Hacia la cascada de Arure, otro tesoro escondido de La Gomera
Escrito por
20.11.2020
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3min. de lectura
La isla de La Gomera bien podría llamarse la isla del senderismo por la cantidad de rutas que ofrece. Y no solo hablamos de la red natural que permite recorrer cada rincón de su increíble Parque Nacional de Garajonay, sino de las decenas de rutas que dibujan el resto de la geografía isleña. Una de ellas es la que permite llegar a la cascada de Arure. Un camino que parte del caserío de Guro, a cinco minutos en coche de valle Gran Rey y que, ascendiendo el barranco de Arure, permite llegar al espectacular espacio de este escondido salto de agua.
La senda es de lo más entretenida y, por momentos, parece un gimnasio al aire libre por la cantidad de obstáculos que hay que sortear. La mayor parte de ella transcurre a la vera del mismo cauce que recorre el barranco, y no son pocas las ocasiones en las que se necesita cruzar de un lado a otro ayudándose de cantos rodados o un puñado de juncos bien dispuestos. Se completa con facilidad -la ida en algo menos de una hora-, está muy bien señalizada y apenas tiene desnivel. Sólo es necesario pisar con precaución pues hay varios tramos resbaladizos y pedregosos.
La ruta, como comentamos, se inicia desde Guro. Un pequeño y coqueto caserío gomero en el que aún se respira esa atmósfera hippy que tan protagonista fue años atrás en esta parte de la isla. Un trozo de madera de color verde y una flecha amarilla pintada en una piedra indican al caminante el punto de partida.
Los primeros pasos transcurren a cielo abierto, por un sendero decorado por unas cuantas palmeras y alguna que otra chumbera. Y resguardado por las imponentes y desafiantes laderas verticales de piedra que visten el barranco.
Diez minutos son suficientes para cambiar de escenario y sumergirse al cobijo del barranco. Tras tomar la senda de la izquierda, en la única bifurcación que se presenta, el camino se vuelve húmedo y sombrío y pone a prueba la destreza del viajero en más de una ocasión. A la vez que regala hermosos rincones naturales a modo de preludio de lo que le espera al final del trayecto.
Hasta tres pequeños riachuelos presenta la caminata, cada uno de ellos más fotogénico que el anterior. Además, hay otras sorpresas para el senderista como una pequeña escalera junto a una cuerda para subir una pequeña roca y una improvisada silla fabricada con una pequeña tabla y un par de troncos por si se necesita tomar resuello.
Finalmente, tras casi una hora avanzando, se presenta en todo su esplendor la cascada de Arure. Un precioso salto de agua cayendo en picado montaña abajo en un espacio aún más bello, pues está resguardado en una especie de cueva cuyas paredes parecen estar formadas por gotas de agua gigantes que han quedado petrificadas antes de tocar el suelo.
El lugar es fascinante, uno de esos sitios que se queda para siempre en la memoria.
Este, al igual que la montaña Cepo, es otro más de los tesoros que esconde La Gomera y que solo muestra a aquellos pies que la recorren con calma y con el tiempo suficiente para recrearse en los detalles.
Elísabet García
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