Entrudo de Lazarim, uno de los carnavales más tradicionales de Portugal
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09.02.2023
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En Portugal hay un antiguo dicho popular que dice: “é Carnaval, ninguém leva a mal”. Algo como: es Carnaval, nadie se lo toma a mal. Y, aunque en Lazarim, un pequeño pueblo de 500 habitantes del municipio de Lamego a tres horas de Salamanca, se tome muy en serio sus tradiciones carnavalescas, lo más importante es la diversión colectiva.
Así como el Carnaval de Podence, otro pueblo del norte de Portugal que en 2019 entró en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, el Entrudo de Lazarim también es considerado uno de los más tradicionales del país.
Hace 50 años, los caretos del noreste de Portugal estaban al borde de la extinción. Ahora son invitados a desfilar en otros carnavales, animar parques de diversiones y participar en festivales de máscaras, tanto en el país como en el extranjero.
Tanto en Podence como en Lazarim, las máscaras son elementos fundamentales para mantener la tradición y la identidad de cada pueblo. Pero si en Podence las máscaras están hechas para mantener el anonimato y poco más, en Lazarim adquieren una maestría que las eleva al nivel de la mejor artesanía de Portugal.
En este pequeño pueblo de montaña, la tradición dicta tallar troncos de aliso con una variedad de figuras fantásticas y enigmáticas, firmemente ancladas en la cultura y la imaginación locales. Abarca desde figuras históricas y pintorescas hasta figuras mágicas de inspiración demoníaca, pasando por animales, muchas veces rematados con cuernos puntiagudos.
Una tradición centenaria
No hay registros de cuando se empezó a celebrar el Carnaval en Lazarim tal como lo conocemos hoy. Paulo Loureiro, presidente del Ayuntamiento, recuerda que su abuela, fallecida hace algunos años, le contaba que también ella jugaba al Carnaval cuando era una niña.
“La tradición de los caretos y de las máscaras seguramente viene también de esa época”, cuenta el presidente en entrevista para EscapadaRural. “Las máscaras antes eran un poco más arcaicas, aunque una máscara no es perfecta, ahora los acabados son mejores”, continúa.
Antiguamente también era frecuente ver por las calles de Lazarim máscaras de colores -un diablo rojo sirvió como icono del Carnaval del pueblo a lo largo de la década de 1980- y caricaturas de celebridades. Pero la voluntad de mantener la artesanía cerca de las raíces desterró el color de la madera y restringió la figuración de los artesanos al imaginario de inspiración local y tradicional. Según Paulo Loureiro, quedan en Lazarim alrededor de 20 artesanos que todavía hacen máscaras, entre ellos una mujer artesana.
Antes solo los hombres usaban máscaras, apropiándose incluso de los personajes femeninos conocidos como “senhorinhas”. Hasta que, en 1985, una mujer, Lúcia Fernando, que por curiosidad es tía de Paulo Loureiro, se atrevió a leer los Testamentos, aunque disfrazada de hombre.
Ese evento marcó un momento de ruptura y ahora son tanto hombres como mujeres quienes asumen figuras de ambos géneros. Hoy, las mujeres también hacen parte del Carnaval y ayudan a definir la identidad de esta tradición. “Algunos años desfilan más mujeres que hombres”, dice el presidente del pueblo.
El momento más esperado: los Testamentos
En Lazarim no hay un traje carnavalesco definido. Cada careto puede y debe vestirse de acuerdo a su extravagancia, utilizando materiales de la naturaleza, como paja, seda de maíz o ramas de mimosa, añadiendo igualmente elementos rústicos como varas, azadas y horcas. Hasta hay algunas personas con ideas más innovadoras. Ya se han visto trajes hechos de corcho o de palos de vides, por ejemplo. “Depende de la creatividad de la persona, pero siempre está conectado a elementos de la naturaleza”, afirma Paulo.
Pero las máscaras y los trajes no son lo más importante. De hecho, para muchos aficionados a este Carnaval, el principal atractivo y el momento más esperado es la lectura de los Testamentos del Compadre y de la Comadre, una especie de guerra de sexos escenificada en un registro declamatorio, donde participan los chicos y las chicas solteros del pueblo.
Chicos y chicas pasan semanas reuniéndose por separado y en secreto para redactar testamentos en los que escudriñan los defectos de sus compatriotas del sexo opuesto. Estos versos desdeñosos son finalmente recitados en la tarde del Martes de Carnaval, en la plaza central del pueblo, Praça do Padrão.
Al escenario suben dos chicas y dos chicos, uno de cada sexo para recitar el testamento, los otros para portar la mascota del respectivo género, que al final la enterrará en un espectáculo de fuegos artificiales. El texto recitado está muy basado en blasfemias y en chistes picantes que exponen la supuesta podredumbre y perversiones del retratado.
Aunque sea Carnaval y nadie se lo debería tomar a mal, la lectura de los Testamentos es un ritual desconcertante. Paulo Loureiro recuerda que en su juventud los chicos eran perseguidos por los padres de las chicas, que se sentían ofendidos por las acusaciones que les hacían. “Hoy en día es pacífico, la gente lo acepta con bastante naturalidad”, asegura.
Además de los desfiles de caretos y Testamentos, en los cuatro días de fiesta, también hay un encuentro con los artesanos del pueblo el sábado anterior al día de Carnaval, en el Centro Interpretativo da Máscara Ibérica (CIMI). Este es un lugar que vale la pena visitar en cualquier época del año para saber más sobre estas máscaras tan tradicionales del noreste de Portugal y sus rituales. La exposición permanente, de libre acceso, incluye disfraces, máscaras y otros objetos relacionados con el Carnaval en Portugal y España.
La fiesta termina el Martes de Carnaval con un animado banquete donde se sirve “feijoada”, una especie de fabada a la portuguesa de alubias con embutidos, costillares y oreja de cerdo; y el “caldo de farinha”, típico de la región, hecho con harina de maíz, coles y embutidos de cerdo. Todo regado con vino tinto de la región, para ayudar a ahuyentar el frío que caracteriza estos días de fiesta.
Durante los cuatro días del programa de Carnaval, hay pequeñas tabernas con cocina regional y puestos de dulces típicos, como el doce teixeira, beijinhos, cavacas y pão-de-ló.
Ângela Coelho
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