Masca, el “Machu Picchu” español con vistas al Atlántico

La isla canaria de Tenerife es mundialmente conocida por su poderoso volcán El Teide. Sin embargo, posee lugares de altísimo valor que, no siendo tan populares, sorprenden por su singularidad y belleza. Este es el caso de Masca, un caserío situado en el Noroeste de la isla, en pleno Parque Natural del Macizo de Teno.

Masca se presenta al visitante como el mejor ejemplo de arquitectura rural de todas las Islas Canarias. Construcciones que fueron levantadas con los materiales que predominaban en la zona antes de la conquista: piedras, arenas volcánicas, madera, barro y elementos vegetales. Un estilo único que ha llevado a Masca a ser declarada conjunto histórico así como Bien de Interés Cultural.

Este alto valor patrimonial, sumado a su excepcional ubicación, alzado a 680 metros de altura y rodeado por un vertiginoso paisaje de acantilados y barrancos, le han hecho ganarse el apodo de “Machu Picchu” español. Aunque parezca un poco pretencioso.

Los poco más de 5 kilómetros que lo separan de la localidad tinerfeña de Santiago del Teide se pueden hacer en coche (15 minutos), en guagua (línea 355) o en taxi. Cualquiera de las opciones elegidas requerirá de una buena dosis de paciencia para completar cada metro de la serpenteante y repleta de curvas cerradas de la carretera TF-436.

Eso sí, Masca recompensa esa paciencia extra con creces. En primer lugar, con las vistas que regala su mirador: unas visuales al Atlántico de las que dejan sin habla y llenan la retina de asombro. En segundo lugar, con el encanto de pasear por sus calles y conocer su iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Concepción, su Museo Etnográfico y su Centro de la Naturaleza, así como así como deleitarse con algunos de los mejores platos de la gastronomía canaria. Y, en tercer lugar, con la posibilidad de recorrer su barranco, una ruta de senderismo exigente pero que ofrece una experiencia inolvidable.

Ruta de senderismo por el barranco de Masca

Recorrer el barranco de Masca no es apto para todos los públicos. Requiere un mínimo de preparación física, pues hay que tener en cuenta que tras el descenso hay que volver a subir. Unos 10 kilómetros en total (subida y bajada) que se completan en unas 5 o 6 horas.

Debido a la alta popularidad de la ruta, y con el fin de no saturar el barranco, las plazas son limitadas y es necesario realizar las reservas con anterioridad a través de Internet. Un detalle importante a la hora de planificar la ruta es que se debe subir al pueblecito en taxi o guagua, pues el máximo tiempo permitido para estacionar el vehículo propio es de dos horas.

La ruta comienza en el Centro de Visitantes, lugar donde se verifican las reservas y se comprueba la idoneidad del calzado -de montaña y con buen dibujo de suela- así como del resto de necesidades básicas: agua, ropa adecuada, algo de comida y suficiente batería en el móvil. Además, se provee de manera totalmente gratuita de un casco que es obligatorio llevar durante toda la ruta.

Perfectamente preparados, comienza la aventura entre gigantes de más de 400 metros y con paisajes salpicados de palmeras, cactus y huertas locales. Un lienzo que se completa con las diferentes láminas de basalto de diversas tonalidades que atraviesan los paredones del desfiladero.

Aproximadamente dos horas y media después, el sonido del agua empieza a hacer acto de presencia. El camino se va abriendo al Atlántico y a la costa canaria desde donde se divisa la vecina isla de La Gomera. Nos encontramos en la playa de Masca, de 15 metros de anchura. Es hora de darse un chapuzón, reponer fuerzas y relajarse con las vistas antes de comenzar el camino de regreso.