En el apéndice de curiosidades de Puerto escondido María Oruña explica, adelantándose a la curiosidad de los lectores de su novela, que es una historia de ficción, pero que los lugares descritos son reales, “parques, pueblos, paisajes… incluso establecimientos y pequeños comercios, a los que he cambiado el nombre”.
La novela está llena de citas que abren los capítulos. Una de ellas es esta de Alexander Graham Bell: “De vez en cuando vale la pena salirse del camino, sumergirse en un bosque. Encontrarás cosas que nunca has visto”. Si seguimos su consejo, la obra de María Oruña se revela como una guía alternativa para conocer Santillana del Mar y alrededores como Suances, Hinojedo o Comillas.
Marina Oruña trabajó como abogada laboralista en Vigo, pero desde pequeña ha visitado con frecuencia Cantabria los veranos. Y allí decidió ambientar sus obras cuando dejó la abogacía por las letras. Tal vez por ello, sus descripciones son capaces de transportar al lector aunque no haya puesto un pie jamás en lugares como Santillana del Mar. Con Puerto escondido, mientras seguimos una investigación policial entre turistas, podremos recorrer algunos de los lugares claves de la villa y conocer sus secretos.
Turistas y un caso por resolver
Al comenzar la novela, el aparcamiento de la plaza del Rey –uno de los muchos que hay, porque la villa se conoce mejor a pie que motorizados– aparece lleno. La teniente Redondo, una de las protagonistas, piensa que “quizá el día nublado había animado a muchos bañistas al turismo cultural”, y acierta en su apreciación: al visitante no le faltará cultura entre las bellas calles del pueblo.
Ella misma cree que «Aquél era un lugar lleno de encanto, de esos en que las viejas piedras y las casas parecen guardar todavía secretos de siglos pasados, de la esencia de otras personas, de otra forma de vivir”. Y eso que ella llega para resolver un extraño caso y no como nosotros, para pasar unos días relajados de vacaciones.
De esta forma podremos emular los pasos que darán dos de los protagonistas de la obra, Oliver Gordon y la teniente de la Guardia Civil, Valentina Redondo, en busca de las respuestas que les ayuden a resolver el misterio.
Dulces de clausura
Habrá que acercarse hasta el convento de las Clarisas, que es clave en Puerto escondido. Se encuentra ubicado casi al lado del Museo Diocesano Regina Coeli, a pocos minutos del centro histórico. Enclavado en pleno centro de esta villa medieval, fue fundado por los los Dominicos en el siglo XVI y durante la guerra civil fue usado como cárcel. Al llegar, un cartel anuncia “Repostería Hermanas Clarisas”, y se nos hará la boca agua sólo de leerlo.
Este es uno de los cuatro obradores en conventos de clausura que aún existen en Cantabria. La fina repostería artesana es el reclamo que atrae a centenares de familias a sus puertas. Lo anecdótico es que la compra se hace a través de la sala del torno, para así respetar el régimen contemplativo de la clausura de las hermanas. Muchos de los turistas que llegan a Santillana del Mar no se van sin su “tableta”, un bizcocho natural y esponjoso, confeccionado con huevos, harina, azúcar y mantequilla cuyo secreto está, no en la masa, sino en el horneado.
¿Qué hace un dios azteca aquí?
Los protagonistas de Puerto escondido transitan un paisaje real del que María Oruña sabe sacar su lado más misterioso. Como ocurre con la Casa de los Quevedo. Muchos turistas se acercan hasta este lugar atraídos por su fabuloso vaso de leche y su bizcocho, pero tal vez para la mayoría pase desapercibido un elemento muy singular de esta casona. No para los lectores de María Oruña: saben que en la Casa de los Quevedo en Santillana del Mar destaca en la fachada una máscara intrigante.
Esta casa del siglo XVII de sólida sillería de piedra perteneció a la familia de los Quevedo y de los Cossío. Parece ser que ambas familias se hicieron con un rico patrimonio allende los mares. Alguno de ellos, debió descubrir allí las representaciones divinas de los aztecas… Y esa imagen será clave en la resolución de los crímenes.
