Fontilles: del muro de la vergüenza de la lepra a geriátrico en un paraíso natural
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30.09.2024
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“El miedo es el camino hacia el lado oscuro, el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento, el sufrimiento al lado oscuro”. A esta frase de Yoda que marcó la historia del cine le podríamos añadir el desconocimiento, como paso previo que conduce al miedo. Esa ignorancia es la que ha hecho que hubiera una época no muy lejana en la que personas que sufrían ciertas enfermedades fueran rechazadas y aisladas, encerrándolas en guetos.
Un estigma que han llegado a sufrir durante décadas miles de personas, desde los infectados por el virus VIH (que causa el sida) hasta los pacientes de lepra. Hoy todavía quedan espacios que recuerdan un rechazo social que nunca debió haber existido: es el caso de un gran muro de la vergüenza que rodea la antigua leprosería de Fontilles, en la Vall de Laguar (en la comarca de la Marina Alta de Alicante), hoy reconvertida en un importante centro de investigación de esta enfermedad y uno de los geriátricos con mejores vistas que podemos encontrar. Un lugar que bien merece una visita.
Una muralla levantada por la ignorancia
El sanatorio San Francisco de Borja, gestionado por la asociación sin ánimo de lucro Fontilles, está en medio de un paraíso natural. Hasta sus mismas instalaciones se puede llegar en una ruta de senderismo, caminando el PR-CV 181, un recorrido circular sencillo de apenas 8 kilómetros que sale del pequeño pueblo de Murla.
Llegando al entorno del actual geriátrico, sorprenderá una gran infraestructura gris, horrorosa, que contrasta con la belleza natural del bosque mediterráneo que te abraza a cada paso. Se trata de una muralla que se construyó, a petición de los vecinos de la zona, en el siglo XX para marcar distancias con la leprosería que abrió en 1909. Se levantó con 3 metros de alto y 3 kilómetros de longitud, con los que se hizo un perímetro cerrado e impermeable a lo largo y ancho de casi 740.000 metros cuadrados.
Era un enorme complejo en el que no faltaba el teatro, el cine, talleres de carpintería, huertos en los que podían cultivar sus propios alimentos, pistas para jugar a fútbol… e incluso se organizaban fiestas y bailes, en las que surgió algún que otro romance
Hoy sabemos (no todos, hay que decir que perduran muchos estigmas del pasado derivados de la ignorancia) que la lepra es una enfermedad que se cura y que, si tiene un diagnóstico precoz, apenas deja secuelas. También se conoce que es muy poco contagiosa y que en un entorno de higiene y alimentación saludable, los sistemas defensivos de las personas neutralizan el germen. Pero durante el siglo XX, el desconocimiento llevó al miedo y de ahí, como diría Yoda, al sufrimiento y al querer apartar a estas personas por completo de sus vidas.
Se cuenta que había familias que llegaban a abandonar a miembros que habían contraído lepra a las puertas del sanatorio y ya nunca más se volvieron a interesar por ellos. Por suerte, en el interior de Fontilles, les esperaba una nueva vida para sanar su enfermedad física y también –muy importante- mental: un mundo nuevo lleno de vida.
Como hoy todavía se puede apreciar, era un enorme complejo en el que no faltaba el teatro, el cine, talleres de carpintería, huertos en los que podían cultivar sus propios alimentos, pistas para jugar a fútbol… e incluso se organizaban fiestas y bailes, en las que surgió algún que otro romance.
Un geriátrico y centro de investigación con vistas al mar
Que nadie piense en el complejo del sanatorio como si de una prisión se tratara, con unos alrededores grises y tristes. Todo lo contrario: se alza entre bosques, abrazado por la orografía montañosa alicantina y con vistas al mar Mediterráneo. Un entorno y una panorámica que no está muy lejos de cómo puede imaginarse una el paraíso.
Según los últimos datos publicados por Fontilles, la lepra sigue siendo una enfermedad viva en el mundo, con más de 174.000 casos detectados en 2022, la mayoría en el Sudeste Asiático (el 71,4%). En España no está erradicada, porque eso significaría que no habría ni un solo caso, pero sí eliminada en base al criterio de la Organización Mundial de la Salud (la OMS, que establece que debe haber menos de un caso por cada 10.000 habitantes); así, en 2022 se detectaron 10 casos de lepra. La prevención y tratamiento a tiempo son esenciales para su cura, así como la identificación de manchitas blancas en la piel en las que se ha perdido la sensibilidad.
Lejos del motivo original de la fundación de Fontilles, hoy este gran complejo está formado por tres grandes patas: el Centro Ferrís, que acoge a personas con diversidad funcional; el geriátrico Borja, de atención integral a personas mayores, que son el grueso de los habitantes del recinto con 84 plazas; y el Centro de Referencia en Lepra, el espacio estatal más potente de control, tratamiento e investigación de la enfermedad.
Cerca está la “Catedral del Senderismo”
A poco más de 2 kilómetros del sanatorio San Francisco de Borja de Fontilles está el núcleo de población de Fleix, perteneciente también a la Vall de Laguar, un lugar muy conocido por albergar la ruta del Barranc de l’Infern, popularmente conocida como la “Catedral del Senderismo”.
Este recorrido sigue por un sobrecogedor barranco encajonado, con paredes verticales que llegan a superar los 100 metros de altura y con tramos de apenas 10 metros de ancho en las partes más estrechas. Además, son famosos sus 6.800 escalones excavados en las laderas por los mozárabes.
El aparcamiento de Fleix se llena de amantes de la montaña, tanto de senderistas como de barranquistas ataviados con sus cuerdas y material de descenso, ya que la ruta se puede hacer de dos maneras: el recorrido completo a pie, que son 14,5 kilómetros y un desnivel positivo de más de 800 metros siguiendo el sendero señalizado PR-CV 147; o bien subir hasta la mitad, y descender por dentro practicando barranquismo (hay que tener un cierto nivel y consultar la meteorología, ya que no tiene escapes). El paisaje es muy bonito, aunque hay que evitar hacer la ruta en verano porque apenas hay sombras durante el recorrido.
Raquel Andrés