Martos, donde citaron a Fernando IV con la muerte
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02.06.2022
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Hay un lugar en Jaén donde unos condenados citaron a un rey con la muerte al cabo de un mes. Y, como si fuera un cuento de Las mil y una noches, se cumplió la profecía. Y de esa historia que, como casi siempre, mezcla realidad y leyenda, salió el sobrenombre de Fernando IV: el Emplazado.
Muerte, venganza, maldiciones… Recuerda al final del último maestre templario
Estando el rey Fernando IV en Palencia en torno al año 1310, ocurrió un asesinato que acabó desencadenando toda esta historia. El pobre hombre que murió fue Juan Alfonso de Benavides, que era uno de los principales servidores del rey. Incluso es posible que fuera su valido. Precisamente tras haber estado conversando el rey y su posible valido, dos hombres atacaron a este último y lo mataron.
El rey lo tenía como un fiel servidor y lo estimaba tanto que se empeñó en vengar su muerte. Aun siendo rey, no es esto algo que hiciera de la noche al día y con facilidad, sino que tendrían que pasar dos años antes de que tuviera su oportunidad de cumplir esa venganza.
Fue en Martos, en 1312, cuando se apresó a dos hermanos, Juan Alfonso de Carvajal y Pedro de Carvajal, conocidos como los Carvajales. Sin mucha certeza sobre los hechos y con un juicio, al parecer, poco riguroso, el rey dictó sentencia contra ellos. Los condenados eran hombres de la Orden de Calatrava, muy importante en la zona. De hecho, el escudo de la orden está hoy en el escudo del municipio de Martos.
Durante la Reconquista era habitual que las órdenes de monjes guerreros se hicieran cargo de las zonas fronterizas para defenderlas y asentar así el poder cristiano, a cambio de poder y de beneficios para la orden. En cualquier caso, pertenecer a la orden no les ayudó mucho a los juzgados, por lo que se ve.
Los condenados a muerte citaron al rey en el más allá en 30 días
El rey Fernando IV mandó ajusticiar a los dos caballeros de una forma poco piadosa y más bien brutal. En lo alto de la de peña de Martos los metió en una jaula con púas de hierro apuntando hacia adentro, de esas jaulas que suelen ver cuando se habla de torturas medievales, y los despeñó enjaulados. Las súplicas de los condenados, que se juraban inocentes, no fueron escuchadas y el rey no tuvo piedad de ellos. Creyó haber vengado a su amigo.
Pero antes de ser arrojados al abismo, sabiéndose abandonados y condenados a muerte, los Carvajales emplazaron al rey a rendir cuentas ante Dios a los treinta días de aquella fecha. Fernando IV estaba allí, en Martos, de paso y, cumplida la venganza, se encaminó hacia Alcaudete para combatir. Pero comenzó a encontrarse enfermo y tuvo que dejar la guerra de lado y ponerse en reposo en un castillo de Jaén. En ese lugar murió el 7 de septiembre de 1312. Se había cumplido el plazo que habían dado los Carvajales al rey.
Como vemos, los Carvajales habían emplazado al rey a verse frente a Dios por haberlos condenado a muerte injustamente y de ahí viene el sobrenombre de Fernando IV de Castilla, que se conoce como El Emplazado. Así se resumen esta historia que tiene cuatro muertes, injusticia, maldiciones, mito, venganza… En resumen, todas las salsas.
Según parece, lo más probable es que el rey muriera en realidad de una trombosis. Y lógicamente, todo esto del juicio ante Dios es una leyenda, que tiene sus trazas de realidad pero que, a pesar de ser leyenda, forma parte de nuestra cultura popular y da nombre a un rey. Un rey que nació en Sevilla y murió en Jaén a los 26 años, pero que está unido a la localidad de Martos por esta historia.
En Martos precisamente están los cadáveres de los hermanos Carvajales, en la iglesia de Santa Marta de Martos. Incluso hay un lugar allí, la Cruz del Lloro, que es donde se dice que paró de dar tumbos la jaula después de ser lanzada desde lo alto. Los restos de El Emplazado, por cierto, están en la Real Colegiata de San Hipólito en Córdoba.
Abunda en la certeza de que esto, en gran parte es una leyenda porque no hace tanto se abrió el sepulcro de los Carvajales y, estudiados los restos por un médico, se determinó que eran dos hombres fuertes y corpulentos, y que los huesos grandes no estaban rotos. Cuestión que no encaja del todo con una muerte por despeñamiento.
La leyenda está presente en la cultura popular
Esta historia ha dado lugar a varias obras pictóricas, a una ópera titulada Don Fernando el Emplazado, y ha inspirado a novelistas y dramaturgos, como a Lope de Vega o a Tirso de Molina, entre otros. Con todo sobre la mesa, es obvio que merece la pena saber cómo se ganó El Emplazado su apodo.
Suelo decir que el dicho que asegura que “el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla” no debería animarnos a conocer la historia, porque la mayoría de nosotros poco podremos influir en ella. En cambio, estoy convencido de que conocer la historia permite disfrutar más de la vida, y poco hay mejor que eso. Conocer esta historia hará de Martos un lugar memorable y especial, seguro. Pero además permite comprender, por ejemplo, el popular cuadro de José Casado del Alisal titulado Últimos momentos de Fernando IV el Emplazado.
Fíjense en las cruces de Calatrava sobre las túnicas blancas de los dos hombres, que en realidad son fantasmas. Son los Carvajales. Y en cómo muestran un reloj de arena, indicando ese emplazamiento, ese plazo que finaliza porque el rey está agonizando. Y cómo uno de ellos apunta al cielo como diciendo: ahí arriba nos vemos para que rindas cuentas. Esta obra pertenece al Museo del Prado, aunque está colgada en las paredes del Senado desde finales del siglo XIX.
Por otra parte y para acabar, tiene todo esto ciertas similitudes con la famosísima muerte en París del último maestre templario, Jacques de Molay, que según otra leyenda citó ante Dios al rey de Francia y al Papa en el plazo de un año, cumpliéndose también en este caso la maldición. Los templarios eran una orden militar y religiosa, como la Orden de Calatrava de los Carvajales, lo que es otro paralelismo. Eso sí, lo de Martos fue en 1312 y lo de París en 1314.
Manuel Jesús Prieto
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