El daiquiri más popular es de Lloret (pero se lo bebieron en Cuba)

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04.07.2022

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Lloret de Mar
Lloret de Mar. Por licvin

Aunque Lloret de Mar ha estado asociado con la fiesta, la playa, la pulserita y el todo incluido, esta localidad de la Costa Brava es mucho más que todo eso: también es patrimonio e historia. Para conocerla podemos empezar pidiendo un daiquiri, pues este famoso cóctel cubano tiene mucho que deberle a Lloret. De aquí era oriundo Constante Ribalaigua, el padre del daiquiri helado que Hemingway popularizó junto con el bar que el lloretense regentaba en La Habana: La Floridita.

Ribalaigua fue uno de los muchos jóvenes de Lloret que se vieron obligados a emigrar a las Américas a finales del siglo XIX y principios del XX. Generalmente lo hacían a las antiguas colonias españolas, al Caribe o a América del Sur. Una aventura hacia lo desconocido, pues muchos se iban solos y con un futuro incierto. Otros, en cambio, seguían los pasos de algún familiar que había logrado prosperar algún negocio o ganarse la vida al otro lado del charco. 

Lloret de Mar
Lloret de Mar. Por golandr

Este fenómeno migratorio no fue exclusivo de Cataluña, sino que ocurrió en otras partes de España como Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y las Islas Canarias. Ocurrió después de que, en el año 1778, el rey Carlos III promulgase el Decreto del Libre Comercio y muchos jóvenes decidieran probar suerte en las Américas. 

Solo en Lloret se estima que un 30-40% de la población emigró. Aunque de todos ellos, solo un 1% volvió con dinero. Estos últimos eran los llamados indianos. Gente que se enriqueció en su exilio y que volvió a su lugar de origen donde levantaron imponentes palacios como residencias y, en algunos casos, colaboraron con el desarrollo de su comunidad.

Hay indianos, como Constante Ribalaigua, que no volvieron. A algunos se les perdió la pista por el camino y otros, los que más, se arruinaron. “Cuando volvían más pobres de lo que se fueron se decía que habían perdido la maleta en el estrecho”, nos contó Anna Peña, guía turística que nos llevó a conocer una de las rutas más atractivas (y a la vez desconocidas) de Lloret: la ruta de los indianos. En un día, eso sí, un poco pasado por agua. 

Lloret tenía uno de los astilleros más importantes de Cataluña

Lloret de Mar
Lloret de Mar. Por licvin

Lloret de Mar, junto con Blanes, fue clave en la época dorada de la construcción naval catalana. En el siglo XIX pasaron de ser poblaciones dedicadas al campo y a la tierra, para tener algunos de los astilleros más productivos de la región.

De su puerto partían los emigrantes, quienes eran despedidos por los familiares y vecinos entre lágrimas. “Los más afortunados volverían años después y serían recibidos con una gran fiesta”, nos explicó Anna Peña. Otros no regresarían nunca. 

La mayor parte de los emigrantes eran hombres y, cuando volvían a casa, las familias se los rifaban para emparejarles con sus hijas. Solían ser mujeres muy jóvenes que acababan con señores que les doblaban (o incluso triplicaban) la edad. “El Lloret indiano era de mujeres y viudas. Heredaban una gran fortuna, aunque ellas no podían volver a casarse”, según Peña. 

Siguiendo las huellas de los indianos

Paseo Jacint Verdaguer, Lloret de Mar
Paseo Jacint Verdaguer, Lloret de Mar. Por 2000

Tanto en el paseo marítimo, como en el interior del pueblo, Lloret aún conserva algunos de los palacios de los indianos. La ruta la podemos comenzar en el Museo del Mar, situado en la antigua casa Garriga. Una vivienda indiana que pertenecía al señor Enric Garriga i Mataró, quien se enriqueció en América con su empresa de cerámicas.

