La repoblación de los pueblos en España, una realidad incipiente
Escrito por
09.02.2021
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8min. de lectura
El artista asturiano Rodrigo Cuevas opina que el sitio de los jóvenes es el pueblo, un sitio en el que tengan la libertad de llevar a cabo sus proyectos sin tener que pagar precios desorbitados por una vivienda. Son los mayores, en todo caso, los que tendrían que disfrutar de las ventajas que ofrecen las ciudades como el tener un centro de salud en condiciones al que acudir en caso de problemas. Y lo dice con conocimiento de causa: vive en Vegarrionda, una aldea de 15 vecinos ubicada en el municipio de Piloña (Asturias).
Cuevas lo dijo en enero del año pasado, apenas una semana antes de que el coronavirus dinamitase la realidad tal y como se la conocía hasta el momento. La pandemia es una desgracia evidente y sería peligroso (además de engañoso) pensar que era necesario que ocurriese algo así para que algunas cosas mejoraran.
Pero tampoco se pueden obviar los cambios que se están produciendo como consecuencia de la crisis ni dejar de buscar el lado positivo de las cosas, por nimio que sea. Y la esperanza de repoblación de algunos pueblos es una de esas consecuencias que inclinan un poco la balanza hacia lo bueno. El éxodo hacia lo rural ya había comenzado de manera tímida hace unos años, motivado por la subida de los precios del alquiler en las ciudades y el ritmo de vida acelerado, pero la crisis sanitaria lo ha impulsado.
Ramón Pradera es el director de Vente a vivir a un pueblo, una plataforma online que sirve de intermediaria entre personas y Ayuntamientos para que los primeros encuentren un pueblo a su medida al que mudarse. Tuvo la idea durante el confinamiento y salió al mercado el pasado mes de septiembre con 22 pueblos en su base de datos. Cada mes incorporan diez nuevas localidades aproximadamente y su previsión es que para el verano de 2021 cada mes se apunten entre 80 y 100.
“Yo soy periodista y llevo los últimos seis años viajando por España con un programa de viajes en moto. Este trabajo me permitió conocer el potencial de los pueblos del país pero también me ilustró una realidad que era muy preocupante, ya que pasé por pueblos maravillosos donde el más joven tiene 75 años. Si no se hace algo pronto, en cuanto esas personas se vayan esos pueblos están muertos. Yo no hablo de la España vaciada, hablo de la España en coma”, comenta por teléfono a Escapada Rural.
Y de pronto, llega la pandemia y la mirada de los urbanitas se dirige hacia el campo. No es fácil confinarse en un apartamento de 30 metros cuadrados en donde el sol no entra por las ventanas, ni pagar una renta mensual elevada estando en un ERTE o que los niños puedan jugar al aire libre con un poco de tranquilidad. La ciudad ha mostrado su cara más fea durante el último año y muchos han pensado en hacer el petate y decirle adiós.
¿Se trata de un boom pasajero? Pradera opina que no. “La gente ya ha empezado a descubrir lo bien que se vive en un pueblo y una vez que lo prueban no lo quieren dejar. Cuando se producen las migraciones de los pueblos a las ciudades a mediados del siglo XX, es porque en los pueblos no había nada y las ciudades eran el paraíso donde tenías un futuro laboral y donde podías desarrollar tu proyecto de vida. Durante todos estos años, los pueblos se han ido dotando de todo tipo de servicios. Y ahora es su momento para levantar la mano porque no se ha vivido un momento como este en la vida para poder repoblar”, afirma.
Los usuarios de su plataforma tienen perfiles muy definidos. Los primeros han sido los teletrabajadores que pueden escoger con relativa libertad desde donde desarrollar sus labores. El segundo grupo –y el que más se prevé que crezca- es el derivado por la crisis económica provocada por la pandemia. Según Pradera: “Con 800 euros en Madrid no sobrevives o lo haces mal. Pero con esa cantidad, teniendo en cuenta que el alquiler medio en los pueblos es de 250 o 300 euros al mes, te da para poder pagar el alquiler, el traspaso de un negocio, para poder teletrabajar y desarrollar un proyecto vital”.
También hay personas que se quieren trasladar a lo rural por un tema de salud, ciudadanos europeos en busca de segunda residencia y jóvenes que quieren independizarse de sus familias pero no pueden hacerlo en la ciudad por motivos económicos.
