6 curiosidades que igual no sabías de la Ribera del Duero
Escrito por
08.05.2023
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5min. de lectura
Es normal tener ideas preconcebidas de lugares que no se han visitado pero de los que se ha oído hablar. Algunas serán ciertas, como que en Asturias las raciones de comida son más que generosas; y otras no tanto, como que el agua del Mediterráneo siempre está caliente (muchos y muchas se habrán dado un chapuzón más gélido de lo que se esperaban la primera vez que se acercaron a su orilla).
Todos los destinos guardan buenos secretos que multiplican el disfrute de la visita cuando se descubren. Quienes emprendan la Ruta del Vino de Ribera del Duero seguramente se lleven muchas sorpresas con las que no contaban, todas agradables, por fortuna. Estas son solo algunas de ellas.
El color del paisaje en la Ribera del Duero no es estático, cambia según la época
Esto puede parecer una obviedad pero no lo es tanto. Hay una creencia generalizada de que el color que predomina en los campos de Castilla y León es el amarillo de la hierba seca y la tierra yerma durante todo el año. Pero no es cierto y puede comprobarse observando el comportamiento de las viñas, que modifican el escenario con sus variaciones de color según el punto en el que se encuentre la planta (en proceso de floración, ya con la uva preparada para ser recogida, etc.). Así, las plantaciones pueden ostentar tonos tierra, verdes e incluso morados, todo un espectáculo visual.
Hay bodegas artesanas y las que utilizan tecnología japonesa de última generación
Hay un hecho innegable y es que la bebida estrella de la zona es el vino (una ojeada rápida a qué llena las copas de los bares y a lo que está plantado en el campo sirve de confirmación), así que es lógico que abunden las bodegas. Existen tantas que el abanico de tipologías es muy amplio: las hay caseras, de tamaño medio como la bodega Dominio de Atauta y grandes factorías como Viña Arnáiz de Haza, donde el proceso de automatización está muy avanzado.
Hay restos medievales allá por donde miras
Puede que este hecho no sea tan sorprendente, aunque sí es llamativo la cantidad de huellas del medievo que aún se conservan. En la zona son conscientes de la importancia de su patrimonio y se esfuerzan en cuidarlo. Castillos como el de Peñafiel –que ahora acoge el Museo del Vino– que son una de las muestras más significativas. Además, pueblos como Peñaranda de Duero –también con su correspondiente castillo– permiten imaginarse cómo podría ser la vida en la Edad Media.
Bajo el suelo corre el vino
No es que haya manantiales con graduación alcohólica, lo que hay son bodegas subterráneas. Las más llamativas son las de elaboración particular y centenarias, presentes en muchos pueblos y en lugares como Aranda de Duero. Esta localidad tiene siete kilómetros de galerías subterráneas que conforman un entramado de bodegas construidas hace más de diez siglos. Algunas se pueden visitar (es mejor probar el vino después de la experiencia y no al revés porque las escaleras que bajan a esas ‘cuevas’ pueden ser bastante empinadas).
Los merenderos están tapados
En muchas partes de España, la palabra ‘merendero’ evoca a lugares al aire libre, sin techos ni paredes, en los que hacer picnic. Sin embargo, en sitios como el mencionado pueblo de Atatua un merendero es un lagar o lagareta (el primero es comunal y el segundo perteneciente a una sola familia) que se ha adecuado para poder comer tranquilamente, resguardados de cualquier molestia meteorológica y brindar con una copita de vino, por supuesto.
Hay museos que están vivos
No es la única zona de España en la que está presente esta iniciativa llamada Museos Vivos, pero sí que concentra muchos de los puntos en los que funciona. Tampoco significa que haya actores representando escenas históricas constantemente, sino que se trata de un sistema que permite visitar cualquier día del año y a cualquier hora monumentos que en los que no hay un guía o trabajador de la oficina de turismo disponible.
El funcionamiento es sencillo: solo hay que registrarse en la web indicando la fecha en la que se quiere acudir y al llegar al lugar, introducir el número de reserva asignado en la máquina de apertura. Una idea innovadora que ‘da vida’ (de ahí el nombre) a centros y espacios que, de otra manera, tendrían que permanecer cerrados al público la mayor parte del tiempo.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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