Las aventuras de los los caballeros Templarios y sus secretos han inspirado una gran cantidad de películas y novelas. Y, por qué no, también muchos viajes. Como éste, que les sigue las huellas por Portugal. Castillos, fortalezas, tesoros y símbolos templarios se esparcen a lo largo del territorio. ¿Nos dejamos guiar por ellos tras un imaginario Santo Grial?
Ruta por Portugal tras los templarios
Con la extinción de la Orden del Temple en el año 1312 causada por la bula del Papa Clemente V, algunos de los templarios perseguidos encontraron refugio en Portugal bajo el nombre de la Orden de los Caballeros de Cristo.
Una vez bajo la protección del rey luso Don Dinis, ayudaron en la Reconquista. A cambio recibieron posesiones que les permitieron asentarse. Así fue cómo dejaron una buena muestra de sus conocimientos en la construcción de castillos y fortalezas.
Las construcciones y la organización del grupo en Portugal estuvo a cargo del maestre del temple Gualdim Pais. Con él nos vamos a encontrar a lo largo de un camino que nos lleva primero a Monsanto, junto a la frontera con España.
Monsanto es uno de los pueblos más representativos de Portugal. Se trata de una aldea muy singular construida en lo alto de un promontorio granítico y con vistas sobre la dehesa que se extiende a su alrededor.
Lo más curioso del lugar es que está salpicado de pesados domos de granitos a los que el pueblo se ha ido adaptando con imaginación. La milenaria población, considerada “la más portuguesa de todas las aldeas”, fue testigo del paso de los templarios, y antes, de los romanos, que la llamaron Egitania.
Ahí arriba, a una media hora caminando por un sendero arbolado, está el castillo de Monsanto para señalarnos la presencia de los caballeros del Temple. Sus gruesas paredes apenas se distinguen del granito natural del monte.
Dice la leyenda que quien conquiste Monsanto conquistará el mundo. Pues bien, su fortaleza fue inexpugnable. Fuera de la muralla, se encuentra la capilla templaria de San Pedro de Vira-Corça, la segunda más antigua de Portugal, rodeada de misteriosas tumbas ganadas al granito.
Sin embargo, la ciudad donde más destaca la presencia de los templarios es Tomar, cuyo fundador fue, sí, Gualdim Pais, a la postre, señor de la zona de Monsanto.
Pero antes, de camino, hay que hacer parada en el Castillo de Almourol, en la población de Vila Nova da Barquinha. Este castillo, situado en un islote del río Tajo, fue construido en 1171, cómo no, por el Gran Maestre del Temple, en el mismo lugar en el que antes ya hubo una fortaleza romana.
El Castillo de Almourol lleva siglos reflejándose en el río, viendo pasar la historia. Por su enclave, tuvo una importancia estratégica en el control del comercio de trigo y aceite de la región. Declarado Monumento Nacional, su estructura es claramente templaria y destaca la torre del homenaje y sus murallas, desde las que se podía mantener una perfecta vigilancia de cualquier tipo de movimiento sobre el río.
Como escudero y amigo personal del rey portugués, Gualdim Pais recibió una importante misión: levantar un cinturón defensivo en la rivera del Tajo que frenase los ataques castellano-leoneses y las invasiones moriscas. En esa defensa jugó un papel destacado el castillo de Tomar.
El castillo de Tomar se presenta majestuoso al llegar. No en vano está declaro Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, junto al Convento de Cristo. Su construcción, tal como data en una singular inscripción, es de 1160. Como hiciera con el castillo de Almourol, Gualdim Pais también se decidió por este enclave para levantar la fortaleza porque antes, según algunos vestigios, ya hubo en el lugar otra romana.
Entrando por la Porta de Santiago, si continuamos hacia la Porta do Sol, a la derecha la Alcazaba y la Torre del homenaje, damos con una explanada en la que destaca la forma de la Charola, elemento arquitectónico singular.
Los templarios construyeron la Charola hacia 1250 al modo de una iglesia dentro de otra. Su interior bellamente decorado es asombroso. Tal vez al viajero le recuerde a algo, y no va mal encaminado, pues esta construcción se basa en la Rotunda do Santo Sepulcro (la Iglesia del Santo Sepulcro) de Jerusalén.
Ocho arcos en circunferencia, estrechos, pero tan altos como para que se pudieran pasar sin que los templarios tuvieran que desmontar de los caballos. El espacio nos transporta a un mundo misterioso que bien podría ser el del Nombre de la rosa de Umberto Eco. El resto del convento es una maravilla arquitectónica, un bello ejemplo de las cuotas artísticas que alcanza el estilo manuelino.
Al salir, en el centro de la plaza principal de Tomar, hay una estatua en honor a Gualdim Pais. El viajero desearía que tomara vida, que bajara para que nos pudiera contar todos los secretos de aquello que hemos visto en nuestro viaje.
José Alejandro Adamuz