¿Por qué se ponen “eguzkilores” en los caseríos del País Vasco?

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05.06.2024

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Eguzkilores del caserío del País Vasco
Eguzkilore en un caserío del País Vasco. Por Imagenatural

Si has viajado alguna vez por zonas rurales del País Vasco, sobre todo por las del paisaje de campas verdes y “baserris” (caseríos), te habrá llamado la atención que muchas de sus construcciones tradicionales tienen una especie de cardos secos en la puerta de entrada. Hay pueblos que incluso tienen graffitis dedicados a esta flor. Y no es raro verla en camisetas, totebags, en forma de pendientes, colgantes, pulseras… Se trata del “Eguzkilore”, la flor del cardo silvestre, que tiene un protagonismo relevante en la mitología vasca. Vamos a conocer por qué tal fascinación por esta planta salvaje.

Los orígenes del Eguzkilore

Baserri con eguzkilore.
Baserri del País Vasco con eguzkilore. Por jon_chica

La palabra “Eguzkilore” viene del euskera y es transparente: “eguzki” significa “sol” y “lore”, “flor”; por tanto, es algo así como “la flor del sol”. Esta curiosa y bonita flor se pone en las puertas de los baserris vascos porque existe la creencia de que protege las casas frente a los males, enfermedades, tormentas y brujas.

La mitología vasca, muy rica y conocida, cuenta que hace miles de años, en los orígenes de la vida en la Tierra, no existía ni el sol ni la luna. Los hombres y las mujeres que habitaban el planeta le pidieron ayuda a “Amalur” (Madre Tierra) para que creara un ser luminoso que les protegiera de las bestias. Entonces hizo la luna. Su luz tenue asustó inicialmente a las criaturas, pero pronto se acostumbraron a ella, de manera que los seres humanos reclamaron un foco más potente.

Hoy se dice que esta flor protege a los caseríos frente a los rayos y también evita la entrada de las brujas

Así creó el sol, que iluminaría la jornada durante la mañana; y acabaría con la oscuridad de la luna. Al brillar tanto, los seres malignos dejaron de salir de día, pero siguieron acechando a las personas por las noches. Estas, angustiadas, volvieron a solicitar ayuda. Entonces, la Madre Tierra les hizo un último ofrecimiento: creó una flor tan bonita y tan similar al sol que, puesta a la entrada de cuevas –posteriormente casas– ahuyentaría a las bestias. Así nació, según la mitología vasca, la “flor del sol” o “Eguzkilore”.

Hoy se dice que esta flor protege a los caseríos del País Vasco frente a los rayos y también evita la entrada de las brujas (sorginak, en euskera). De estas se dice que son tan maniáticas que no pueden acceder a las casas sin haber contado todos los pelillos de la flor del Eguzkilore, una tarea fatigosa que les llevaba tanto tiempo que siempre acababa llegando el alba, que las obligaba a regresar a sus refugios subterráneos.

El eguzkilore, en peligro de extinción

Cómo ser pastor por un día
Oveja en un caserío. Por Fran

Hay dos cardos silvestres de los que nace el Eguzkilore: carlina acaulis, el eguzkilore largo; y Carlina acanthifolia, también conocido como eguzkilore corto. Esta planta crece en las laderas soleadas, en los barbechos y en las praderas pedregosas de las montañas del País Vasco y Cantabria en verano, normalmente entre junio y septiembre.

Es bienal –es decir, florece una vez cada dos años– y de tallo rígido que crece pegada al suelo, pudiendo llegar, como mucho, a los 20 centímetros de altura. No se marchita, de manera que todos estos meses se mantiene con frescura y en todo su esplendor. Aunque su uso más habitual es el decorativo, también se elabora de esta planta un aceite con propiedades antibióticas que, en altas dosis, es tóxico.

Durante muchos años, esta flor se ha cortado sin medida en el monte para proteger a los caseríos de los alrededores. Eso ha hecho que estuviera a punto de desaparecer y hoy está prohibido recogerla en el campo

Durante muchos años, el Eguzkilore ha sido una flor que se ha cortado sin medida en el monte para proteger a los caseríos de los alrededores. Los no creyentes también los han conservado y puesto por simple tradición y porque, no vamos a negarlo, es una flor muy bonita y que queda muy bien en la puerta de casa. Eso ha hecho que estuviera a punto de desaparecer y que hoy esté considerada como una especie en peligro de extinción. Por eso, hoy está prohibido recogerla en el campo.

Al estar restringida su cosecha en estado salvaje –ojo, porque realmente está mal visto si te ven con uno recién cortado–, hoy es habitual que se protejan los caseríos con “eguzkilores” igualmente bonitos, pero en otro formato. Hay quien se los hace con un dibujo a mano o incluso los que se elaboran de manera tradicional en tallas de madera. Una alternativa que cumple su doble función original: decorar y ahuyentar a las bestias. Por otro lado, existen unas pocas páginas web que se dedican al cultivo y comercialización de Eguzkilore natural, con un precio bastante elevado; también venden semillas por un precio más reducido, para que lo intentes tú en casa.

Dónde ver “baserris” y, muy probablemente, “eguzkilores”

Caserío Igartubeiti
Caserío Igartubeiti. Por Igartubeiti Baserria

La imagen tradicional que tenemos del País Vasco es la de montes y campas verdes salteadas con caseríos. Una estampa bucólica e idealizada que, sin embargo, no representa la mayor parte del territorio. El baserri viene de “baso” (bosque) y “herria” (pueblo), por lo que formaban parte del “pueblo del bosque”. Hoy no hay caseríos con más de 500 años de antigüedad, aunque sí se han hallado vestigios de comunidades anteriores; el baserri más antiguo del que se tiene constancia en la actualidad es Besoitaormaetxea, en Berriz (Vizcaya), en el cual se encontraron cimientos del siglo XI.

Estas construcciones de la arquitectura popular vasca son las habituales en el paisaje rural de la vertiente cantábrica. En cambio, hay una buena parte del País Vasco con un paisaje mediterráneo, como la llanura alavesa, e incluso arrozales, como los de las Bardenas Reales, que forma parte del espacio conocido como Euskal Herria.

La imagen tradicional que tenemos del País Vasco es la de montes y campas verdes salteadas con caseríos. Una estampa bucólica e idealizada que, sin embargo, no representa la mayor parte del territorio

Así que si quieres descubrir paisajes con caseríos tradicionales en los que muy probablemente verás algún Eguzkilore, hay algunas comarcas clave: el Goierri, en el interior de Guipúzcoa, que combina zonas muy industrializadas con grandes fábricas alrededor de la A-1 con preciosas panorámicas de caseríos, como la que podemos obtener en Lazkaomendi, con el monte Txindoki de fondo.

En Vizcaya vale la pena visitar Zeanuri, una pequeña localidad que está en el valle de Arratia, a las faldas de la mítica cumbre del Gorbeia, y que es uno de los pueblos con más caseríos en su núcleo rural. La costa también nos ofrece un precioso paisaje de contrastes con el mar hacia el norte y caseríos y verdes campas hacia el interior; unos pocos ejemplos de ello son Zarautz, Getaria o Lekeitio.

Raquel Andrés

Periodista y aventurera. Colaboradora en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. En mi mochila nunca falta saco ni esterilla. Ah, también soy un intento de baserritarra.

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