Según algunas teorías, se trata del dios azteca de la lluvia y las tempestades Tláloc, al que se le suele representar con grandes ojos y con dos serpientes saliendo de su boca. A pesar de su fiereza aparente, se trata de un dios benefactor que se cuida de traer el agua y con ella las ganancias; pero tiene doble vertiente, también es un dios furioso que envía tormentas y terremotos.
La colegiata un testigo mudo
“¿Cómo era posible que a nadie le pudiese pasar desapercibido un símbolo tan extraño allí, justo allí, a unos pocos metros de la colegiata románica de Santa Juliana, que era, junto con su claustro, una de las más famosas de Cantabria?”, se pregunta Valentina en la obra.
Precisamente, porque todas las miradas se van a esta joya del románico, Patrimonio de la Humanidad, que tal vez el dios Tláloc pasó desapercibido. De nuevo, en las páginas del libro aparece una detallada descripción de lo que veremos al llegar al epicentro turístico de Santillana del Mar: a la altura del abrevadero, la visión de la colegiata al fondo es de postal.
Conocer la historia de la colegiata de Santa Juliana nos permitirá poner en duda una de las tres famosas mentiras de Santillana del Mar. Resulta que sí es santa. Y es que la villa recibió el nombre de este monasterio levantado en el S. XII dedicado a las reliquias de la mártir Santa Juliana. No hay que perdérsela por dentro, en especial su claustro, que con sus 43 capiteles de detalles bellísimos, es un espacio de inspiración romántica.
Una plaza con mucha arquitectura
En Santillana del Mar hay mucho que ver además de la colegiata. La novela de María Oruña nos lleva por lugares que de otra forma pasarían desapercibidos para otros ojos menos entrenados. Por ejemplo, la plaza del mercado, “De superficie irregular” y con fantásticas mansiones señoriales; entre ellas, el Ayuntamiento, con “Sus soportales cuajados en arcos de medio punto y su largo balcón corrido repleto de flores”.
A la plaza de Ramón Pelayo, que fue originalmente la plaza del Mercado, se llega por la calle Juan Infante. Es un resumen de las maravillas arquitectónicas de la villa: la plaza está presidida por las torres del Merino y de Don Borja. Además, también están el palacio renacentista de Gil Blas, uno de los dos Paradores Nacionales de Santillana del Mar; la Casa Consistorial y el área de los conventos de Regina Coeli y de San Ildefonso.
Playa de Santa Justa: El origen de todo el misterio
María Oruña cuenta que la idea de la novela le surgió visitando la playa de Santa Justa. Porque sí, y esta es otra de las pretendidas tres ‘mentiras’, Santillana del Mar tiene mar. Aunque a unos 5 kilómetros, en Suances. Según algunas declaraciones, la escritora cuenta que durante la visita notó que algo importante había pasado allí. Al indagar le contaron el caso de un crimen famoso de otra época.
Así algunos de los pasajes de la novela suceden en este recóndito rincón rodeado de agrestes acantilados a un paso de Santillana. Ahí justo en la playa de Santa Justa, la autora sitúa en la ficción uno de los primeros hoteles rurales de la zona, la Casa Azul, propiedad de la familia Chacón: “Un pequeño hotel al lado de la playa de Santa Justa, en Ubiarco, porque el turismo y las bonanzas de los baños de mar llevan tiempo en alza…”.
El paraje lo describe como un acantilado vertical hecho “Como mediante un hachazo divino, para dar lugar a treinta metros de caída libre”, en el que se fusiona el verde de los prados, cuyo aroma se extiende alrededor. ¡Habrá que ir para ver el acierto de la descripción!
Y un extra: un escenario de crimen singular
Si Santillana del Mar es famosa internacionalmente no lo es sólo por la colegiata, también lo es por la cueva de Altamira, que se convierte en escenario en otra de las novelas de ambientación cántabra de María Oruña: o mejor, “La puñetera biblioteca del mismísimo Museo de Altamira”, como se refiere el personaje de Cardona en la novela Un lugar a dónde ir.
Altamira juega un papel importante en esta otra entrega. La biblioteca del museo, como se detalla en la novela, es de acceso restringido, pero los visitantes sí podrán conocer el museo y la réplica de la cueva. Incluso alguno –uno de los cinco ganadores del sorteo– podrá conocer la original, siguiendo un estricto protocolo que busca su protección.
Escapada Rural
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