El «Corte Inglés» de Busdongo

Escrito por

13.04.2021

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6min. de lectura

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Casa Maragato
Por Casa Maragato

El naturalista alemán Hans Friedrich Gadow y su mujer Clara Maud Paget pasaron por Busdongo en 1897 haciendo la ruta que después describirían en su libro Por el Norte de España. Publicado en 1898, traza una guía de viaje que conduce por los paisajes y su idiosincrasia, incluídas las personas que se van encontrando en el camino.

El autor comienza su análisis de este pueblo situado en la parte leonesa del Puerto de Pajares de una manera curiosa: con la descripción de sus 100 habitantes. “Son en su mayoría guapos. Sin ser altos, su constitución es fuerte, con caras enérgicas y barbillas puntiagudas”.

Entre estos agraciados lugareños se encontraban los creadores originarios del negocio que ahora se conoce como Casa Maragato, una piedra preciosa del buen comer. Según el Ayuntamiento, esos visitantes lo mencionan en su libro y con razón, ya que pese a estar situado en este punto remoto de la geografía, su fama llega lejos. Puede que ellos mismos fuesen los primeros en expandir la palabra, quién sabe.

Hay quien lo ha definido con cierta retranca como El Corte Inglés de Busdongo y es que según el catálogo de ese local el cliente puede pedir una tapa de jamón y comprar una lata de refresco, un mechero, un décimo de lotería y mil cosas más a la vez. De ahí su apodo y gran parte de su atractivo.

El negocio no sólo tiene variedad de productos, sino que también tiene un largo recorrido histórico: actualmente, tras el mostrador se pone la quinta generación de la familia que lo abrió allá por 1847.

Los vaivenes del tiempo

Casa Maragato
Por Casa Maragato

Aquel censo de 100 personas se multiplicó sorprendentemente tras la construcción de la carretera N-630 y la estación de ferrocarril. En 1950 había más de 700 habitantes permanentes en Busdongo y otros muchos que iban y venían.

Además del lógico aumento del consumo directamente proporcional al crecimiento demográfico, aquel trasiego de trenes y coches también contribuyó a la bonanza económica del lugar. Pese al ya innegable cambio climático, en Busdongo nieva copiosamente y en aquel entonces, las nevadas podían ser tan abundantes como para cortar el desplazamiento. Así que los viajeros buscaban cobijo y entretenimiento en los bares del pueblo, donde también paraban los lugareños. Muchas noches la aldea era una fiesta.

Años después se construyó la autopista del Huerna, que facilitó las comunicaciones por carretera entre Asturias y León pero también hizo que el tránsito de la vía que atraviesa el pueblo disminuyera. Lo mismo ocurrió con la actividad ferroviaria, cuyo descenso también afectó a la población. De aquellos 700 trabajadores del ferrocarril que llegaron a vivir allí, ahora sólo queda uno y su futuro en Busdongo no parece muy asegurado.

Pero Casa Maragato, que en sus inicios se llamó La Paloma, resiste imbatible. Ya es una institución y de hecho, por allí han pasado numerosos personajes ilustres de la cultura popular española. El cantautor Víctor Manuel con sus hermanos y su padre, que era ferroviario, Finito de Córdoba, Cayetana Guillén-Cuervo, Manolo Escobar o Tino Casal son algunos de los que han atravesado sus puertas.

María Teresa del Campo, regidora del negocio junto a su marido Juan, declaró al Diario de León hace unos año que el cantante ovetense: “venía con aquella indumentaria tan singular, y era majísimo, cogía la mistela y una rosca e iba a comerla a la pradera”. Las hombreras hiperbólicas, la purpurina y las sombras de ojos del cantante seguramente no fuesen muy habituales en los armarios de los hombres del pueblo.

Y aquí ¿qué se come?

Casa Maragato
Por Casa Maragato

Por regla general, todo el mundo sale del local hablando maravillas de su embutido cortado a cuchillo. Los dueños lo trabajan con todo el cariño de los que saben que a lo bueno hay que tratarlo de la mejor manera.

No hay florituras en la presentación: puesto en papel de estraza (el embutido lo cobran al peso) y a disfrutar. Para acompañar un buen pan de hogaza, de los auténticos que nada tienen que ver con los precocinados del supermercado. Y para los que no tengan que conducir, vino de la comarca. La buena vida.

Los aficionados a disfrutar de la gastronomía propia del lugar en el que se encuentran, tienen que escoger sin dudar la cecina de León. Puede que no se trate de un curado tan conocido como el jamón, pero no será por falta de méritos. La cecina se elabora a partir de carne de vacuno, tiene un color granate oscuro, no es demasiado salada y en su sabor se distingue el ahumado. Una de las delicias por las que merece la pena desplazarse aunque sea a 1.300 km sobre el nivel del mar.

Asuntos internos

Casi todos los que han sido clientes comentan el buen humor de la pareja que lo regenta. Solo hay que fijarse en alguno de los carteles que cuelgan para dar información útil como el cierre por vacaciones “Juan estaba ya imposible… nos vemos el 3 de octubre. Gracias” o “Juan no participa del bote” al lado del recipiente de las propinas.

El matrimonio tiene, además de buenos productos, afición a coleccionar arenas de todas partes del mundo. Las guardan dentro de botellas que tienen colocadas en estanterías que cubren las paredes y siguiendo sus lugares de procedencia se puede dar la vuelta al mundo. De hecho, el local está tan repleto de cosas que en sí mismo parece un museo en el que se conservan las cosas que importan más allá del dinero, como los recuerdos de cinco generaciones.

Además de la cecina y el chorizo (también propio de la zona), hay otro producto que hará salivar a los amantes de la gastronomía típica, especialmente a los golosos. Son los Suspiros de Pajares, unas pastas tradicionales hechas a base de mantequilla. Suelen tenerlas en Casa Maragato, pero si no se pueden encontrar en cualquier panadería de los alrededores. Si alguien se va de Busdongo con hambre es porque quiere, no por falta de (estupendas) opciones.

Perfil Carmen López, periodista

Carmen López

Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.

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Comentarios

  1. José María Escudero 16 de abril de 2019 a las 20:08 - Responder

    Fui cliente asiduo, hasta su cierre del VILLA MARIA regenteado por el ex jefe de estacion y su familia. Excelente lugar también, con una cocina tradicional muy buena. En el Maragato no he estado, pero iré próximamente.

  2. Cecilia 14 de octubre de 2021 a las 15:50 - Responder

    La comodidad del Huerna no compensa perderse la oportunidad de pasar un rato en Casa Maragato viendo cortar cecina, queso, jamón, chorizo, etc., entre chascarrillos, bromas y el buen ambiente que Juan y Teresa son capaces de crear. Se gestan anécdotas, se escuchan narraciones de viajes, se disfruta de un buen vino y/o un café. Y hay muchas otras cosas de las que disfrutar: en Navidad, se monta un belén enorme y singular, siempre, es una maravilla ver las distintas colecciones de arenas, cervezas, fotografías,… ¡Parada obligada al ir y volver de Asturias! Hay que subir por Pajares para sentir este privilegio. Casa Maragato es una institución para nosotras. Sin hacerlo, el viaje no está completo. Nos faltaría algo.

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