El mundo es verde gracias también a los depredadores

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12.04.2022

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Un zorro. Por Mocah.org

En el libro recién publicado en España Agua: una biografía, el experto en seguridad de recursos naturales y sostenibilidad, Giulio Boccaletti, hace un alegato a propósito de cómo el agua ha configurado no solo el mundo, sino nuestras sociedades. Y cómo, a su vez, ha estado siempre vinculada por múltiples nodos con otros elementos del ecosistema. Así, cuando un nodo cambia, todos se ven afectados en mayor o menor medida.

Por esa razón, tras finalizar la última Edad de Hielo, los cazadores y recolectores nómadas, como siempre habían sido hasta el momento, tuvieron que adaptarse a la escasez de carne. Progresivamente había ido desapareciendo la megafauna, como los bisontes o los mastodontes. Una fuente de alimento esencial, así que necesitaban otros alimentos distintos. La razón de esta extinción se ignora. Quizá fue un cambio en el medio ambiente, o tal vez el Homo sapiens se había revelado como demasiado eficaz a la hora de cazar

La fageda d'en Jordà
La fageda d’en Jordà. Por Alba

Sea como fuere, estos cazadores también incendiaron bosques enteros, los deforestaron por completo, porque era la forma más cómoda de cazar animales. Al limpiar partes del bosque, los seres humanos fueron capaces de crear más fácilmente los ambientes colindantes que alentaban la presencia de animales y plantas que les gustaba comer.

Aquella quema de bosques destruyó la naturaleza tal y como era entonces, originando unos tipos de bosque que hoy nos parecen edénicos pero que, antaño, eran solo fruto de la brutal mano del ser humano. Por ejemplo, este estudio, publicado en Nature Plants, encontró que los seres humanos han tenido un impacto dramático en tales ecologías forestales durante decenas de miles de años, a través de técnicas que van desde la quema controlada de secciones de bosque.

Los primeros ecosistemas artificiales

El mundo es verde
Un tigre en el agua. Por Fotoscape

Sea como fuere, los cazadores recolectores, tal y como explica Boccateli, fueron obligados por las circunstancias a ampliar su dieta para sobrevivir, influyendo a su vez en nuevas redes tróficas o cadenas alimentarias. Finalmente, se produjo la transición hacia la agricultura sedentaria. Primero se domesticó a las plantas, luego a los animales. Se crearon así los primeros ecosistemas artificiales, hace unos diez mil años, a fin de satisfacer sus necesidades o sufrir sus consecuencias. 

Domesticar un entorno inestable y dinámico cambió el mundo. Los asentamientos devinieron en pueblos, y más tarde en ciudades. El ser humano se decuplicó y luego se centuplicó. Afortunadamente, su impacto medioambiental fue reduciéndose, pues algunos paleoclimatólgos sugieren que una persona en la Edad del Hierro contaminaba más que una persona en el primer mundo actual.

Los bosques de hoy no son la naturaleza. No son la naturaleza prístina e intocada. Son fruto de la mano del ser humano. Lo mismo sucede con muchos animales. Por esa razón, cada vez que tratamos de intervenir en la naturaleza para preservarla o para reconducirla hacia lo que consideramos adecuado (para ella o para nosotros), nos equivocamos doblemente si no tenemos en cuenta toda la cadena trófica, que normalmente resulta inextricable. 

Para comer plantas extinguimos animales

El mundo es verde gracias a lo depredadores. Lince
Lince. Por Dmitri Gomon

Las causas principales de la extinción de tres de cada cuatro especies de plantas, anfibios, reptiles, aves y mamíferos de los últimos 500 años tienen que ver con la sobreexplotación y la destrucción del hábitat para crear campos agrícolas. Es decir, para comer plantas extinguimos animales.

Así de interconectado está todo. Cualquier intervención, para bien o para mal, cambia el sistema. A veces para mal, otras para bien.

Así, en aras de proteger la naturaleza o convertirla en el ideal que el imaginario popular ha concebido sobre ella, algunos consideran que se debería esterilizar a los depredadores carnívoros para que estos dejen de cazar a los hervíboros y acabar con tal sufrimiento. ¿Qué culpa tienen los pobres hervíboros? ¿Cómo podemos quedarnos impávidos mientras son devorados cruelmente? Sin embargo, los ecosistemas son complejos y requieren de todas las especies: unas dan vidas a las otras

Así como los campos de cultivos extinguen animales, o la extinción de animales nos empujó a crear campos de cultivo, el mundo es verde también gracias a los depredadores. Sin ellos, los bosques no serían tan verdes, pues ellos solo comen animales. 

La razón es bastante simple: sin depredadores las poblaciones de herbívoros se dispararían y estos, a su vez, arrasarían con los vegetales. Como lo denuncia Alex Ritchter-Boix en su libro El primate que cambió el mundo:

Su utopía vegana se convertiría en una distopía malthusiana de animales hervíboros que al final requeriría una intervención como la de Yellowstone. El absurdo de nunca acabar. Los antiespecistas vuelven a colocar al humano en el centro del mundo, con el poder de manejar la naturaleza a su antojo.

Ovejas
Ovejas. Por Baronb

El número de herbívoros viene determinado por la cantidad de vegetales, y el de depredadores por la cantidad de herbívoros. Pero como demostraron investigadores de la Universidad de Michigan (Nelson Hairston, Fred Smith y Lawrence Slobodkin) en la década de 1960, los herbívoros también están controlados por los depredadores. Gracias a ese control, indirectamente, mantienen el planeta más verde, pues en caso contrario el planeta sería arrasado por los herbívoros. La regulación, pues no solo funciona de abajo a arriba en la cadena trófica, sino también a la inversa. 

Las especies están interconectadas en una compleja red alimenticia en la que unas dependen de otras. Una especie no se explica sin la existencia de otra, por mucho que los depredadores y los carroñeros despierten más fácilmente nuestra animadversión frente a los aparentemente inocentes herbívoros, con los que tenemos más empatía. En la cadena no hay mejores o peores, sino que forma un todo, una unidad. Y nosotros también formamos parte de esa cadena, para bien y para mal.  

Sergio Parra

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