Puede parecer mentira, pero a menos de dos horas del centro de la ciudad de Madrid, existe un pueblo que apenas ha cambiado en los siglos que lleva en pie. Mientras que en la capital de la comunidad las obras son constantes y el humo de los coches impregna el aire, en La Hiruela las casas continúan siendo de piedra, adobe y madera de roble.
Este último material proviene del entorno natural en el que se encuentra, la Sierra del Rincón, un lugar tan especial que en el año 2005 pasó a formar parte de red mundial de Reservas de la Biosfera reconocida a nivel internacional en el Programa sobre el Hombre y la Biosfera de la UNESCO.
Con toda esta información es fácil intuir que una escapada para limpiar los pulmones, practicar el senderismo y maravillarse con el paisaje merece (mucho) la pena. No se sabe con exactitud cuándo se creó el pueblo, aunque es posible que sucediese entre los siglos XII y XIII.
Según se explica en la página web oficial del municipio, desde 1490 la localidad gozó de autonomía ya que las comunicaciones con otros núcleos de población eran complicadas y “tuvo fuero de Villazgo, adquiriendo derecho a rollo o picota, y obteniendo su cañada rango de Real”, lo que manifestaba la importancia de su actividad ganadera. Durante los siglos XVI y XVII conservó “su derecho sobre pastos, aguas, carbón, caza y pesca”, aseguran desde el ayuntamiento.
Como ha ocurrido en muchos pueblos, la población ha disminuido notablemente a lo largo de los años. Si bien La Hiruela no tuvo nunca un número exagerado de vecinos –220 en 1751– el censo en 2022 era de 75 personas según datos del Instituto Nacional de Estadística.
Una característica llamativa de su situación es que el boom inmobiliario no ha invadido su entorno y no se ha disparado la construcción de casas con el objetivo de ser segundas residencias o fenómenos similares que hubiesen podido alterar la idiosincrasia del lugar.
Qué ver en La Hiruela
En La Hiruela hay más puntos de interés de lo que quizá se piense de entrada debido al pequeño tamaño de su superficie. Pero ya de por sí la fantástica conservación de sus casas hace que la visita sea agradable y quienes quieran hacerse una idea más concreta de cómo era la vida en el pueblo en tiempos pasados tienen la oportunidad de hacerlo en su Museo Etnográfico. Este se cobija en el antiguo frontón cubierto de la localidad y acoge más de 100 piezas entre útiles de la vida cotidiana, aperos de labranza o vestuario. Asimismo, la exposición permanente también recrea el interior de una casa tradicional con fotografías antiguas y otros detalles.
El pueblo vivió durante muchos años del carbón vegetal de roble. Pero a partir de la mitad del siglo pasado se comenzaron a utilizar otros combustibles por lo que la producción fue mermando hasta que muchos de los vecinos de la localidad tuvieron que mudarse a la capital para buscar trabajo. En 2006, comenzó el proyecto de construcción de una carbonera, que llevaron a cabo antiguos mineros, para recuperar esa parte de la identidad de La Hiruela. Ahora es uno de los rincones de obligada visita.
Otro de los métodos de subsistencia de los vecinos en la antigüedad –no se conoce la fecha de inicio, aunque podría remontarse a dos siglos atrás– era la producción de miel. Esta actividad se llevaba a cabo en un terreno que compartían cinco familias y que se conoce como ‘Prado Viejo’. Desde la carretera N-137 se pueden ver los cientos de colmenas construidas en troncos de árbol huecos, que reciben el nombre popular de ‘corchos’. Los visitantes pueden pasear entre ellos como si se tratase de un pequeño pueblo ya que está ordenadas por hileras que forman trasuntos de calles.
Asimismo, a orillas del río Jarama que alimenta la vegetación del lugar, se puede ver el Molino Harinero cuyo origen se estima sobre la segunda mitad del siglo XVIII. Hasta finales del siglo XIX fue propiedad de la comunidad hasta que lo compró un vecino de Torrelaguna y a partir de ahí fue cambiando de dueños hasta que lo adquirieron 65 vecinos del pueblo, es decir, casi todos sus habitantes. El molino se utilizó hasta 1975 pero en 2001 se restauró: se volvió a reconstruir la parte del edificio que se había derrumbado y se recuperaron las muelas. Actualmente está en perfecto estado.
Qué caminar
La ubicación de La Hiruela convierte al pueblo en el punto de partida de varias sendas que realizar a pie. Las hay de varios niveles de dificultad y longitud, por lo que es fácil encontrar una que se adapte a las posibilidades de cada uno.
La ruta de Las Eras y Pila de Riego tiene una dificultad media-baja y una longitud de 2,87 kilómetros. Su recorrido es circular y se completa en hora y media aproximadamente. En esta senda se pueden conocer los caminos a través de los que se transportaba el cereal y también observar la flora autóctona. Un momento muy recomendable para emprenderla es el atardecer.
La conocida como ‘De molino a molino’ parte del pueblo, pasa por encima del río Jarama a través de un puente de madera y conduce a las ruinas del Molino de Juan Bravo, situadas en un gran prado. Siguiendo el camino se llega al Molino Harinero y un poco más allá al colmenar mencionado anteriormente. Tiene una duración de dos horas, un recorrido de 4,5 kilómetros y su nivel de dificultad es medio.
‘Los oficios de la vida’ es el nombre de otra de las sendas recomendadas. Se trata de un recorrido circular de 2,5 kilómetros en total que se completa en una hora y media aproximadamente. Su grado de dificultad es bajo y también permite ver el Molino Harinero, el colmenar y la carbonera.
Por otro lado la senda de ‘la Fuente Lugar’ es muy fácil de completar –se recorre en apenas 30 minutos– y es perfecta para conocer los árboles de la zona como avellanos, abedules y cerezos hasta llegar a la fuente donde aún se pueden ver los lavaderos donde las mujeres acudían a limpiar la ropa aunque ahora ya están en desuso. Naturaleza y tradición, un combo ideal.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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