El glaciar de Monte Perdido podría extinguirse en 30 años

18.600 glaciares cubren alrededor de 66.000 km2 de la superficie de nuestro planeta, localizándose en un total de 50 sitios del Patrimonio Mundial de la UNESCO. En total, esto representa el 10% del área glaciar total de la Tierra. La mitad de la humanidad depende directa o indirectamente de los glaciares como fuente de agua para uso doméstico, agricultura y energía. Los glaciares también son pilares de la biodiversidad y alimentan muchos ecosistemas.

Sin embargo, debido a las emisiones de CO2 que están aumentando las temperaturas globales, muchos de esos glaciares se han ido derritiendo a un ritmo cada vez más acelerado. Sobre todo a partir del año 2000. Actualmente, de hecho, se pierden cada año unas 58.000 toneladas de hielo.

Según los datos de la UNESCO, los glaciares que se están derritiendo más rápido son los de las Áreas Protegidas de los Tres Ríos Paralelos de Yunnan (China). También hay una alta probabilidad de que los glaciares de todos los sitios del Patrimonio Mundial en África, como los del Parque Nacional Kilimanjaro y Monte Kenia, desaparezcan para 2050. Para esta fecha también veremos glaciares europeos totalmente derretidos, como los de los Pirineos: el glaciar de Monte Perdido (Francia, España) y los Dolomitas (Italia).

Detener esta sangría no es un problema fácil. Además de reducir drásticamente las emisiones de carbono, la UNESCO aboga por la creación de un fondo internacional para el seguimiento y la conservación de los glaciares. No obstante, aún estamos lejos de que se pacten esas medidas a nivel internacional, así que los glaciares continúan liberando litros y litros de agua, tal y como explica David Farrier en su libro Huellas: 

En total, hay suficiente hielo encerrado en las capas de hielo del planeta y en los glaciares para que el nivel del mar suba 60 metros respecto al nivel actual. Si se derritiera todo el hielo, los océanos redibujarían el mapa mundial. Norteamérica se hundiría por su lado oeste; Sudamérica se vería consumida por el crecimiento de deltas enormes tierra adentro. El Reino Unido sería una versión muy reducida de lo que conocemos hoy. En Australia, el agua entraría por el golfo Spencer hacia el Centro Rojo del continente. La costa de China se retiraría hasta Beijing, a 150 kilómetros de su actual posición.

Por si fuera poco, el derretimiento de los glaciares está liberando material orgánico que había permanecido encapsulado durante miles o millones de años. De hecho, un nuevo estudio dirigido por Arwyn Edwards, de la Universidad de Aberystwyth en el Reino Unido, sugiere que los glaciares que se están derritiendo rápidamente debido al calentamiento global están también liberando toneladas de bacterias desconocidas. Aún se ignora si esto puede representar un peligro para la salud humana, y también para la salud del propio planeta Tierra. 

Monte Perdido deja a la vista su pasado

El macizo del Monte Perdido es uno de los parajes naturales más importantes de la Península ibérica. El pirineísta francés Ramond de Carbonnières fue el primer en documentar la ascensión al pico de 3.355 metros (tercera cima en altura de los Pirineos) en agosto de 1802. Allí encontramos el glaciar de Monte Perdido, el cuarto glaciar más extenso de los Pirineos tras los del Aneto, Maladeta y Ossoue. Es un pequeño glaciar de montaña suspendido sobre una gran pendiente entre los 2.700 y los 3.250 metros de altitud de su cara norte. 

Como el resto de los glaciares del Pirineo, el glaciar de Monte Perdido se encuentra en retroceso desde hace dos siglos. A lo largo del siglo XX la parte baja ha ido ascendiendo en altura. En los años 1930 ya se apreciaba la disminución de la cascada de hielo que unía la parte superior y la inferior del glaciar. En 1973, la cascada de hielo terminó fundiéndose y, desde entonces, ambas masas están separadas. 

Las olas de calor vividas este verano han convertido el 2022 en un año catastrófico para los hielos del Pirineo en general. La última investigación del Instituto Pirenaico de Ecología concluye que el área se ha reducido un 23,2% entre 2011 y 2020, y su espesor, una media de 6,3 metros, aunque en algunos puntos superan incluso los 20 metros. En el caso del Monte Perdido, además, ha habido casos de fragmentación, lo que evidencia una aceleración en el proceso de desaparición. 

Una prueba del dramático retroceso del hielo en Monte Perdido es el hallazgo en 2022 de unos restos humanos que habían permanecido ocultos durante años. Entre los restos encontrados figuran pequeños trozos de huesos de distintas partes del cuerpo y algún objeto personal. Ha sido como desenterrar el pasado porque no podemos conservar el presente, ni el futuro. 

Los glaciares no solo son termómetros de nuestra mala gestión medioambiental. También constituyen raros fenómenos que debemos conservar por su belleza y su singularidad, como los describe Farrier Huellas: “Los geólogos comparan nuestra capacidad para distribuir rocas y sedimentos lejos de sus lugares de origen con los glaciares que empujan piedras erráticas hacia valles distantes”. 

Nadie ha amado más los glaciares que el naturalista escocés John Muir. El hielo le enseñó a Muir la lección más grande de todas, tal como escribió años más tarde, durante una visita a Alaska: “El mundo, aunque ya está hecho, todavía se está haciendo… con un ritmo y belleza infinitos”. Muir no pudo ni imaginarse que el hielo se perdería en una proporción tan grande como la que vemos hoy.

Según el historiador del hielo Mark Carey, los glaciares se parecen actualmente a las especies en peligro de extinción y, al igual que ocurre con los animales que se hallan al borde de la extinción, hay medidas que se pueden adoptar para conservar al menos una parte de lo que en un tiempo fue tan abundante. Depende de nosotros el adoptarlas, tanto por el presente como por el futuro.