Los extremófilos son seres vivos que prosperan en condiciones tan extremas que desafían muchas de las cosas que creemos saber sobre la biología y los ecosistemas. Incluso el propio Charles Darwin llegó a escribir lo impresionado que estaba de haber encontrado las primeras criaturas extremófilas en Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo, publicado en 1845:
«¡Cuán sorprendente es que haya animales capaces de vivir en la salmuera y que anden arrastrándose entre cristales de sulfato de sodio y cal! Y ¿qué es de estos gusanos cuando durante el largo verano se endurece la superficie convirtiéndose en una sólida capa de sal?(…)¡Bien podemos afirmar que todas las partes del mundo son habitables!»
En los siguientes enclaves, todos inhóspitos, pueden encontrarse estas criaturas que sobreviven a pesar de que cualquier otro ser vivo estaría condenado a morir en ellos. Son ambientes que resultan muy salados, o incluso tan calientes como las entrañas de los volcanes, o fríos como el hielo.
1. Chernóbil
Estudios del ecosistema tras el desastre nuclear de Chernóbil, en 1986, han revelado la supervivencia de muchas especies, como el gusano Anisakis simplex.
Esta criatura es la misma que podemos encontrar en algunos pescados crudos y que son perjudiciales para los seres humanos, pues el pescado que ha sido infectado por Anisakis puede producir una reacción anafiláctica. En 1995 se describió en España el primer caso de alergia grave a Anisakis.
Las fuentes de energía de otros extremófilos pueden ser diversas, e incluso temerarias, como el caso del hongo que se halló en el núcleo del reactor nuclear de Chernóbil que transformaba la radiación nuclear en energía utilizable, controlando los daños causados por la radiación manteniendo copias del mismo cromosoma en cada célula.
2. Río Tinto
Los organismos acidófilos que pueblan las aguas del río Tinto, en Huelva, son criaturas que pudieran vivir en planetas como Marte, habida cuenta de la estética de Planeta Rojo que aquí puede contemplarse.
Las bacterias Acidithiobacillus ferrooxidans y otras son las responsables de oxidar los yacimientos de minerales como la pirita y calcopirita, y también de otorgar un tono como de vino tinto o sangre al agua del río. Por eso, desde hace un par de décadas, científicos de la NASA vienen hasta aquí para tomar muestras de las aguas.
También se comen el azufre, transformándolo en ácido sulfúrico. Son aguas que no se pueden beber, no se puede regar con ellas. Son hostiles para la vida. Sin embargo, esos microorganismos parecen perfectamente adaptados a ellas. En las inmediaciones, además, se encuentra el mayor yacimiento de cobre del mundo.
3. Las Cruces
A 150 metros de profundidad de la mina de Las Cruces, en Sevilla, prosperan los seres vivos que más temperatura aguantan sin morir, hasta 113 grados. Se alimentan de restos de materia orgánica simple, como metano y otros hidrocarburos y, ante la ausencia de oxígeno atmosférico, respiran gracias al sulfato presente en su entorno
Gracias a su particular biología, estos organismos generaron millones de toneladas de roca y crearon un yacimiento único en el mundo. En suma, uno de los mejores y casi únicos ejemplos a escala mundial de cómo la vida modifica y modela una mineralización.
4. Mar Muerto
Algunos lugares salados también hospedan bacterias como la Chromohalobacter beijerinckii, hallado en el mar Muerto, situado entre las fronteras de Israel, Jordania y Palestina. Sus concentraciones elevadas de sal se creían incompatibles con la vida, hasta que se identificaron estas bacterias viviendo alegremente en ellas.
El mar Muerto, además, está situado aproximadamente a 430 metros bajo el nivel del mar, lo que le convierte en el lugar más profundo de la superficie continental de la Tierra.
5. Lago Mono
Dunaliella salina, por su soltura a la hora de vivir en elevadas concentraciones de sales, también reside en este lago californiano inhabitable. Esta alga verde puede sobrevivir en aguas incluso tres veces más saladas que el agua de mar.