Pradera comenta que no tienen números exactos de cuántas personas se han instalado en el mundo rural a través de su plataforma, porque esos datos corresponden a los ayuntamientos pero sí que sabe que no han sido ni una ni dos. “Sabemos que hay un pueblo que hemos conseguido repoblar entero: Salmeroncillos (Cuenca), que al mes y pico de aparecer en la plataforma, el alcalde nos llamó y nos dijo que las siete casas que tenía disponibles se habían vendido ya. A Covarrubias (Burgos) también se ha ido a vivir gente y Cortes de la Frontera y Gaucín (Málaga) han tenido una demanda espectacular”.
En sus viajes también se ha ido encontrando a gente que tomó la decisión de abandonar la ciudad y que ha compartido su experiencia con él. “En Alpandeire, un pueblo muy pequeño de la Serranía de Ronda (Málaga), me encontré a una persona de Barcelona, que antes vivía en el centro de la ciudad. Trabaja para un banco muy importante y se ha ido a teletrabajar allí, a un pueblecito de 150 habitantes. Dice que para socializar, porque en Barcelona vivía en un edificio céntrico con cien vecinos a los que no conocía, se cruzaba con ellos en el ascensor y no intercambiaban palabra. Ahora vive en una casa, saluda a todo el mundo, se va a dar el paseo con doña Julia, Manolo y Francisco, trabaja a su ritmo… es volver a recuperar la humanidad de las personas y el tiempo para uno mismo”.
Otros intentos (y éxitos)
En 1986, nació la asociación Artiborain. Su objetivo era dar vida de nuevo a tres pueblos por entonces considerados muertos: Artosilla, Ibort y Aineto, situados en Huesca, en concreto en el de municipio de Sabiñánigo. Años más tarde, en 2005, se les unió Solanilla, otra aldea recuperada.
Los encargados de resucitar dichas localidades fueron unos jóvenes que se plantaron en un territorio al que era difícil acceder y que carecía de cualquier servicio básico como luz, agua corriente, teléfono o escuela. Ni un anacoreta habría encontrado allí la comodidad. Pero las ganas fueron más fuertes que las adversidades y poco a poco aquel grupo fue asentando su vida allí, reconstruyendo las casas y encontrando formas de ganarse el sustento.
La propiedad de las tierras y de las casas sigue siendo de la Diputación General de Aragón, que pasaron a ser explotadas por Artiborain en el marco del proyecto de cesión de pueblos deshabitados (en la actualidad se encuentran en proceso de renovación de dicha cesión). Gracias al esfuerzo de esos repobladores y repobladoras se ha reactivado la actividad en la zona, se ha fomentado el comercio local y se ha puesto en marcha el relevo generacional.
El nombre de Tabanera de Cerrato, en Palencia, apareció en los titulares de las noticias hace una semanas gracias a su oferta de casa y empleo para una familia con hijos. Los elegidos (y hay una lista de espera considerable) se harán cargo de una tienda de alimentación que se está habilitando en la planta baja de la vivienda, de 85 metros cuadrados.
El Ayuntamiento busca así reactivar la vida de una localidad habitada por 142 habitantes. Pero en el pueblo también hay una comunidad viva organizada en torno a la Universidad Rural del Cerrato, que forma parte de la red de Universidades Rurales Paulo Freire. Según su propia web, hasta ahora: “ha sido un espacio donde charlar, crecer, desarrollar diversos cursos o talleres, promover encuentros entre distintos mundos, acercar la ciudad al campo, cantar y bailar”. Desde su apertura se han instalado allí una decena de personas, todas menores de 50 años y hasta tienen su propia emisora de radio K’Jabalí (un nombre sospechosamente parecido al de la ficticia K’Oso de Cicely, el pueblo de Doctor en Alaska).
Por su parte, Coceder (Confederación de centros de desarrollo rural) también tiene en funcionamiento una plataforma de ayuda a la repoblación de los pueblos con urbanitas que quieren huir del asfalto. En su web Volver al pueblo hay un banco de casas, tierras, negocios y ofertas de empleo (incluida oferta pública) al que los interesados o interesadas pueden acudir para informarse de las posibilidades que ofrece el ámbito del campo.
Hasta hace poco parecía muy difícil volver a dar vida a los pueblos de esa España que ha ido apagándose poco a poco. Pero la realidad es ahora más cambiante que nunca y no sería tan extraño que el proceso de migración campo-ciudad se diese a la inversa casi un siglo después. La historia se repite aunque sea con cambios de guion.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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A mi me gustaría que se repoblara (Carazo – Burgos) por que apenas tiene 20 habitantes en invierno y necesitamos mas gente. Por que ademas esta cerca de Contreras que es donde se rodo la película de (El bueno, el feo y el malo).