[Humor] Evita el phubbing en plena naturaleza con un buen exorcismo

Escrito por

10.02.2014

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4min. de lectura

¿Qué es el phubbing? El phubbing es la acción de «ignorar por culpa del móvil». Todos lo habremos vivido: Paco, te estoy hablando, deja el móvil un ratito. ¿Hola? No soltamos los teléfonos ni aunque un caballo nos hable mientras cruza volando delante de nuestras narices. Más que un adelanto, muchos consideran el móvil un atraso emocional. Somos incapaces de vivir las experiencias auténticamente a cambio de poder registrarlas y compartirlas.

«Un 67% de los jóvenes reconoce haber hecho phubbing con sus teléfonos en asuntos importantes, e incluso un 13% afirma que lo hace siempre», asegura un estudio. Diríamos que están poseídos. Hay quien habla de desintoxicación digital (digital detox), un kit kat, un respiro de tanto aparato, en la naturaleza. Pero aún así, se puede persistir en casos graves de posesión. Es momento de llamar al exorcista que llevas dentro en tu escapada: salva a tu pareja del phubbing descarado con un buen exorcismo.

Ignorar a alguien es una historia vieja, pero el phubbing es un historia vieja con un vestido moderno. Al menos, sin los smartphone alguien hacía el esfuerzo para que no se detectase su aislamiento. Ahora, te lo dicen a la cara: «no te estoy escuchando y probablemente no voy a escucharte en las próximas 20 horas. Tengo un montón de likes en Facebook que gestionar».

Móvil
Fuente: LordFerguson

6 pasos para exorcizar al phubber

1. Lleva al poseído a la naturaleza

. El ambiente es principal: la naturaleza es un lugar sagrado en el que todo lo bueno es posible. Que sí, que sí. Lleva al poseído a una casa rural aislada y no tomes en consideración que se pase el camino consultando el tiempo, el facebook o los chistes más absurdos de internet. Forma parte del plan. El aislamiento, además, te garantiza no llamar la atención cuando el demonio salga de la mente de la víctima. Puede haber gritos.

2. Habla con cautela, fija la atención en los gestos. Estás en un ambiente idílico, digno de la mejor escena del bucolismo romántico. Es momento de empezar a hablar con frases cortas, pequeñas oraciones populares. «Mira qué paisaje», dile. Si la víctima se ríe o dice tonterías mientras atiende el móvil, tipo «jeje, ya, ni siquiera hay toboganes», ignóralo. Quizás consiga decirlo en latín gracias a una aplicación de éxito. Estamos reconociendo el grado de posesión.

3. Llama su atención como sea. Es lo que la oratoria clásica ha llamado captatio benevolentia. Captar la atención del público es el primer paso para ser escuchado. Queremos, para que se cure, que pierda los papeles y vea su comportamiento desde fuera, la lección final de Hermano Mayor, por lo que tienes que abrir una grieta entre su mundo virtual y el que compartís en realidad. Enciende la chimenea en invierno o chapotea en la piscina en verano. Hazle ver lo que se está perdiendo. Intenta, con cuidado, quitarle el móvil con dientes de ajo en los bolsillos. Grita: «¡cuidado, una serpiente!» Haz lo que sea necesario. Probablemente no podrá gestionar las ganas de pasarlo bien con su adicción. Circuiteará. 3, 2, 1… El conflicto estallará en frases como: «¡espera un momento, hombre!».

4. Sermonea sobre la luz y sobre la oscuridad. Nada más terrible que un sermón. Que si en Facebook pierdes el tiempo y que si la chimenea es el mejor lugar para intimar. Que si ese chiste absurdo cabe en cualquier momento pero este que vivís es irrepetible. Que si el agua está inmejorable, qué bendición. La adicción se muestra en este punto con toda su agresividad. Es el punto delicado, el de las convulsiones. Adivina el nombre de quien lo posee y exhórtalo a salir de ese teléfono. «Sal de su buzón de entrada, sal de su whatsapp!», di. «Esa taza de café que has colgado NO NOS IMPORTA», incluso.

5. Abrázale. Cuando el dedo índice de la víctima se dirija, entre convulsiones, al botón de «apagar», el exorcismo estará surtiendo efecto. Finalmente, cuando apague el aparato, dale un abrazo y preséntale el paisaje y la casa rural como si la viese por primera vez. Recuérdale por qué habéis ido allí y lo agradable que está el agua de la piscina o el calorcito de una buena hoguera. «¿La has encendido tú?», podría decir. Dile que sí, con calma, en lugar de contestarle que has prendido la chimenea delante de él.

6. Consolida los resultados. Parece banal, pero es un eje de la filosofía oriental: hazle consciente de los pequeños placeres, las pequeñas cosas. Como los grandes viajes, todo empieza con un pequeño paso. Dile que respire: «Qué aire más puro», y que descubra que respirar es una delicia. Propón que se ría, cuenta una historia frente al fuego, haced una excursioncita. Son actividades incompatibles con mirar la pantalla de un aparato. Ojo: puede que no recuerde nada anterior al exorcismo 🙂

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Comentarios

  1. Casaruraltesorilo 12 de febrero de 2014 a las 11:31 - Responder

    Es un artículo buenísimo con clave de humor, pues es la pura realidad.
    El otro día me llamó mi hija con sus amigas (de 18 a 19 años) para que la socorriera pues había tenido un problema con el coche, así que fuí y resulta que el coche lo había metido en una acequia con lo que había que sacarlo, pues en vez de ayudarme todas riendo con el móvil gravando y mandando el evento por sus redes sociales, ¡¡hasta el punto que llega la dependencia, peligra su vida y no se dan ni cuenta¡¡ sintiéndome totalmente ignorado así que casi las dejo allí de noche y no se dan ni cuenta jejeje

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