La Torre Eiffel del monte Gorbea

Mide algo más de 17 metros, pero unidos a la altitud del monte que corona esta estructura se alza a 1.499 metros. Aunque no tenga las proporciones de la Torre Eiffel de París tiene el aire de una construcción admirada miles de veces no por turistas al uso, sino por montañeros y senderistas que se acercan al corazón del Parque Natural del Gorbea (Gorbeia, en euskera), entre Álava y Vizcaya.

Esta torre Eiffel particular es en realidad una cruz, tan metálica como la francesa, que lleva desde 1901 clavada en el lugar más elevado de los montes vascos. Este fue uno de los cinco montes bocineros de Vizcaya: desde aquí se emitían señales sonoras y luminosas para convocar a todo el territorio las Juntas Generales del Señorío de Vizacaya. Una estrategia de ciencia ficción.

Una cruz por orden del Papa

El Papa León XIII recomendó levantar cruces en las cumbres más elevadas de la cristiandad para celebrar la entrada del siglo XX. Lo que hoy se admira en el Gorbea no es la primera, sino la tercera. La primera se clavó a la cumbre el 12 de noviembre de 1901 y medía 33 m, tantos como años vivió Cristo. A sus pies no se ve un puesto de venta de entradas, sino una mesa que en que se agrupan 106 montes con cruces.

En esta ocasión, el arquitecto también empieza por la «E»: Elorriotarra. Los pastores de la zona creyeron que la cruz no aguantaría, debido al temporal que suele azotar estas tierras y en aquellas alturas. A los 30 días se certificó su juicio: el 12 de diciembre de 1901 la primera cruz de Gorbea cayó. La Torre Eiffel de París llevaba ya 2 años apuntando al cielo.

La siguientes estructuras fueron menos ambiciosas en altura. La segunda cayó en 1906 y de la tercera, que se clavó con 17 metros en 1907 no se conocen ni inauguraciones ni bendiciones ni otras crónicas al uso de acontecimientos como este.

Hoy el Gorbea es un cercano y espléndido parque natural en el que conviven las tradiciones, la vida rural y el ecosistema en equilibrio.

La cruz es un símbolo de referencia de los montañeros vascos, más allá del simbolismo cristiano. Tanto, que es costumbre subir el último y el primer día de cada año y brindar con champán o sidra a los pies de la cruz. Desde entonces, existen un montón de réplicas en otras cumbres documentadas por el investigador Iñaki García Uribe.

Parece que todas las estructuras eiffeliana están llamadas a convertirse en símbolos del lugar. Por tener, tiene una copla, escrita por el ebanista y poeta Ruperto Urquijo Maruri, en 1915; hasta una marca de gaseosa y unos anuncios sin desperdicio: