El Nautilus rompía las aguas con el espolón y avanzaba tras haber recorrido unas diez mil leguas en poco más de tres meses. Se acercaba así a la bahía de Vigo, en cuyo fondo su capitán, el capitán Nemo, sabía del secreto de un magnífico tesoro que había quedado en el fondo del mar durante la histórica batalla de Rande.
Veinte mil leguas de viaje submarino es una de las obras más famosas de Julio Verne quien, con su prodigiosa imaginación, fue capaz de describir los maravillosos paisajes del fondo marino y adelantarse a inventos futuros como escafandras para bucear, balas eléctricas y trajes impermeables.
En Vigo saben de la importancia de esta obra y están encantados de vincular el nombre de la ciudad con este clásico de la literatura. Y parece ser que a Julio Verne también le encantaba. En una carta enviada desde Lisboa, el 6 de junio de 1878, a su editor, Julio Verne explicó con su letra inclinada y saltarina lo siguiente: “Ya hablaré con usted de los lugares que visitamos; todo es verdaderamente hermoso. Vigo, Lisboa, muy hermosas, de verdad, y nos acogieron muy bien por todas partes”.
Cuando el Nautilus llegó a Vigo
En As Avenidas, en el puerto vigués, encontramos la popular estatua de Julio Verne, sentado sin temor sobre un pulpo de enormes tentáculos. Mientras, en la ensenada de San Simón, pasado el puente de Rande, hay un conjunto escultórico que representa al capitán Nemo y dos de sus tripulantes. Cierto que está algo alejada del centro de Vigo; pero podemos aprovechar la excursión para pasear un rato por la playa del pueblo de Cesantes.
Las vistas lo valen. Al menos, a Julio Verne así se lo parecieron ya que describió la ensenada como “un verdadero fiordo”. Esta ubicuidad de monumentos serviría gráficamente para explicar la teoría de algunos estudiosos que afirman que Julio Verne expresó facetas de su propia personalidad al crear al capitán Nemo.
Desde el monumento dedicado a Julio Verne podemos dar un agradable paseo hasta la plaza de la Constitución, epicentro de la parte baja del casco viejo. Aquí Vigo huele a mar tal cual lo hacía cuando en junio de 1878 llegó el universal escritor por primera vez a la ciudad, cuando un temporal obligó a su flamante nuevo velero a buscar refugio en el puerto. Lo hizo diez años después de que en en la novela, el submarino Nautilus llegará a la bahía de Vigo.
La casualidad hizo que en su primera estancia Julio Verne coincidiera con la fragata francesa Flore. Los oficiales del navío de guerra francés llevaron al escritor a conocer el estrecho de Rande. Según estudiosos de la obra, parece ser que el episodio histórico de la batalla de Rande y la leyenda de los maravillosos tesoros que cargaban los navíos españoles inspiró un primer germen de la novela Veinte mil leguas de viaje submarino.
Hoy, si queremos conocer la historia de la batalla de Rande más allá de la explicación que hace en la novela el capitán Nemo al protagonista y narrador, el biólogo Pierre Aronnax, podemos ir hasta Rande, donde se abrió el Museo Meirande que nos descubre todos los entresijos de este episodio de la historia.
Si no queremos salir de nuevo de Vigo, podemos subir hasta el alto de O Castro, donde el monumento de las anclas y los galeones de Desiderio Pernas rememora la famosa batalla. Precisamente, sería desde aquí, seis años más tarde, que Julio Verne apuntaría en plan telegrama la belleza del paisaje con un escueto: “Vista admirable. La bahía y los valles».
El capitán Nemo anunció así a Pierre Aronnax la llegada a la bahía de Vigo: “Pues bien, señor Aronnax, estamos en la bahía de Vigo, y sólo de usted depende que pueda conocer sus secretos…”. Hoy, descubrir todos los secretos de Vigo dependerá de nosotros mismos.
José Alejandro Adamuz
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Leo que «parece ser que el episodio histórico de la batalla de Rande y la leyenda de los maravillosos tesoros que cargaban los navíos españoles inspiró un primer germen de la novela Veinte mil leguas de viaje submarino» y me emociona como vigués por adopción que el escritor «inspirase» aquí el germen su libro editado 8 (ocho), años antes.
Aunque nos guste la ficción conviene mirar los números antes de soltar paridas, digo.