España esculpida por la naturaleza: 7 maravillas geológicas del país

La tierra narra historias esculpidas por el tiempo y las fuerzas de la naturaleza. Particularmente en España, las maravillas geológicas no son meras formaciones, son reliquias vivas de una historia terrestre, capaces de cautivar a cualquier observador. 

En un viaje de descubrimiento, exploraremos algunos de estos fenómenos naturales, cada uno con su propio legado y esplendor, desplegando el tapiz geológico que hace de España un lienzo de maravillas naturales.

1. Geoda gigante de Pulpí (Almería)

En diciembre de 1999, un explorador del Grupo Mineralogista de Madrid descubría una maravilla oculta en una vetusta mina de hierro, plomo y plata en Pulpí, en el extremo oriental de Almería. Tras asomarse por un diminuto orificio, se encontró con una cámara de ocho metros de largo y dos de alto, repleta de descomunales cristales. 

En ese momento, pudo haber pensado que había entrado en un sueño, en una especie de Fortaleza de la Soledad de Superman, rodeado por los cristales impecables de Krypton. Sin embargo, lo que tenía ante sí era una geoda gigante de cristales de yeso, la segunda más grande del mundo. 

Esta geoda es aún más especial si consideramos que su contraparte más grande, la de Naica en México, es inaccesible debido a sus extremas condiciones de temperatura y humedad. Desde su apertura al público en agosto de 2019, la geoda gigante de Pulpí se ha convertido en un fenómeno, atrayendo visitantes con reservas hechas con semanas, o incluso meses de antelación, especialmente durante festivos y fines de semana. 

Este descubrimiento ha situado a lo que antes era un rincón olvidado de Almería en un lugar destacado del mapa turístico andaluz, equiparándolo con joyas como la Alhambra y la Costa del Sol.

2. La ciudad encantada de Cuenca

En las profundidades de Cuenca, la naturaleza ha construido un laberinto de rocas, donde cada piedra parece contar una historia. La Ciudad Encantada, un paraje donde las formaciones calizas adoptan formas místicas, evoca la sensación de un mundo suspendido en el tiempo. 

Estas figuras, esculpidas por el viento y el agua a lo largo de milenios, parecen guardianes petrificados de un reino olvidado, desafiando las leyes de la naturaleza con su presencia surrealista. Sin duda, una de las maravillas geológicas en España.

3. Playa de Gulpiyuri (Asturias)

La playa de Gulpiyuri, ubicada en Llanes, representa una singularidad geográfica en España. Se encuentra enclavada tierra adentro, en una depresión circular donde el mar permanece oculto, pero sus aguas se filtran a través de las rocas, creando una laguna de aguas cristalinas. 

Mientras el Cantábrico resuena con fuerza en el exterior, en su interior reina una serenidad absoluta. La erosión continua de olas y lluvias ha moldeado la roca caliza de la costa asturiana de Llanes, creando orificios que varían en tamaño. Algunos, pequeños y semejantes a chimeneas, expulsan agua con fuerza al ser golpeados por el mar, empapando a quienes se acercan. Pero hay un orificio excepcional, del tamaño de una plaza de toros, rodeado de prados verdes y dotado de una arena fina, que constituye el Monumento Natural de Gulpiyuri. 

Este lugar, más que recordar a un ruedo taurino, parece un anfiteatro diseñado para espectáculos navales, inundándose parcialmente con la marea alta. Al acercar el oído a la arena, se percibe un sonido grave y potente, la voz del mar, que se desplaza casi cien metros bajo tierra para emerger en este lugar. Para llegar a la playa de Gulpiyuri, situada en la parroquia de Naves, a 13 kilómetros al oeste de Llanes y accesible desde la salida 306 de la autovía A-8, es necesario caminar un cuarto de hora desde un aparcamiento.

4. Las Médulas (León)

Testimonio de la ingeniería romana y la fuerza implacable de la naturaleza, Las Médulas en León son un espectáculo de colores y una de las maravillas geológicas en España. Este antiguo yacimiento de oro, transformado por la mano del hombre y recapturado por la naturaleza, resplandece con sus tonos rojizos, como si fuera un paisaje marciano. 

Las formaciones rocosas, labradas por la erosión, cuentan la historia de la avaricia y el ingenio humano, entrelazada con el poder regenerativo de la tierra. Este entorno fue declarado Bien de Interés Cultural en 1996, en atención a su interés arqueológico. Un año después el conjunto fue declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

5. El Torcal de Antequera (Málaga)

En Andalucía, el Torcal de Antequera se yergue como un museo natural de la era Jurásica. Sus formaciones kársticas, laberintos de piedra que desafían la gravedad, parecen esculturas de un artista divino. Este paisaje, donde cada roca narra un episodio de una era prehistórica, invita a perderse en un mundo donde la naturaleza moldea la realidad en formas caprichosas.

La gelifracción, o fractura de la roca por la acción de cuña que supone el agua que absorbe la roca y se hiela por la acción del frío, junto con la disolución diferencial de las distintas calizas por el efecto ácido del CO₂ atmosférico presente en el agua de lluvia, han modelado multitud de formas en las rocas.

6. Las cuevas del Drach en Mallorca

Profundas en el corazón de Mallorca, las cuevas del Drach son como venas de un mundo subterráneo y una de las maravillas geológicas. Este laberinto de estalactitas y estalagmitas, donde cada gota de agua es un pincel que dibuja en piedra, crea un escenario de fantasía. La música de su lago subterráneo, Lago Martel, acompaña la danza de luces y sombras, contando historias de un mundo oculto bajo nuestros pies.

Las cuatro cuevas, denominadas cueva Negra (cova Negra), cueva Blanca (cova Blanca), cueva de Luis Salvador (cova de Lluis Salvador) y cueva de los franceses (cova dels francesos), se encuentran conectadas entre sí.

7. Las Tuerces (Villaescusa de las Torres, Palencia)

Tras dejar atrás Aguilar de Campoo y las montañas testigo de su origen, el río Pisuerga, ya crecido en caudal, serpentea por el cañón de la Horadada, flanqueado por impresionantes acantilados que se elevan más de cien metros. Al borde de este precipicio, como un segundo peldaño, emerge la meseta de Las Tuerces. 

En esta formación caliza, el agua ha tallado meticulosamente una urbe digna de un relato de Borges, repleta de túneles, puentes, pasadizos secretos, laberintos y mesas de tamaño colosal. Esta ciudad de piedra recuerda a la Ciudad Encantada de Cuenca, pero se distingue por su naturaleza virgen, sin taquillas, restaurantes, ni puestos de souvenirs, ya que Las Tuerces son, además de un monumento natural, un monte público.

El acceso a este enclave es sencillo desde Villaescusa de las Torres. Una senda bien señalizada asciende hacia peña Mesa, una formación rocosa en forma de champiñón, tan grande como una casa, que constituye el punto más alto del lugar (1.081 metros) y ofrece el mejor panorama. Este recorrido puede completarse en aproximadamente media hora, invitando a los visitantes a sumergirse en un entorno de belleza y misterio naturales.