MACNA presenta “Arquitectura sobre lienzo”, la primera exposición monográfica dedicada al pintor geométrico abstraccionista Nadir Afonso (1920-2013), hijo predilecto de la ciudad.
Quien quiera seguir con la arquitectura, a unos 20 km está Vidago, donde también Álvaro Siza ha firmado el excepcional proyecto del Vidago Palace & Spa. Un poco más al sur, también se puede visitar el bucólico Spa Termal de Pedras Salgadas, del mismo arquitecto.
4. Saltito a saltito
Tanto el centro histórico de Chaves como el de Verín tienen monumentos como para pasar el día en ellos. Están el parador castillo de Monterrei, los fuertes de San Francisco y San Neutel, las iglesias de la Madre y la Misericordia y el puente romano de Trajano.
Hoy en Chaves hay varios puentes que ayudan a pasar de una ribera a otra. Son cómodos y funcionales, pero quien tenga ganas de algo más de emoción puede probar con las poldras. Aún muchos vecinos las prefieren para atajar camino. Se trata de 90 bloques de piedra –algunos algo desgastados ya por el uso– que sobresalen por encima de la corriente del río y que forman un paso. Para cruzarlo con éxito bastará un poco de equilibrio y esperar a que nadie nos quiera adelantar en mitad del camino.
5. Una cata de alta costura
Tras aventuras, paisajes y tratamientos de spa, lo mejor que podemos hacer es dedicar un tiempo al relax enoturístico. Para ello, nada mejor que la bodega Gargalo, cuyos viñedos están a los pies del omnipresente castillo de Monterrei. A pocos metros, el visitante verá surgir tres cubos de granito por encima de las viñas, cuyos vértices apuntan a los tres puntos cardinales. Ahí es donde, desde finales de los años 80, este proyecto personal de Roberto Verino, elabora sus vinos blanco de godello y albariños. Mejor escuela no pudo tener este modisto-enólogo, que aprendió sobre el vino de la mano de sus abuelos maternos.
José Alejandro Adamuz
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