El honor de Guzmán el Bueno en el castillo de Tarifa
Escrito por
05.08.2022
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Hay un lugar en Cádiz, un castillo, donde se sitúa una leyenda maravillosa, que como casi todas las leyendas tiene historia y tiene leyenda. En este caso mucha historia y algo de leyenda. Por eso perdura en el tiempo, porque la combinación de ambas cosas es lo que nos llama la atención y nos hacer recordar los hechos por más siglos que pasen.
Ese lugar de Cádiz, por cierto, es Tarifa. Y ese castillo se conoce como el castillo de Tarifa, pero también como el castillo de Guzmán el Bueno, precisamente en relación con la leyenda a la que hacemos referencia aquí.
El castillo sigue siendo impresionante hoy, más de 10 siglos después de su construcción. La leyenda de Guzmán el Bueno en el castillo de Tarifa data de finales del siglo XIII, de 1294, cuando el caballero defendía Tarifa de las tropas musulmanas y cristianas que luchaban unidas contra él. Contra él, pero, en realidad, contra su señor.
Guzmán el Bueno y Andalucía
Guzmán el Bueno nació en León, pero su vida está unida al sur de España
Alonso Pérez de Guzmán nació en León en 1256, aunque sus títulos y gran parte de sus hazañas están asociadas al sur de España. Su madre murió en el parto, habiendo recibido la promesa de su padre, Pedro Núñez de Guzmán, de que se casarían cuando él volviera de la conquista de Jerez de la Frontera. Como vemos, de una forma u otra Guzmán el Bueno siempre tuvo algo que ver con Andalucía.
Su vida fue apasionante, y en un tiempo en que luchaban mezclados cristianos y musulmanes contra otros cristianos y musulmanes, Guzmán el Bueno peleó un buen tiempo en el norte de África a las órdenes de Abū Yūsuf, un emir benimerín.
En ese periodo ganó dinero y hasta acaudaló una pequeña fortuna con la que compró poco a poco dominios importantes en el sur de la Península.
Sirvió también a Alfonso X y posteriormente a su hijo Sancho IV de Castilla. Cuando este segundo emprendió una campaña de conquista en la zona del Estrecho, Guzmán el Bueno jugó un papel importante, por ser buen conocedor del enemigo además de un importante señor.
Es más, llegó a actuar como diplomático y también le prestó dinero a su rey, Sancho IV, para que pudiera financiar la campaña. En estas estaba nuestro protagonista cuando en 1292 las tropas de Sancho IV tomaron Tarifa, encomendando en un primer momento su defensa a los caballeros de la Orden de Calatrava.
Un año después, Tarifa empezaba a estar amenazada y su gobierno fue a parar a las manos de nuestro Alonso Pérez de Guzmán, esto es, de Guzmán el Bueno. En la primavera y verano de 1294 Tarifa fue asediada por los enemigos con una fuerza importante.
Entre los asediadores, por cierto, estaba Juan de Castilla, que también era hijo de Alfonso X y por lo tanto hermano de Sancho IV. Como vemos, la edad media española es un auténtico juego de tronos, aunque sin dragones ni magia.
El honor antes que el propio hijo
La leyenda de Guzmán el Bueno demuestra que este hombre puso su honor por delante incluso de la vida de su propio hijo.
Los atacantes, tras ver que el asedio no avanzaba a pesar de que llevaban ya varios meses y sabiendo que la ayuda llegaría a los asediados más pronto que tarde, pusieron en marcha un plan entre desesperado y cruel. Ya habían intentado rendir la plaza por las armas, sin éxito, y tampoco lo habían conseguido mediante sobornos. Por ello y por la urgencia en conseguir algo fueron un paso más allá, esperando que el defensor claudicara.
El hijo de Guzmán el Bueno estaba en poder de sus enemigos y entonces (aquí es donde entra un poco la leyenda) asomado a las almenas del castillo escuchó a los de fuera lanzarle una amenaza que haría temblar a cualquiera.
Le avisaron de que si no rendía la plaza, es decir, si no entregaba Tarifa a los enemigos de su señor, asesinarían a su hijo cortándole el cuello. No era la primera vez que Juan de Castilla hacía una amenaza como esta para tomar una plaza, ya que había usado la misma tetra para tomar el alcázar de Zamora. Pero esta vez tenía al otro lado de los lienzos del castillo a un hombre muy recto en cuanto a su honor.
Frente a este dilema, Guzmán el Bueno puso su honor por delante de la vida de su propio hijo y dice la leyenda que tomó su propia daga y lo lanzó desde la almena. Y les dijo a los asediadores que con esa daga mismo podían matar a su hijo, pero que él no cedía al chantaje y que no entregaba el castillo. Que prefería mantener la honra y perder a un hijo, que tener un hijo vivo y no tener honra.
La daga de Guzmán el Bueno
Cuando vean una estatua o un cuadro de Guzmán el Bueno, fíjense en la daga de la mano, ahí está contenida esta historia.
No se sabe con certeza cómo llegó el hijo de Guzmán el Bueno a manos de sus asesinos, pero incluso parece posible que fuera su propio padre el que lo pusiera en manos de Juan de Castilla, antes de estar enfrentados, como es lógico. Y que lo hiciera para que este llevara a su hijo a Portugal para que fuera educado. Aunque, como digo, esta es la parte menos clara de los hechos históricos.
Pero sí son hechos probados que aquel pobre muchacho fue asesinado.
La amenaza fue cumplida, como decíamos, y el hijo de Guzmán el Bueno fue asesinado, y lo más triste es que perdió la vida para nada. Era la segunda quincena de agosto de 1294 y poco después llegó la ayuda para Tarifa desde el mar. Una flota castellano-aragonesa, junto con tropas terrestres, rompió el asedio y todo acabó.
Sin duda la defensa que Guzmán el Bueno hizo de Tarifa está un poco adornada por la leyenda y la propaganda, pero los hechos existieron y las labores del leonés en tierras andaluzas fueron muy destacables.
Por esta historia la estatua de Guzmán el Bueno en su ciudad natal, León, está arrojando una daga mientras mira desolado en dirección contraria. Al igual que la que hay en Tarifa, donde está también con la daga en la mano.
La daga maldita con la que mataron a su hijo.
Manuel Jesús Prieto
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Bueno. ‘Guzmán’ sería un apellido hebreo, o de converso, ‘marrano’ como ellos prefieren que les llamen.
Podría venir de alemán ‘Guttmann’, o del nombre ‘Osmán’.
En Teba, Málaga, está el terruño del ‘Clan de los Guzmanes’, al que pertenecería ‘Guzmán el bueno’, y tambien Domingo de Guzmán, fundador de la orden de predicadores, que según comenta J Marchena en su resumen del ‘Directorium Inquisitorum’ de Nicolau Eimeric, se ponía contento al ver reventar albigenses en la hoguera. Ese fundador decía querer ser yunque, que es una actitud femenina. ‘Hay gente pa tó’, que dijo ‘El Gallo’.
Gaspar Guzmán y Pimentel, conde de Olivares, al que depusieron cuando se denunció que se hacía pagar con favores de mujeres los cargos y prebendas públicas que daba, también era de ese clan.
Hubo en Castilla-León un obispo Pimentel que mantenía abiertamente concubina y niños en el palacio episcopal. Por supuesto, el apelido es el mismo que el de un político conservador en la Andalucía de hoy.
‘Dios los cría y ellos se juntan’
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