Construyó la vivienda a su regreso, en 1887, para su mujer y sus hijos. Actualmente está compuesta por dos casas simétricas y, aunque se conservan sus techos y suelos, todo el mobiliario original fue llevado a Can Font. Está mirando al mar, pues a finales del siglo XIX muchos de los astilleros comenzaron a desaparecer, ya que no se podía competir con los barcos de vapor. Los indianos compraron los terrenos y construyeron en ellos sus palacios. 

De hecho, el paseo Jacint Verdaguer parece evocar el Caribe. Fue levantado también por los indianos, que quisieron hacer una avenida junto al mar igual que las que había en las Américas. Justo en el lado opuesto a la casa Garriga está el ayuntamiento, inaugurado en 1872 y de estilo neoclásico. “Costó 4 veces el presupuesto que tenía el pueblo”.

Los indianos no solo se gastaron sus fortunas en sus propios palacios, sino que algunos también aportaron su granito de arena en otros monumentos y edificios de su localidad. De camino a Can Font, la única casa-museo pública y abierta al público de estilo indiano que se conserva en Cataluña, siguiendo la calle de Santa Llúcia, podemos ver un ejemplo de ello: la iglesia de Sant Romá. 

Iglesia Sant Roma Lloret de Mar
Lloret de Mar Sant Roma. Por lunamarina

El templo llama la atención por sus mosaicos, de vivos colores. Y es que, aunque fue levantada en el siglo XVI, fue restaurada en 1914 siguiendo el estilo modernista gracias a las donaciones de algunos indianos. Uno de ellos fue Narcís Gelats, que financió su reconstrucción tras haber sido dañada durante la guerra civil. Él fue otro de los indianos que no volvió, el banquero prefirió quedarse en La Habana hasta su muerte. Sin embargo, donó dinero y sus hermanos le fueron informando cómo iban las obras. 

Actualmente, la iglesia de Sant Romá es un emblema de Lloret, además de uno de los edificios más bonitos del pueblo. 

La única casa-museo pública indiana en Cataluña

Can Font
Can Font. Por Oscar-gutierrez.es/ Turismo de Lloret de Mar

La última parada de esta ruta -o la primera, si empiezas al revés- es Can Font, una de las reliquias indianas de Cataluña abierta a las visitas. También es conocida como Cal Conde o Can Piuet. “Durante muchos años la casa fue una guardería, mis amigos de Lloret estudiaron aquí”, nos contó Anna Peña mientras esperábamos bajo la lluvia a que nos abrieran la puerta.

Antes de entrar en el vestíbulo, Peña nos señaló los techos. Las pinturas que decoraban tanto las paredes como las cubiertas parecen seguir intactas desde que, en 1877, el indiano Nicolau Font i Maig ordenó su construcción.

“Después de haber servido como guardería la casa fue un taller de pintura y restauración”, nos explicó Anna Peña. “Ellos se encargaron de recuperar el color, dibujos y frescos de la casa, hasta que se quedaron sin licencia”. Desde 1981 es propiedad del Ayuntamiento de Lloret, que la tiene abierta al público. 

Can Font
Can Font. Por oscar-gutierrez.es/ Turismo de Lloret de Mar

Nada más entrar en la vivienda se puede ver el gran trabajo de rehabilitación que se hizo. Los suelos, de mosaicos policromados, son todos originales a excepción de uno. Igual que los techos altos pintados. El mobiliario es lo único que no es auténtico, sino que se trajo de otras viviendas indianas como la casa Garriga y de las donaciones que hicieron los vecinos de Lloret. 

Las distintas habitaciones como el comedor, la sala de música, el despacho o el baño se disponen alrededor de las escaleras, situadas en el corazón de la vivienda. Como curiosidad, Can Font tiene cinco pisos y en su época fue el edificio más alto de Lloret de Mar. También tenía jardín y caballerizas, aunque hoy ambas son propiedad privada. 

