La cueva de Valporquero, el lugar en el que se bañan las hadas
Escrito por
04.01.2024
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Existe, aunque parezca improbable, un lugar en España en el que las hadas pueden visitar la Torre de Pisa, pasear por la Gran Vía y darse un baño de maravillas. No se trata de un parque temático erigido por alguna multinacional ni de un cuento infantil con ilustraciones, sino de un accidente geológico conocido como cueva de Valporquero.
Se encuentra en la vertiente sur de la cordillera cantábrica, en la provincia de León. Forma parte de la Reserva de la Biosfera de los Argüellos y su visita es toda una experiencia digna de formar parte de una historia de Julio Verne. Si el escritor la hubiese visitado es posible que hubiese añadido una novela más a su bibliografía.
La cueva es producto de las filtraciones del agua por la roca caliza que empezaron allá por el Pleistoceno del Periodo Cuaternario de la era Cenozoica, cuando el humano aún estaba en formación. Pese a que no es precisamente una adolescente, sí es más joven que otras de las cuevas que se encuentran por la zona como la de Llamazares.
La Diputación de León la abrió al público –aunque los vecinos de la zona conocen su existencia desde siempre– en 1966, cinco años después de que un grupo de espeleólogos la atravesaran. Ahora se puede conocer mediante una visita guiada entre los meses de marzo y diciembre (cierra después del puente de la Constitución).
El recorrido tiene una longitud de 1,6 kilómetros y –atención– 322 escalones. Hace falta llevar ropa cómoda y sobre todo abrigada, porque la temperatura en su interior es de siete grados y su grado de humedad es del 99%. Un respiro en los calurosos veranos de León, sin lugar a dudas.
La entrada está a 1.309 metros de altitud: es su parte ‘alta’, la que está abierta al público en general. Esta zona está habilitada con puentes, escaleras y caminos para que sea fácil transitar por ella. Además, las zonas más llamativas pero oscuras están iluminadas de forma artificial para que los visitantes puedan apreciarlas.
Tiene otro nivel inferior, que solo es apto para espeleólogos y se conoce también como ‘Curso de Aguas’. Se puede visitar como ‘actividad de aventura’, incluye el barranquismo, y tiene un recorrido de 2,4 kilómetros y –atención de nuevo– 468 escalones.
Una sucesión de maravillas (como su nombre indica) en la cueva de Valporquero
La cueva está dividida en siete partes. La visita empieza por la sala de las pequeñas maravillas, a la que se llega pasando por un lago que tiene iluminación artificial. En ella se pueden ver formaciones rocosas que reciben nombres como la mencionada Torre de Pisa pero también la Virgen con el niño, Baño de Diana o El órgano. Los escalones también mencionados, con el adjetivo añadido de ‘empinados’, rodean este espacio tras el cual se llega a la Gran Rotonda.
Esta sala es la mayor de todas las que se pueden visitar dentro de la cueva de Valporquero. Mide más de 5.000 metros cuadrados de superficie y 20 metros de altura y está atravesada por un río aunque su cauce solo lleva agua cuando ha llovido, generalmente cerca del invierno.
Más allá de sus dimensiones, no hay muchos puntos más llamativos en comparación con otros lugares como la siguiente sala de las Hadas, donde el río Valporquero cae en una cascada de 15 metros de altura, aunque el espectáculo también depende de las precipitaciones que hayan alimentado el caudal. Esa caída conecta con ese nivel inferior de la cueva que se explora ‘espeológicamente’.
Si se continúa caminando por el recorrido marcado, empieza la demostración de la capacidad escultórica del agua con la piedra caliza. La sala se llama Cementerio estalactítico y en ella se pueden ver una gran cantidad de estalactitas y estalagmitas, formaciones que siempre resultan muy llamativas.
Según se avanza, el camino se estrecha y llega a la Gran Vía, cuyo nombre es más bien irónico porque en nada se parece a esas avenidas urbanas que son sus tocayas. Su ancho es de ocho metros, aunque su altura sí es muy elevada: 40 metros. Solo tiene 200 metros de longitud y sus estalactitas, eso sí, son muy impresionantes por su altura. Entre ellas destaca una columna erigida en el centro de la sala, que escala hasta el techo esquivando estalactitas.
La siguiente ‘habitación’ lleva el denominativo de Maravillas. Se trata de la zona de la cueva en la que se pueden observar más formaciones geológicas diferentes entre sí además de las más numerosas. Además, en su interior hay un pequeño lago subterráneo que comparte nombre con la sala. Ese es el final de la expedición, desde donde se emprende el camino de vuelta.
Al estar enmarcada dentro de la cordillera cantábrica es fácil imaginarse que sus alrededores también son dignos de observación. A día de hoy, el pueblo de Valporquero de Torio es más bien un lugar de segundas residencias –pero lleno de gente durante los meses en los que se puede visitar la cueva– y pertenece al municipio de Vegacervera que, según el INE de 2022, cuenta con 266 habitantes.
A la entrada de la cueva hay un merendero público, una cafetería-restaurante y un parque infantil. Quienes se queden con ganas de más, también se pueden desplazar a las Hoces de Vegacervera o al valle del Marqués para hacer alguna ruta de montaña o a conocer el puerto de Piedrafita. Y, por supuesto, buscar algún bar –no es difícil– en el que degustar la famosa y deliciosa cecina de León.
Carmen López