6. La Antártida
El lyssianasid, una especie de camarón anfípodo, fue descubierto en el hielo antártico y a una profundidad de 183 metros, lo que le convierte en una criatura capaz de lidiar con el frío a niveles incomprensibles para los seres vivos normales.
Por su parte, Plancoccus halocryophilus, por no morirse de congelado en el permafrost, el suelo helado del ártico, puede desarrollarse y reproducirse a -15 ºC y permanece metabólicamente activa a -25 ºC. Su secreto reside en que posee una mayor proporción de ácidos grasos saturados en su membrana celular y una composición de aminoácidos que facilita la flexibilidad de las proteínas.
7. Volcanes
Si visitáis volcanes en Micronesia os podéis topar con lla talégala de las Marianas, un ave que coloca sus huevos en las cenizas calientes de los volcanes para incubarlos.
8. Desierto de Atacama
El lugar más árido que se conoce es el desierto de Atacama, en Chile: un año registró 0 litros por metro cuadrado. Si en el Sáhara solo llueve una media de 25, en Atacama solo llueve 0,1 milímetros de media: 250 veces menos que en el Sáhara.
Pero, incluso en lugares tan secos, hay criaturas como los tardígrados, que pueden sobrevivir sin agua durante una década.
9. Cueva de Kauai
En lugares como la cueva de Kauai, también hay canales horadados por la lava volcánica en los que viven ciempiés y arañas, como la araña lobo (Adelocosa anops).
10. Puerto Catalina
Geobacter metallireducens se alimenta de electricidad, como si fuera un electrodoméstico. A nivel microscópico, extienden una suerte de cables del cuerpo, que recuerdan a cables eléctricos, y que obran como los alambres de cobre cuando conducen electricidad.
Podemos encontrarlos, por ejemplo en Puerto Catalina, en la costa de California. Probablemente toma los electrones directamente del hierro y azufre del lecho marino de este lugar.
11. Mina de oro de Sudáfrica
Desulforudis audaxviator es una bacteria capaz de vivir en una mina de oro de Sudáfrica, a más de tres kilómetros bajo la superficie. Sin oxígeno, en total oscuridad, y a 60 ºC. Lo más meritorio es que obtiene alimento de un entorno totalmente muerto. Ni siquiera aquí llega la luz para que pueda realizar la fotosíntesis.
Toda su energía la obtiene de la desintegración radioactiva de uranio en las rocas que tiene cerca, de lo cual obtiene hidrógeno y sulfato. También puede construir sus propias moléculas orgánicas a partir del agua; así como carbón inorgánico y nitrógeno a partir del amoníaco de las rocas y líquidos que hay en derredor.
12. Espacio exterior
Por haber, incluso hay extremófilos capaces de vivir fuera de la Tierra. Es el caso de los microbios OU-20, que sobrevivieron 533 días en el exterior de la Estación Espacial Internacional, probando que, gracias a la fotosíntesis, las bacterias resisten en el espacio.
En septiembre de 2007 se lanzó la nave rusa FOTON-M3 de la ESA, y en ella también fueron colocados un grupo de tardígrados. Se comprobó que no sólo sobrevivieron a las condiciones del espacio exterior, sino que incluso mantuvieron su capacidad reproductiva. Además, pueden soportar 100 veces más radiación que los seres humanos y vivir hasta 120 años en un estado de hibernación sin agua, y reactivarse en cuanto se les suministre.
Así de ubicua y tenaz es la vida, al menos la que conocemos en la Tierra. No podemos aún ni imaginar todo lo que llegaremos a encontrar en otros planetas. De momento, continuemos explorando en nuestro mundo para hallar cosas tan raras como las que explico en el libro Eso no estaba en tu libro de historia natural:
«Incluso ya se han descubierto bacterias, que pertenecen a la familia Desulfobulbaceae, que excretan electrones, es decir, que ambas especies podrían formar equipo (tú comes lo que yo excreto) creando una especie de red eléctrica común. La primera bacteria en la cadena toma electrones del sulfuro y los pasa a la siguiente hasta que la última en la cadena pasa finalmente los electrones al oxígeno.»
Sergio Parra