Can Font
Can Font. Por oscar-gutierrez.es

Además de una recreación de las diferentes estancias, hay una sala dedicada a aquellos pocos indianos de Lloret que hicieron fortuna en las Américas. Entre ellos están Narcís Gelats, Enric Garriga y Constante Ribalaigua, el rey del daiquiri helado. No fueron pocos los que se buscaron la vida en la hostelería al otro lado del charco.

En la sala contigua hay una réplica de una tienda o bar de víveres. Y en la pared una imagen de Pepín, uno de los jóvenes inmigrantes que nunca más volvió y al que su familia le perdió la pista. Pues, como Anna Peña nos recalcó al principio de la ruta “Solo un 1% de los inmigrantes se hizo rico”. No hay constancia de cuántos se quedaron por el camino y no volvieron. 

Entre el atrezzo de Can Font se puede ver un pasaporte de 1861 emitido en La Habana, imágenes antiguas, textiles de la época, y hasta alguna que otra muñeca de porcelana.

pasaporte antiguo
Pasaporte de 1861. Por Laura Fernández

La riqueza de la esclavitud

Desde Lloret de Mar a Cuba se tardaba en llegar unas 8 semanas. Durante la travesía, tenían que hacer frente a las inclemencias del tiempo y el estado de la mar.

Uno de los negocios más lucrativos fue la trata de esclavos. Los barcos rodeaban la península y, al cruzar el estrecho, se dirigían hasta la costa occidental de África donde recogían a los llamados “negreros”. Tanto durante el trayecto como en las plantaciones, a los esclavos se les alimentaba con tasajo. Carne seca que no necesitaba refrigeración y, por lo tanto, no había riesgo de que se pusiera mala. Hoy, el tasajo es uno de los manjares de Extremadura

“En 1791 en Cuba la población era de unos 250 habitantes. 50 años después era de un millón de personas, y en 1962 un millón y medio. Eran todos esclavos”, nos explicó Anna Peña. 

Por suerte, no todos los que se enriquecieron en Cuba fue a través del comercio de esclavos, que cuando se ilegalizó aún fue más lucrativo. Como mencionamos anteriormente, el lloretense Constante Ribalaigua lo hizo creando uno de los cócteles más emblemáticos de la isla caribeña: el daiquiri helado.

100 años del daiquiri que enamoró a Hemingway

Floridita
Floridita. Por Tony Hisgett

La receta original es algo más antigua y se le atribuye a un ingeniero americano, Jennings Cox, quien lo elaboró por primera vez en Santiago de Cuba. No obstante, el cóctel llegó hasta Ribalaigua, quien decidió reinventarlo creando muchas versiones. Una de las más famosas fue el daiquiri frappé o daiquiri helado, mucho más refrescante. El hielo está picado tan fino que parece incluso pulverizado.

Él lo comenzó a servir en Floridita, el bar que regentaba en La Habana y que era frecuentado por Ernest Hemingway. Al escritor estadounidense le gustó tanto que hizo que se popularizase a través de sus novelas.

Mi mojito en La Bodeguita, mi daiquirí en El Floridita

Ernest Hemingway

Este año se cumplen 100 años del daiquiri nº4 de Ribalaigua. Por ello, Lloret de Mar lo está celebrando con el “Be frozen, my friend. Tour Daiquiri No4”. Qué mejor manera de degustarlo sentados en la costa de Lloret, frente al mar de la Costa Brava. 

Laura Fernández

Periodista, blogger y viajera. No necesariamente en ese orden. En ocasiones me despierto sin saber dónde estoy. Adicta a los cómics y a los noodles con salsa de cacahuete. Redactora en @escapadarural, colaboradora en la Conde Nast Traveler y en la Divinity. Mi casa: Meridiano180.

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Comentarios

  1. greis Espinoza 9 de julio de 2022 a las 23:47 - Responder

    hermoso lugar me encanta son las picinas termales del motel lloret del mar su diversidad el museo naval y su disco hollywood …muy agradable para descansar y pasar una lindas vacaciones.

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