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Desde el principio de los tiempos, hemos elevado la vista a la inmensidad del cosmos. Primero con el ojo desnudo, en las noches oscuras de la sabana africana. Más tarde, Galileo observó por primera vez las lunas de Júpiter el 7 de enero de 1610 a través de un telescopio casero; lunas que se hallaban a 34 minutos luz de distancia de la Tierra (algo más de seiscientos millones de kilómetros). Hace unos días, el telescopio espacial James Webb ha logrado divisar objetos del universo situados a más de 4.600 millones de años luz.
Así que no es extraño constatar que hace miles de años que los seres humanos han plasmado sus avistamientos nocturnos.
Uno de los primeros mapas de la historia de la humanidad está en Navarra. Es un pedazo de arenisca pulida en una cueva de aproximadamente el 14000 a.C., más de diez mil años antes de la construcción de las pirámides de Egipto. Hay otros mapas parecidos en España, pero que hablan más de las estrellas, como las cuevas de El Castillo, del 12000 a.C., que se cree que representa la constelación Corona Borealis.
El primer mapa geográfico
La representación más antigua de algo parecido a un mapa está grabada sobre el colmillo de un mamut y muestra una montaña, el río Dyja, valles y distintas rutas por la región. Data de alrededor del 25.000 a.C. y es una suerte de mapa alrededor de Pavlov, en la actual República Checa.
En la cueva navarra de Abauntz se ha encontrado a su vez una piedra que también parece tener grabado un mapa y es diez mil años más joven. Los creadores de esta representación probablemente fueron cazadores nómadas que habitaban en Francia y cruzaban los Pirineos en verano en busca de caza, moviéndose a lo largo del valle del Ebro.
En el mapa aparecen reflejados accidentes geográficos tales como el perfil de la loma de San Gregorio, situada enfrente de la cueva o el arroyo Zaldazain. Debido a la importancia del yacimiento arqueológico, podemos aproximarnos a la entrada, pero a fin de proteger la cavidad de expolios, se situó un cierre a la entrada de la cueva. Eso sí, en la actualidad se encuentra en el Museo de Navarra, donde se realizó una réplica para préstamo a exposiciones temporales.
Los primeros mapas de estrellas
A pesar de la antigüedad de los mapas geográficos, los mapas de estrellas no les van a la zaga. Al principio, parece que los humanos se sentían tan fascinados y concernidos por el cosmos como por lo terrenal.
Por esa razón, los puntos dibujados en las paredes de las cuevas de Lascaux, en Francia, en algún momento del 16.500 a.C. , parecen representar Vega, Deneb, Altair y las Pléyades. Por cierto, las estrellas Vega y Altair son usadas para describir la historia clásica japonesa de la princesa y el pastor de bueyes, en la festividad del Tanabata. Una historia de dos amantes, Orihime (Vega) y Hikoboshi (Altair), que son separados por un río de estrellas (Vía Láctea), y solo se les permite verse una vez al año, el 7 de julio.
Las pinturas de la cueva de El Castillo, un yacimiento arqueológico encuadrado dentro del complejo cuevas del Monte Castillo, en Cantabria, seguramente representan la constelación Corona Borealis, y fueron pintadas alrededor del 12.000 a.C.
Con 759 metros de desarrollo, la cueva fue descubierta en 1903 por Hermilio Alcalde del Río. No fue hasta 1910 cuando, bajo el mecenazgo del príncipe Alberto I de Mónaco y del Instituto de Paleontología Humana de París, comenzaron las grandes campañas de excavación.
La cueva, incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde julio de 2008, dentro del sitio «Cueva de Altamira y arte rupestre paleolítico del Norte de España», muestra manos, símbolos, grabados de ciervos y la mencionada constelación Corona Borealis. Una pequeña constelación boreal (una de las 88 constelaciones modernas) cuyas principales estrellas forman un arco semicircular.
Para llegar hasta la cueva de El Castillo es recomendable hacerlo desde el municipio de Puente Viesgo (N-623). Junto al aparcamiento de la villa se toma la carretera CA-703 que conduce a las cuevas del Monte Castillo. Tras recorrer 1,4 km se llega a un aparcamiento por donde se accede andando unos 70 metros al Centro de Interpretación. La visita es guiada y su duración es de 45 minutos.
Más allá de la fascinación que pudieran despertar las estrellas, su representación también tenía un propósito práctico, tal y como explica Caspar Henderson en su libro El mapa de las maravillas:
Hay buenas razones para emplear las estrellas en la elaboración de mapas. Aunque giran durante la noche y se mueven con las estaciones, las estrellas permanecen en posiciones fijas con relación a sí mismas, al menos hasta donde los humanos que las contemplan a simple vista pueden apreciar, y pasan por los mismos ciclos que cada año las hacen salir y ponerse.
Las estrellas siempre están ahí. Aunque, ahora lo sabemos, quizá ya no estén y solo vemos el remanente de su esplendor que nos llega con cierto retraso. Habida cuenta de las enormes, inconmensurables distancias siderales.
Sergio Parra
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