¿Hay una pirámide en Cañete (Cuenca)?
Escrito por
11.11.2023
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6min. de lectura
El año 2015 corrió la noticia como la pólvora: ¡hay una pirámide en Cañete! De repente, todo el mundo ponía en el mapa un pequeño pueblo de 800 habitantes de la Serranía de Cuenca por un sorprendente hallazgo arqueológico en el yacimiento del cerro El Cabezuelo. Lo anunció un aficionado que había estado escarbando en la zona, Manuel Abril, y pronto atrajo a las cámaras de varios medios de comunicación.
¿Qué hay de cierto? ¿Realmente hay una pirámide en Cañete? Manuel Abril es un cañetero aficionado a la arqueología, la historia y la geología que trabajó en la oficina de turismo del pueblo hasta que cerró en 2011. Impulsado por su pasión, ni corto ni perezoso se arrimó al yacimiento del cerro El Cabezuelo, a menos de 3 kilómetros del municipio, y se puso a excavar por su cuenta. Halló una moneda de la época íbera, una lasca de sílex, un trozo de sigillata romana (cerámica) y la parte de un abalorio.
No satisfecho con este tesoro, Abril se fijó en la parte superior de la colina y se puso igualmente a excavar. Encontró tres escalones con forma de terrazas que él cree que forman parte de la cúspide de una pirámide. Y es que el yacimiento está en mitad del valle, por lo que considera que la elevación no es natural, sino que sería artificial. A raíz de su hallazgo, declaró a los medios de comunicación que calculaba que la construcción tendría “unos 20 escalones”.
Todavía se atrevió a aventurar el porqué de la supuesta pirámide: según su teoría, se habría erigido para que tuviera la función de reloj solar en la Prehistoria, ya que la puesta del sol de los días de los equinoccios de primavera y otoño coinciden con la pirámide.
La excavación amateur de Abril suscitó la crítica e indignación de los arqueólogos profesionales y de los técnicos, ya que denuncian que las actuaciones de un aficionado pueden dañar los vestigios existentes. Lógicamente, el extrabajador de la oficina de turismo local no tenía ningún tipo de licencia ni permiso de la administración competente, que en este caso es la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
De hecho, el yacimiento está registrado como protegido desde el año 2004 en el Inventario de Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha y en el Plan de Delimitación del Suelo Urbano de Cañete, además de estar recogido en la Carta Arqueológica Patrimonial del pueblo. Así que, por mucho que le motivara la buena fe -ya que entregó el material encontrado al Ayuntamiento de Cañete-, el daño ocasionado puede ser irreversible y está considerado expolio (algo que está tipificado como delito en el Código Penal).
Oficialmente, lo que se sabe es que los restos del cerro El Cabezuelo responden a una fortificación que se habría utilizado en diferentes periodos históricos, desde la época prerromana hasta la Edad Media. Según las conclusiones de un informe arqueológico que nos ha facilitado el Ayuntamiento de Cañete y que está basado en una intervención sobre el terreno entre el 19 de septiembre y el 10 de octubre de 2022, el yacimiento sería “un asentamiento donde se realizó una edificación de grandes dimensiones que alteró y modificó, principalmente, la mitad superior de éste mediante la construcción de varias terrazas, con muros de contención realizados en ocasiones con piedras ciclópeas […] Estas terrazas, junto a la altura de la elevación, crearon un edificio de difícil acceso y fácil defensa que permitiría el control de este paso natural”, añade el documento.
Así, se han documentado cuatro plataformas de planta rectangular delimitadas por muros de contención en obra de mampostería de piedra caliza y rodeno, ocupando una superficie de unos 2.400 metros cuadrados. Se cree que servía de “pequeño hábitat de población dedicada a la explotación económica del territorio inmediato y el control visual de la vía de comunicación romana que pasaba a sus pies”.
De manera que, aunque suene muy llamativo y sensacionalista decir que hay una pirámide en Cuenca o en Cañete, los arqueólogos profesionales lo descartan. No obstante, sí matizan que las pocas intervenciones que se han hecho en el emplazamiento permite concluir que está “en un buen estado de conservación” y que tiene “estructuras de carácter monumental muy atractivas visualmente”, por lo que invitan a las administraciones competentes a convertirlo en un elemento de difusión del patrimonio cultural y de dinamización económica local como recurso turístico cultural.
¿Qué hacer en Cañete?
Hoy por hoy, el cerro El Cabezuelo apenas merece una mirada desde el coche. Pero el pueblo de Cañete y sus alrededores bien merecen una visita. La villa conserva restos de la defensa árabe, con las ruinas de un castillo que se aprecia en lo alto de la montaña y con una muralla que abraza parte de la población y que da nombre, incluso, a su hotel-restaurante más famoso, conocido por su cocina tradicional: La Muralla. También vale la pena perderse por sus callejones, adornados con esculturas de chapa cortada que nos recuerdan oficios y costumbres.
Cañete conserva las puertas de San Bartolomé y las Eras, la iglesia de Santiago, la iglesia de San Julián y la ermita de la Virgen de la Zarza. Tiene una típica Plaza Mayor, muy distinguida y antigua, y cuenta con atractivos naturales como el Postigo, un auténtico símbolo del pueblo y que se extiende bajo la muralla. También vale la pena subir a La Torreta, una subida algo empinada pero breve, desde donde se tiene una bonita panorámica del entorno.
Los amantes del senderismo están en Cañete en plena Serranía de Cuenca: rodeados de montañas y profundos barrancos surcados por el río Cabriel y sus afluentes. Un monte que en primavera y otoño es, también, destino habitual entre los aficionados a buscar setas. Además, es interesante la ruta “Fuente Los Baños y Las Trincheras”, un recorrido de unos 9 kilómetros que parte de la plaza Mayor y que nos acerca a una zona defensiva que se empleó en la Guerra Civil.
No podemos dejar Cañete sin probar algunos de sus platos más típicos. Aquí destacan las carnes de caza; el popular morteruelo, un guiso elaborado con hígado, lomo de cerdo, pan rallado y especias; o los zarajos, hechos con los intestinos del cordero. También son tradicionales los potajes, las migas manchegas, el “atascaburras” o el gazpacho.
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Colaboradora en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. En mi mochila nunca falta saco ni esterilla. Ah, también soy un intento de baserritarra.
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Se habla de conductas tipificadas como delito de expolio en las leyes de patrimonio de Castilla La Mancha y la ley estatal que da un poco de repelús. Realizar excavaciones arqueológicas sin autorización de la comunidad autónoma o del estado según corresponda es un delito de expolio y todos los bienes susceptibles de ser estudiados por métodos arqueológicos, ya estén en la superficie, el subsuelo, las aguas territoriales o la plataforma continental son de dominio público y de propiedad del estado o de la comunidad autónoma, según sea la competencia, independientemente de que los terrenos tengan un dueño particular.
Así que menos loas y más denuncias al sujeto ese que se va al monte a cavar por su cuenta.