La conquista de Marte, el planeta rojo, lleva en la mente de los terrícolas años y años. Cada vez parece más próxima la fecha en la que algún humano conseguirá poner un pie en su superficie, aunque cuando se menciona la posibilidad aún suena a novela de ciencia ficción. Los más ricos del momento proyectan su futuro fuera de la órbita terrestre y piensan en sus mansiones erigidas sobre un suelo colorado bajo el que se supone que habrá agua, pero no parece que la mudanza vaya a suceder mañana mismo.
Pero resulta que en España hay una parte que podría servir como ‘escenario piloto’ para esa (todavía) fantasía interplanetaria. En la zona baja de la sierra de Ayllón, en Segovia, existe un grupo de pueblos denominados como ‘rojos’ por el color de sus calles y sus casas. Al incursionar en ellos da la sensación de haberse colocado unas gafas de colores tintados o de vivir en un perpetuo atardecer sobre todo en uno de ellos: el pueblo rojo de Madriguera.
Esta pequeña localidad, situada a 16,5 kilómetros de Riaza, municipio al que pertenece desde 1979, tenía 20 habitantes censados en 2023 (según fuentes del INE) aunque su población aumenta notablemente los fines de semana. Su cercanía con Madrid y lo curioso de su arquitectura hace que atraiga a muchos visitantes que quieren comprobar de cerca cómo es pasear por un mundo encarnado. Una curiosidad: el reconocido actor Juan Echanove tiene o tenía una casa en el pueblo y un proyecto llamado La granja Rosendo junto a los dueños del restaurante La Pizarrera, que cerró sus puertas en 2023.
La razón por la que Madriguera tiene ese tono es porque la piedra con la que están construidas sus casas es ferruginosa (contiene hierro en su composición) y la tierra es arcillosa. Según turismo de Segovia, la mayoría de las viviendas tienen dos plantas y fueron construidas por los vecinos en el siglo XIX. Muchas incluyen trabajos de rejería elaborados por: “un reconocido herrero que vivió en el pueblo”. El agua ferruginosa fluye por sus alrededores, donde también hay restos de una mina de arcilla blanca llamada caolín y de pizarra y grafito.
Además de pasear por sus calles y admirar su arquitectura, en Madriguera también se puede visitar la iglesia de San Pedro Apóstol, cuya última reforma tuvo lugar entre los siglos XVIII y XIX. Uno de los datos más sorprendentes de este edificio sacro es que el suelo está configurado por tumbas, algo que era habitual antes de la popularización de los cementerios en el siglo XIX. Asimismo, tiene dos lápidas de 1517 y una pila bautismal que se mostró en la exposición de las Edades del Hombre en Segovia.
Otra de las visitas recomendadas en el pueblo es la del lavadero, que se recuperó de sus ruinas y ahora se muestra como ejemplo de la arquitectura de la zona. Tiene dos partes: una es el pilón donde bebían los animales que daba de beber a los pilones habilitados para lavar ropa que se encuentran en la parte baja con techo para resguardar a las mujeres que iban a hacer la colada.
En rojo, negro y amarillo
Madriguera no está solo en su características aunque sea el más representativo: hay una red de pueblos rojos en Segovia y también de pueblos negros. Si a los primeros es el hierro el que les da color, la responsable del tono de los segundos es la pizarra. En algunas ocasiones ambos materiales se juntan en una localidad dando lugar a una tonalidad mixta. Asimismo, también hay algunas otras pedanías en las que el predominante es el amarillo por la piedra utilizada para las construcciones, aunque también participen el rojo y el negro.
Haciendo compañía a Madriguera se encuentra Villacorta que, además de por su color, es interesante por su iglesia consagrada a Santa Catalina con su pórtico romano y su artesonado mudéjar. Allí también se pueden visitar dos palomares, un puente romano que pasa por encima del río Vadillo y un antiguo molino remodelado. La cercana ermita del Padre Eterno, consagrada en 1534, merece una visita sobre todo por la pradera en la que se asienta, que incluso tiene un riachuelo.
En el equipo de los pueblos negros destaca El Muyo, cuyas calles y casas están construidas con pizarra. Su aspecto es rústico, casi duro, y muy llamativo. Se hace el esfuerzo para que se mantenga bien conservado ya que atrae a muchos visitantes, que también pueden ver la cruz procesional gótica de plata en la iglesia de los Santos Mártires San Cornelio y San Cipriano. Sus brazos imitan a troncos de árbol, un estilo que se llama ‘de gajos’.
En Serracín hay puntos rojos entre el negro de la pizarra de las paredes y entre otras cosas, destacan en interés las ruinas de la iglesia de San Pedro. Becerril es otro de los pueblos de pizarra y en él se pueden visitar varias construcciones de arquitectura eclesiástica interesantes, como la iglesia románica de Nuestra Señora de la Asunción y las ermitas de San Fabián y San Sebastián. Negredo, con su nombre tan apropiado, completa el grupo de los oscuros. En el centro de la localidad está la ermita de la Virgen del Rosario, del siglo XVII y a las afueras, la iglesia románica de Nuestra Señora de Vallehermoso.
Alquité y Martín Muñoz de Ayllón son las dos localidades ‘amarillas’ de esta ruta de ocho paradas. Esta puede hacerse a pie, es la número 5 de la red de senderos del Ayuntamiento de Riaza que indica: “Se trata de una serie de recorridos circulares entre los pueblos de Madriguera, Becerril, El Muyo y El Negredo, (incluida la subida al collado del Puerto de los Infantes), y que suman un total de 31,6 km (aprox. 8h 15 min a pie). Los caminos, en ocasiones encajonados, transcurren por las lomas y valles de las faldas de la sierra de Ayllón, atravesando robledales, pastizales, jarales y zonas de cultivo”.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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