Garraitz, la isla paradisiaca del País Vasco que esconde un tesoro
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05.08.2021
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Si Robert Louis Stevenson levantase la cabeza, su isla del Tesoro en vez de estar ambientada en el Caribe, igual estaría en el País Vasco.
La isla de Garraitz, llamada San Nicolás en castellano, es una de las joyas más desconocidas de Vizcaya. Un trozo de tierra verde que emerge sobre el mar frente a la costa de Lekeitio y a la que, cuando baja la marea, se puede acceder caminando desde la playa.
Es una isla intermareal, por lo que cuando hay pleamar se queda totalmente aislada. El camino se llena de agua y la única forma de volver es nadando. Esto ocurre en muchos de los islotes que salpican la costa Cantábrica, donde hay que tener muy presente el calendario de las mareas.
La isla de Garraitz es como un Mont Saint Michel (Bretaña francesa), pero sin masificaciones e inhabitada. Aunque no siempre lo estuvo.
En el siglo XV, en la isla de Garraitz había una ermita consagrada a Nicolás de Bari. Dos siglos más tarde, en 1617, la orden franciscana decidió construir sobre ella su convento, donde residieron unos 30 años. Lo abandonaron por la ausencia de agua dulce, la humedad y el clima.
Su ubicación estratégica también llamó la atención de piratas, marinos y militares. De hecho, en la parte más elevada de la isla se han encontrado un fuerte y una muralla. Y, como ocurrió en muchas islas, el hecho de estar aislada hizo que fuera perfecta como sanatorio.
Hoy, las ruinas conviven con la espesa vegetación entre la que destaca el bosque de pinos. Y es que, a principios del siglo XX, Garraitz “Fue un laboratorio botánico. Lo abrió el geólogo Adán de Yarza, que experimentó allí con especies exóticas”, nos explica Guillermo Ruiz, secretario de la Asociación Cultural Atabaka que se encarga de recuperar y documentar el patrimonio de la isla.
Monedas del siglo XIV
Gracias a las excavaciones de la asociación Atabaka, en el terreno se han encontrado numerosos restos arqueológicos. “Llevamos cuatro años excavando. Hemos encontrado ruinas, polvorín de la guerra de la Independencia, cañones y restos del cuartel militar”, nos explica Guillermo Ruiz.
Su gran hallazgo, no obstante, se produjo en 2019, cuando encontraron diferentes monedas de los siglos XIV y XV. Dos de ellas eran portuguesas, otra escocesa y la cuarta del Ducado de Brabante (Bélgica). “Estaban a unos 80 centímetros de profundidad”, dice Ruiz, quien admite que están intrigados por saber a quién pertenecían y por qué las enterraron en la isla. “Pudieron haber sido de una persona que viniera con ahorros y los escondiera allí”, piensa.
Atabaka no descarta que hayan más enterradas. La asociación realiza excavaciones en el terreno cada mes de agosto con la ayuda de voluntarios. Suelen ser más de 100 personas que desean recuperar su patrimonio y conocer más sobre la historia del lugar.
El descubrimiento de este tesoro constata que ya en esa época había gente en la isla. De hecho, los orígenes de la villa de Lekeitio se remontan a 1325.
La roca del fuego
Algunos estudiosos han atribuido a Garraitz el nombre de roca del fuego. La razón es que se cree que, antiguamente, algunas mujeres del pueblo subían a la isla para prender fuego y guiar a los barcos. La costa de Lekeitio no tenía luz y muchas embarcaciones corrían el riesgo de chocar contra la isla.
Sin embargo, aunque la escena sería preciosa, según Ruiz, “No hay documentación sobre el tema”. “Lo que sí está documentado es que en aquella época había seroras”, dice. Las seroras era el término utilizado por los vascos para referirse a las monjas. En el siglo XV la isla estaba habitada por mujeres creyentes que trabajaban para los monjes. Quizá fueron ellas de las que se habla en la leyenda.
Y, aunque para algunos navíos la isla era un riesgo de naufragio, para otros era un lugar perfecto donde refugiarse o iniciar una conquista. Eso debieron de pensar los franceses, que la ocuparon durante la guerra de la Independencia (1808-1814).
De ellos son los cañones y el polvorín encontrados y de los que los ingleses intentaron deshacerse. En 1813, las tropas del duque de Wellington entraron en la isla y destruyeron todo lo que los franceses habían levantado. Hoy, uno de los cañones aún permanece en el mar. Está hundido al norte de la isla.
Las islas también tienen un historial relacionado con el aislamiento de enfermos. A la de Garraitz se enviaron a muchos enfermos de cólera. Según Ruiz, no hay constancia de que hubiera construido un sanatorio, aunque se cree que podrían haberse alojado en la ermita.
“Es posible que haya enfermos enterrados, o algún abad. Nosotros hemos encontrado una mandíbula”, explica.
El único parque arqueológico de Euskadi
La riqueza arqueológica de Garraitz ha hecho que, en 2019, la isla fuera declarada parque arqueológico. El único que hay actualmente en el País Vasco.
Se puede visitar atendiendo al calendario de mareas, ya que con la bajamar hay un camino conocido como el malecón que te lleva directamente a ella desde la playa. Hay que tener cuidado, ya que en él hay algas y verdín. Ya en la isla, también se ha habilitado un sendero que va de norte a sur y que permite contemplar la riqueza de su fauna y flora.
La isla de Garraitz cuenta con ejemplares de pinos marítimos y cipreses microcarpa. Muchos de ellos fueron plantados por Atabaka y la sociedad de ciencias Aranzadi con el apoyo de las instituciones debido al deterioro provocado por el salitre y las condiciones del suelo.
Gracias a su mantenimiento, la isla de Garraitz puede presumir de contar con una gran diversidad de aves como las colonias de gaviotas. Además, desde su cima hay unas increíbles vistas de San Sebastián.
Por las imágenes, la isla de Garraitz también podría ser cualquier isla del Caribe. Eso sí, el agua está mucho más fría y el tiempo no siempre acompaña.
Laura Fernández
Periodista, blogger y viajera. No necesariamente en ese orden. En ocasiones me despierto sin saber dónde estoy. Adicta a los cómics y a los noodles con salsa de cacahuete. Redactora en @escapadarural, colaboradora en la Conde Nast Traveler y en la Divinity. Mi casa: Meridiano180.
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Buen trabajo. Buena forma de conocer sitios sin salir de casa ( aunque lo ideal sería visitarlos). Un saludo.
Me encanta esta isla y no conocía toda su historia. Muchas gracias.
Una cosita , el mont Saint Michel se encuentra en Normandía. Aunque antes estaba en Bretaña, pero cambio el curso del río que separa las dos provincias, y se desplazó la frontera… Hace siglos.