El eccehommo de Borja y otras restauraciones fallidas en España
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13.07.2020
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Algunos pintores han cambiado la historia del arte al dar la última pincelada de un cuadro. Velázquez rematando sus Meninas, Picasso dándole el último toque al Gernika o El Bosco cerrando el último detalle de El jardín de las delicias. El mundo no volvió a ser el mismo después de ellos, porque la cultura, además de entretener o enriquecer, también ayuda a comprender su realidad. Y la del siglo XXI es, a veces, un despropósito.
Quizás sea demasiado arriesgado incluir a Cecilia Giménez en el listado de pintores que deban pasar a los libros de historia, pero algún lugar tiene que haber para ella porque su obra dio la vuelta al planeta. Puede que por el motivo equivocado al que ella pretendía, pero su restauración del eccehommo de Borja (Zaragoza) ha sido una de las piezas artísticas más comentadas de la última década.
La imagen se encontraba –y se encuentra– en el Santuario de Misericordia, en las faldas de la sierra del Moncayo. Estaba muy deteriorada y en el 2012, una de las parroquianas decidió arreglarla cogiendo las acuarelas ¿Qué podía salir mal?
El resultado fue como poco peculiar, una libre interpretación de la obra, podría decirse. Hubo quien le rebautizó como Ecce Mono y, de hecho, en los países anglosajones se le conoce como Monkey Christ (Cristo Mono en su traducción literal).
Con todo el revuelo y el consiguiente enfado de las autoridades, la pobre restauradora aficionada, que entonces tenía 81 años, se vio sometida a una presión pública muy fuerte y cayó en depresión. Pero hacer reír a la gente, aunque sea por un absurdo involuntario, tiene su recompensa y pese al cachondeo se ganó el cariño de la gente. De hecho, se hizo una recogida de firmas –que llegó a conseguir más de 20.000 en un día– para que se dejase el cuadro tal y como lo había dejado Cecilia Giménez.
Lo que no se imaginaba nadie era que ese considerado como desastre por los restauradores profesionales iba a convertir a Borja en un lugar de peregrinación. El turismo de la zona ha recibido un gran impulso gracias a dicha pintura (en 2018 ya había recibido más de 200.000 visitas), que ha inspirado una ópera, un documental y hasta una marca de vinos solidaria.
Hay quien le hace fotos a la cúpula de la Capilla Sixtina y quien se hace selfies con el eccehommo de Borja (o puede que ambas cosas).
El club del despropósito restaurador
Cecilia Giménez creó escuela, porque el eccehommo de Borja no es la única obra que ha pasado del mal estado al ridículo en cuestión de días o incluso horas en los últimos años. De hecho, la Asociación Profesional de Conservadores Restauradores de España (ACRE) ha emitido diversos comunicados advirtiendo que esas intervenciones son agresiones contra un bien cultural y solicitando que no se les llame restauraciones. Un profesional con una formación adecuada nunca perpetraría semejantes crímenes artísticos, reclaman.
El último caso conocido es el de la supuesta Inmaculada de Murillo que un coleccionista de Valencia llevó a “arreglar”. Pero no le encargó el trabajo a un profesional cualificado para la labor, sino que le pagó 1.200 euros a un restaurador de muebles con una experiencia limitada en la cuestión de obras de arte.
Después de pasar por la mano del cirujano, la virgen parecía prima-hermana del eccehommo de Borja y ya se la ha llamado “el eccehommo valenciano”. En este caso, el propietario sí llevó la obra a un restaurador acreditado para ver si se podía recuperar, pero ya no había manera.
El San Jorge de Estella (Navarra) es otro de los casos que aparece en las pesadillas de los restauradores. En el año 2018 el párroco de la iglesia de San Miguel de Estella decidió adecentar el espacio en el que estaba colocada una talla del santo que data del siglo XVI.
Un taller de manualidades de la localidad se encargó del remozado de San Jorge, donde decidieron darle un aspecto más acorde con los tiempos que corren pintándolo de colores un poco más vivos de los que tenía originalmente.
Pese a su supuesta buena intención, el párroco recibió una multa de 6.000 euros, al igual que el taller en el que se realizó la operación. Además, el Arzobispado de Navarra invirtió 300.000 euros en intentar arreglar el escarnio.
En la localidad de Rañadoiro, perteneciente al concejo de Tineo (Asturias), una vecina decidió seguir el ejemplo de Cecilia Giménez y repintó tres figuras de madera del siglo XV y XVI. Una de las tallas representa a la Virgen con el niño Jesús junto a Santa Ana, otra a San Pedro y otra a la Virgen con el niño.
La lugareña aplicó capas de colores potentes a todas, en especial a la primera: el manto de la virgen pasó a ser rosa chicle y su vestido azul lavanda, mientras que la túnica del niño se tiñó de verde marciano y las prendas de Santa Ana de rojo y menta. Ese homenaje a Andy Warhol en una parroquia asturiana no lo vio venir nadie. Según declaraciones de la autora, tomó la decisión de arreglarlas con permiso del párroco porque “estaban horrorosas”.
Aunque podría llevar ahí desde el año 2011, nadie había reparado en la cara de un ángel situado en la parte superior del altar mayor de la Parroquia San Sebastián de Reinosa (Cantabria). El dibujo cubre el espacio que había dejado uno de los siete relieves en forma de cara de ángel que componen esa parte del retablo.
En su lugar, alguien pintó un rostro casi esquemático conformado por dos círculos rosas que representarían el rubor del rostro, dos ojos, una línea para formar la boca y una buena mata de pelo negro con pico en la frente al estilo de Drácula.
Su descubrimiento, en 2018, levantó la ola de hilaridad e indignación habitual de estos casos ‘eccehommicos’, aunque el párroco intentó quitarle hierro al asunto explicando que no se trataba de una restauración, porque ya no había figura que reconstruir. Y que no tenía nada que ver con el caso de Borja.
También en el Santuario de Nuestra Señora de Setefilla de Lora del Río (Sevilla) las tallas de Santa María Egipcíaca y San José del Santuario fueron arregladas por un aficionado, al igual que el San Miguel Arcángel de Peñaranda (Salamanca). El resultado de dichos trabajos también se incluyen en esta nueva corriente artística de aberraciones restauradoras.
Sin embargo, el mundo se quedó patidifuso cuando el castillo de Matrera, en Villamartín (Cádiz), ganó el American Architecture Prize en 2016. Ese mismo año, el arquitecto Carlos Quevedo había restaurado las ruinas de la edificación del siglo IX colocando un muro rectangular, liso y de color claro.
Pese al escándalo que se montó cuando Quevedo presentó el resultado de su trabajo –el término ‘Ecce Hommo’ salió enseguida– el edificio no solo recibió ese galardón. También ganó el el Architizer A+ en la categoría de Preservación y premio Torres Clavé de Arquitectura Joven de la provincia de Cádiz.
Asimismo estuvo nominado al Premio Internacional de Arquitectura y Naturaleza ‘Simonetta Bastelli’ en Peruggia, al Premio Internacional de Arquitectura y Paisaje ‘Rosa Barba’ en Barcelona y, atención, al Mies Van Der Rohe concedido por la Unión Europea.
Carmen López