Rodeando la localidad cordobesa de Iznájar, a los pies del Parque Natural Sierras Subbéticas, se localiza el embalse de Iznájar, el pantano más grande –tanto en dimensiones como en caudal: 950 millones de metros cúbicos– de la comunidad andaluza. Una mayúscula masa de agua que se nutre del río Genil y que convirtió a Iznájar, y al promontorio donde ésta, en una península de interior improvisada. Málaga, Córdoba y Granada bañadas por las mismas aguas, las del lago de Andalucía.
Si bien su construcción (se inauguró el 3 de junio de 1969) tenía como único objetivo servir de recurso hídrico vital para los habitantes de la zona, actualmente el lago de Andalucía –con sus 100 kilómetros de orilla y 32 de longitud– ofrece infinidad de actividades turísticas. Sobre todo en verano: Paddle-surf, kayak, vela ligera, paseos en barco, etc. Actividades de cuya gestión y organización se encarga directamente la Estación Náutica Lago de Andalucía.
Pero, además de su valor turístico, ¿qué es lo que hace tan especial al embalse de Iznájar? La respuesta es fácil: su ecosistema. El lugar tiene identidad propia. En él conviven una extensa y variada diversidad de flora y fauna. Bosques mixtos donde las coníferas y algunas especies de frondosas comparten espacio con el cultivo arbolado –con el olivo como protagonista–, acebuchales, pinares y árboles de ribera, entre otras especies vegetales.
Una rica zona verde que alimenta y da cobijo no sólo a diferentes anfibios y reptiles como la lagartija colilarga y el galápago leproso, sino también a mamíferos comunes como el jabalí, el conejo y el tejón; así como al amplio catálogo de familias avícolas que tienen sus nidos allí. El jilguero, la perdiz roja, el ruiseñor bastardo y la abubilla son sólo algunas de las más de 70 especies diferentes que sobrevuelan a diario las inmediaciones de este entorno natural andaluz. Los amantes de la ornitología están de enhorabuena.
El paraje no puede ser más relajado e inspirador. Uno de los puntos estratégicos desde donde observar este lienzo de agua envuelto en encinas, almendros y olivos, es la zona de las cuevas de San Marcos. Su especial situación, en lo alto de una pequeña loma, permite al visitante admirar el embalse en todo su esplendor y magnitud.
Otro de los privilegiados balcones desde el que poder congelar la silueta del lago de Andalucía se encuentra en lo alto del pueblo de Iznájar. Más concretamente donde se eleva su antiguo y bien conservado castillo del siglo VIII. Una fortaleza que bien puede ser la guinda perfecta de una visita a la pintoresca villa cordobesa.
Una localidad de calles estrechas y empinadas (muy empinadas), impolutas plazoletas tapizadas de fino empedrado, espacios diseñados con mimo que exponen literatura y poesía, cocinas con la mejor gastronomía local y rincones repletos de flores, color y alegría. Iznájar es, en definitiva, esencia cordobesa.
El embalse de Iznájar es ideal para aliviar las altas temperaturas. Un paraje donde sentir la paz, el sosiego y la desconexión que provoca el estar en contacto directo con la naturaleza. Además de que ofrece un sinfín de actividades para disfrutar del ocio y el esparcimiento en cualquier época del año.
Elísabet García
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